Los Secretos del Corazón

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LA VIOLETA AMBICIOSA

 

Había en un bosque solitario una bonita violeta que vivía, satisfecha, entre sus compañeras.

Cierta mañana, alzó su cabeza y vio una rosa que se alzaba, por encima de ella, radiante y orgullosa.

Gimió la violeta diciendo:

-Poca suerte he tenido entre las flores. ¡Humilde es mi destino! Vivo pegada a la tierra y no puedo levantar mi cara hacia el sol como lo hacen las rosas!

Y la Naturaleza la oyó y le dijo a la violeta:

– ¿Qué te ocurre, hijita mía? ¿Las vanas ambiciones se han apoderado de ti?

-Te suplico, oh, Madre Poderosa -dijo la violeta-, que me transformes en rosa, tan siquiera por un día.

-No sabes lo que estás pidiendo -respondió la Naturaleza-. Ignoras los infortunios que se esconden tras la apariencia de las grandezas.

-Transfórmame en una rosa esbelta -insistió la violeta-. Y todo lo que me acontezca será consecuencia de mis propios deseos y aspiraciones.

La Naturaleza extendió su mágica mano y la violeta se transformó en una rosa suntuosa.

Y en la tarde de aquel día, el cielo se oscureció y los vientos y la lluvia devastaron el bosque. Y los árboles y las rosas cayeron abatidas. Solamente las humilde violetas escaparon a la masacre.

Y una de ellas, mirando alrededor de sí, dijo a sus compañeras:

-Mirad, hermanas, lo que la tempestad hizo de las grandes plantas que se levantaban con orgullo e impertinencia. -Nosotros nos apegamos a la tierras-dijo otra-, pero escapamos a la furia de los huracanes.

Y dijo una tercera -Somos pequeñas y humildes, pero las tempestades no pueden con nosotras.

Entonces, la reina de las violetas vio a la rosa que había sido violeta, extendida sobre el suelo, como muerta. Y dijo: -Ved y meditad, hijas mías, sobre la suerte de la violeta ilusionada por sus ambiciones. ¡Que su infortunio les sirva de ejemplo!

Y oyendo esas palabras, la rosa agonizante se estremeció y, apelando a todas sus fuerzas, dijo con voz entrecortada: -Oídme, ignorantes, satisfechas y cobardes. Ayer era como vosotras, humilde y segura. Mas la satisfacción que me protegía también me limitaba. Podía continuar viviendo como vosotras, pegada al suelo, hasta que el invierno me envolviera con su nieve y me llevase hasta el silencio eterno, sin conocer los secretos y las glorias de la vida, más allá de lo que innumerables generaciones de violetas conocieron, desde que hubo violetas en el mundo.

«Pero escuché, en el silencio de la noche; y oí al mundo superior decir a este mundo: «El objetivo de la vida es alcanzar lo que hay más allá de la vida.» Pedí, entonces a la Naturaleza -que no es sino la exteriorización de nuestros sueños invisibles- me transformara en una rosa. Y la Naturaleza accedió a mi deseo.

«Viví una hora como rosa. Viví una hora como reina. Y vi el mundo con los ojos de una rosa. Y oí la melodía del éter con los oídos de una rosa. Y acaricié la luz con los pétalos de una rosa. ¿Puede, alguna de vosotras vanagloriarse de tal honra?

«Muero ahora, llevando en el alma lo que el alma de violeta alguna jamás experimentó. Muero sabiendo lo que hay más allá de los horizontes estrechos en que nací. Y este es el objetivo de la vida.

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