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Nuevas voces en la literatura de Medio Oriente

Basma Abdel Aziz, autora de 'The Queue' ©Richard Perry/The NYT
Basma Abdel Aziz, autora de ‘The Queue’ ©Richard Perry/The NYT

Basma Abdel Aziz caminaba una mañana por el centro de El Cairo cuando vio una larga fila de personas paradas frente a un edificio del gobierno cerrado.

De regreso, varias horas después, Abdel Aziz, una psiquiatra que da terapia a víctimas de tortura, pasó junto a las mismas personas que aún esperaban, apáticas: una joven y un anciano, una madre que cargaba a su bebé. El edificio permanecía cerrado.

Al llegar a casa, se puso a escribir de inmediato sobre las personas en la fila, y no paró de hacerlo durante 11 horas. La historia se convirtió en su primera y surreal novela, The Queue, cuya acción se desarrolla después de una revolución fallida en una ciudad sin nombre de Medio Oriente. La trama se desarrolla a lo largo de 140 días, mientras los civiles deben esperar en una larga fila para solicitar servicios básicos a una autoridad poco clara llamada The Gate.

“La ficción me dio espacio para poder decir lo que quería sobre una autoridad totalitaria”, dijo Abdel Aziz hace poco en una entrevista.

The Queue, que Melville House acaba de publicar en inglés, ha provocado comparaciones con clásicos occidentales como 1984 de George Orwell o El proceso de Franz Kafka. Representa una nueva ola de narrativa distópica y surrealista escrita por autores de Medio Oriente que se enfrentan al caótico desenlace y el ácido desencanto en que ha terminado la Primavera Árabe.

Cinco años después de los levantamientos populares en Egipto, Túnez, Libia y otros lugares, una veta desolada y apocalíptica de literatura posrevolucionaria ha echado raíces en la región. Algunos escritores recurren a la ciencia ficción y los tropos fantásticos para describir la oscura realidad política de sus países. Otros escriben sobre temas polémicos como la sexualidad y el ateísmo o sacan a la luz episodios históricos dolorosos antes prohibidos.



En una cultura literaria en la que la poesía ha sido tradicionalmente el medio más celebrado, los escritores ahora están experimentando con una amplia gama de géneros y estilos, incluyendo cómics y novela gráfica, alucinantes novelas de terror y obras alegóricas de ciencia ficción.

“Nos estamos alejando del realismo que había dominado la literatura árabe”, afirmó el novelista nacido en Kuwait Saleem Haddad. Su nuevo libro, Guapa, está narrado por un joven árabe gay. Su amigo fue detenido después de una protesta. “Lo que está surgiendo ahora es más oscuro y un poco más profundo”.

Hace mucho que la ciencia ficción y el surrealismo son válvula de escape para los escritores que viven en regímenes opresores. En América Latina, las largas décadas de fascismo y guerra civil inspiraron obras maestras del realismo mágico por autores como Gabriel García Márquez e Isabel Allende. En Rusia, el novelista posmoderno Vladimir Sorokin ha publicado inquietantes y polémicas novelas futuristas que critican subrepticiamente al gobierno represivo de ese país.

Los temas distópicos no son completamente nuevos en la narrativa árabe. Sin embargo, han ganado importancia estos años, de acuerdo con las editoriales y los traductores. El género ha proliferado en parte porque capta el sentimiento de desencanto que muchos escritores dicen sentir ante la represión y la violencia cíclica. Al mismo tiempo, los ambientes futuristas brindan a los autores una especie de capa con la que pueden cubrir su exploración de ideas políticas sin que se les tache de disidentes.

“Todas estas historias futuristas tratan sobre la utopía perdida”, dijo Layla al Zubaidi, co-editora de una colección de textos posteriores a la Primavera Árabe titulada Diaries of an Unfinished Revolution. “La gente podía imaginar un futuro mejor, pero ahora las cosas están casi peor que antes”.

En los meses turbulentos que siguieron a las revueltas, cuando se iba percibiendo que las promesas de democracia y mayor libertad social seguían sin concretarse, algunos novelistas canalizaron sus miedos y frustraciones hacia oscuros cuentos apocalípticos. En su valerosa novela Otared, que la American University de El Cairo publicará este año, Mohammed Rabie presenta a un antiguo policía egipcio que se une a la lucha contra una misteriosa potencia invasora que gobierna el país en 2025.

Rabie comentó que escribió la novela en respuesta a las “derrotas sucesivas” sufridas por los defensores de la democracia después de las manifestaciones de 2011 que terminaron con los 30 años en el poder del presidente Hosni Mubarak. Aunque hay paralelismos con la sociedad egipcia de hoy en día, al ubicar la trama en el futuro cercano pudo escribir con mayor libertad, sin establecer una asociación directa con el gobernante egipcio actual, según afirmó en una entrevista a través de un correo electrónico traducido por su editor árabe.

Nael Eltoukhy, cuya novela, oscura y satírica, publicada en 2013, Women of Karantina, transcurre en parte en una Alejandría dominada por el crimen en el año 2064, dijo sentir que una farsa futurista era la mejor manera de reflejar el hartazgo egipcio.

“En Egipto, especialmente después de la revolución, todo es terrible, pero todo es también muy gracioso”, dijo en una entrevista. “Creo que ahora todo está peor que en tiempos de Mubarak”.

Esas historias, tan futuristas como sombrías, han demostrado ser populares entre los lectores y muchas han sido un éxito tanto de crítica como de ventas. Este año Otared fue finalista del prestigioso Premio Internacional de Narrativa Árabe.

Los editores dicen que estos libros le gustan al público en parte porque exudan ese sentimiento colectivo de frustración.

Yasmine el Rashidi ©Brigitte Lacombe
Yasmine el Rashidi ©Brigitte Lacombe

Este nuevo corpus de literatura posrevolucionaria constituye un marcado cambio de tono frente al efusivo éxtasis surgido inmediatamente después de la Primavera Árabe, cuando muchos autores publicaron sus exultantes memorias o desenterraron viejos manuscritos que habían guardado durante años.

Varios novelistas egipcios de renombre como Ahdaf Soueif y Mona Prince escribieron recuentos no ficticios de primera mano de las protestas ocurridas en 2011 en la Plaza Tahrir. La novelista siria Samar Yazbek publicó los diarios que escribió durante el levantamiento en su país. Una nueva generación de escritores encontró inspiración en las impresionantes escenas de ciudadanos alzados en contra de dictaduras firmemente afianzadas.

“Algo que sucedió en la experiencia revolucionaria fue que de pronto uno tenía una voz, y esa voz tenía peso y tenía sentido”, dijo Yasmine el Rashidi, una periodista egipcia cuya primera novela, Chronicle of a Last Summer, que trata sobre el despertar político de una joven de El Cairo durante y después del gobierno de Mubarak, se publicará en Estados Unidos el próximo mes.

En los años transcurridos desde la revolución, ese optimismo ha decaído y las autoridades han reprimido la expresión creativa en la región. En Arabia Saudita, el año pasado se sentenció al poeta Ashraf Fayadh a muerte por sus versos, que las autoridades religiosas consideran blasfemos. El clamor internacional hizo que su sentencia se redujera a ocho años de prisión y 800 latigazos.

En Egipto, el gobierno del presidente Abdulfatah el Sisi ha cerrado galerías de arte y ha irrumpido en las editoriales para confiscar las copias de libros que considera controvertidos. El año pasado, funcionarios de las aduanas recogieron 400 copias de Walls of Freedom, un libro sobre el arte callejero político en Egipto, con el argumento de que estaba “instigando a una revuelta”.

“Ahora nos preocupa lo que publicamos”, dijo Sherif-Joseph Rizk, director de la editorial árabe Dar al Tanweer en Egipto. “Si algo se prohíbe, eso crea problemas comerciales”.

A pesar de las garantías explícitas a la libertad de expresión incluidas en la Constitución de Egipto de 2014, las autoridades tienen en la mira a escritores y artistas. El novelista Ahmed Naji está cumpliendo con una condena de dos años de prisión debido a violaciones de la “moral pública” por los pasajes explícitamente sexuales en su novela experimental The Use of Life. Muchos temen que su encarcelamiento lleve a un incremento en la autocensura.



“La Primavera Árabe y la revolución vencieron el miedo de las personas, dotándolas de la iniciativa para expresarse”, afirmó Abdel Aziz. Su novela, The Queue, se publicó en árabe en 2013. “Ahora estamos de nuevo bajo la opresión”.

Esta autora de 39 años obtuvo una maestría en neuropsiquiatría en 2005 y ahora trabaja medio tiempo en un centro en El Cairo donde da terapia a víctimas de tortura y violencia. Ha publicado dos colecciones de cuentos y varios libros de no ficción sobre temas delicados como la tortura y las violaciones a los derechos humanos a manos de las fuerzas de seguridad egipcias.

Sin embargo, después de la caída de Mubarak, escribir un recuento realista de los hechos le pareció una manera inadecuada de captar la experiencia surreal de los egipcios que vivieron los levantamientos y las medidas represivas que siguieron. Quiso escribir una historia universal que reflejara lo que ocurría a su alrededor al tiempo que trascendiera la geografía y los sucesos del momento.

Comenzó a escribir The Queue en septiembre de 2012. La novela gira en torno a un joven vendedor, Yehya, que recibe un balazo durante un levantamiento fallido. A Yehya se le niega la atención médica y se le obliga a esperar en una cola infinita para solicitar a The Gate permiso para una cirugía. A medida que se debilita, la fila solo se alarga más, extendiéndose a lo largo de varios kilómetros.

Abdel Aziz utiliza un lenguaje codificado para eventos y términos con carga política a lo largo de la novela, que tradujo Elisabeth Jaquette. El levantamiento de 2011 en contra de Mubarak se llama “The First Storm” (la Primera Tormenta). Una revuelta civil posterior que termina en un gran derramamiento de sangre se denomina “The Disgraceful Events” (los Sucesos Vengonzosos).

A Abdel Aziz le preocupa el escrutinio creciente al que se enfrentan los escritores y activistas egipcios. Una decena de sus amigos está en prisión, afirmó. La han arrestado tres veces por participar en manifestaciones y protestas. No obstante, piensa que vivir con miedo es inútil.

“Ya no tengo miedo”, declaró. “No dejaré de escribir”.

Por Alexandra Alter
Con información de The New York Times

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