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Yo elijo mis sueños en la almohada

almohada_egipto
La pistola debajo de la almohada y la espada detrás de la puerta

Mamá.
Yo quiero ser de plata.
Hijo,
tendrás mucho frío.
Mamá.
Yo quiero ser de agua.
Hijo,
tendrás mucho frío.
Mamá.
Bórdame en tu almohada
¡Éso sí!
¡Ahora mismo!
F.G. Lorca

Niko Kazantzakis narra la historia de la unción con su particular estilo poético:

Cuando María Magdalena intuyó que Jesús iba a morir, entró en su habitación y buscó bajo la almohada un frasco de cristal lleno de perfume de Arabia. Deseaba usarlo algún día para perfumar la cabellera de Jesús si éste aceptaba ser su esposo. Pero ahora percibía su muerte cercana y sintió que necesitaba ese perfume para darle otro uso. Tomó el frasco, lo oprimió contra su pecho y se echó a llorar, mientras arrullaba el envase como si fuera un niño. Fue al encuentro de Jesús y cayó a sus pies. Rompió el cristal y vertió el perfume  sobre los pies sagrados.

Almohada es un arabismo. Según nos explica Coromines en su Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, su origen está en el árabe hispánico muẖádda, procedente, a su vez, del clásico miẖadda, que es un derivado de ẖadd ‘mejilla’. Como es típico de los arabismos castellanos, el artículo al aparece incorporado.

Los faraones egipcios fueron los primeros en reposar sus cabezas sobre una almohada. En muchas de las excavaciones que se han realizado en Egipto, se han encontrado almohadas o reposa-cabezas fabricadas de madera, con una ligera hendidura en el centro.

En la Antigüedad la confección de almohadas, además de madera, se incluyeron materiales como el jade, el bronce y la porcelana, en Asia Oriental las almohadas incluían en su decoración figuras de animales, plantas, personas o incluso figuras geométricas.

Se pensaba que descansar la cabeza sobre una pieza suave, equivalía a perder la energía, situación que comprometía la salud del usuario de dicho artefacto, haciéndolo propenso a padecer de diversos males como por ejemplo, mala circulación, además, una almohada blanda y débil no iba a poder cumplir su propósito principal; apartar a los demonios.

Para los egipcios, en los ritos funerarios, la almohada representaba un amuleto de protección para aquellos que emprendían el viaje al más allá, se creía que apoyar la cabeza a cierta altura le permitía al difunto mirar más allá del horizonte. Los antiguos egipcios temían que la cabeza del difunto se separara del cuerpo o que fuera dañada por los demonios y la almohada la protegía… Como amuleto la almohada es un gran protector contra todo tipo de peligro (pequeñas y en color rojo dentro de tu saco). En la adivinación, promete tiempos mejores en el futuro o bien que te sentirás con más ánimos gracias a un apoyo que no esperabas.

Los primeros prototipos de almohada suave, llegaron con los griegos y romanos, quienes utilizaban paja y plumas para confeccionar cojines mullidos que facilitaran el descanso, con el tiempo el uso de este tipo de materiales se popularizó a tal punto, que para el siglo V la población europea del Medioevo conciliaba el sueño apoyando sus cabezas en lo que podríamos considerar el antecedente de nuestras confortables almohadas, una suerte de cojines bordados que estuvieron en boga entre el siglo V y XV en Europa.

Se dice que en Japón, cuando una aspirante a Geisha, culminaba sus estudios y conseguía el título, adoptaba en su totalidad todas las costumbres que venían con el cargo, incluyendo el tradicional peinado, llamado shimada, que se instauró definitivamente en la cultura de estas mujeres para el siglo XVII. Debido a la complejidad de sus peinados, las Geishas aprendían a dormir en una especie de almohada de madera, recubierta con un cojín de algodón, llamada takamakura; la forma y tamaño de la pieza, mantenía elevada la cabeza de la Geisha, protegiendo el elaborado peinado que debía durar al menos una semana intacto. Para lograr acostumbrarse a la postura, era normal que durante el entrenamiento, sus mentoras esparcieran arroz en los alrededores de la takamakura; si la aprendiz perdía la postura y terminaba durmiendo sobre el arroz, el mismo se pegaba a sus mejillas y cabello, lo que las obligaba a soltar el peinado para poder retirar el arroz, para luego volver a realizar el laborioso proceso de armado del peinado. Estas pequeñas almohadas podían llegar a tener unos 20 cm de ancho y 16 cm de alto.

La almohada pasó a considerarse pieza obligatoria de la ropa de cama para el año 1700; durante ésta época se le sumaron otros usos y formas, dentro de la iglesia católica, fueron utilizadas como apoyo para los reclinatorios o incluso para el apoyo de la Biblia.

Yo, si he de apoyarme, será en la barra; escuchando a Pepe Pepe y luego, negaré a pie juntillas, que he llorado con Carlos Fuentes :

Tomas febrilmente la butaca, la colocas contra esa puerta sin cerradura, empujas la cama hacia la puerta, hasta atrancarla, y te arrojas exhausto sobre ella, exhausto y abúlico, con los ojos cerrados, y los brazos apretados alrededor de tu almohada: tu almohada que no es tuya; nada es tuyo…

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Yo elijo mis sueños en la almohada se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://paginasarabes.com/2015/12/10/yo-elijo-mis-suenos-en-la-almohada/.

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