Jesús, el hijo del hombre 2
Juan Bautista
A uno de sus discípulos
No permaneceré callado en esta oscura prisión mientras la voz de Jesús se levanta en el campo de batalla; ni nadie pondrá su mano sobre mí, ni encadenará mi libertad mientras Él esté libre. Me dicen que las víboras reptan alrededor de sus tobillos, mas yo os digo: las víboras le darán más fuerza para aplastarlas.
Yo no soy más que un trueno en sus relámpagos, y a pesar de haber hablado yo primero, la palabra con que he comenzado fue la palabra de Él, y mi intención fue su intención.
Me cogieron preso de improviso, y tal vez así harán con Él;. pero el Nazareno les dirá antes todo lo que tiene que decirles; y los vencerá. Su carroza pasará por encima de ellos; las herraduras de sus caballos los pisotearán; y saldrá victorioso. Vendrán a su encuentro con lanzas y espadas, mas Él les opondrá la fuerza del Espíritu. Su sangre correrá sobre la tierra, pero sus jueces y verdugos reconocerán sus heridas y sufrimientos, y dorarán y se bautizarán con sus lágrimas hasta purificarse de sus pecados.
Sus ejércitos avanzarán sobre sus ciudades con balistas de hierro, pero se ahogarán en el camino del Jordán; en tanto los muros y las torres de Jesús se tornarán más fuertes y más inexpugnables frente al brillo de sus corazas y escudos.
Dicen que me alié con Él para incitar al pueblo a la insurrección contra el reino de Judea; mas yo digo (y, ¡cuánto ansío tener fuego para amasarlo con mis palabras!) que si ellos llaman «reino» a la fosa del vicio y del mal, pues que se hunda y se destruya y que le suceda lo que a Sodoma y Gomorra, y que Jehová se olvide de esta raza, volviendo a esta tierra desierto de cenizas. Sí, soy un aliado de Jesús el Nazareno, detrás de estas rocas ciclópeas de mi cárcel. Él conducirá mis ejércitos con todos sus infantes y jinetes. Mas yo, no obstante ser un jefe en el ejército de Jehová, no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Caminad y repetid a sus oídos mis palabras y rogad, en mi nombre, que os consuele y os bendiga.
Yo no permaneceré mucho tiempo en este lugar, porque cada noche, entre un despertar y otro, percibo el paso lento de unos pies sobre mi cuerpo, y cuando presto oído siento-las gotas de lluvia caer sobre mi carne.
Id y decid a Jesús: Juan Al-Cadroni, cuya alma se llena y se vuelve a vaciar de espectros, ora por ti. Entretanto, al lado de él está el implacable sepulturero, y al otro lado yergue su cabeza el verdugo que tiende su mano para recibir la paga.