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Wajdi Mouawad-El Sófocles moderno

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Wajdi Mouawad: “Somos casas habitadas por un inquilino del que no sabemos nada”

Vivió en Beirut hasta los ocho años. Allí, desde lo alto de un edificio, vio cómo un autobús repleto de refugiados palestinos era acribillado por las milicias cristianas, al comienzo de la guerra civil libanesa. Sus padres se lo llevaron a París. Seis años después tuvieron que abandonar Francia. En Montreal, él y su familia corrieron mejor suerte. En el exilio, tuvo que buscar algo con lo que recrear el espacio de felicidad perdido durante la infancia. Empezó a dirigir, actuar y escribir. Así creó la quatrilogia La Sangre de las Promesas, formada por las obras Litoral, Incendios, Bosques y Cielos.

Incendios es la que más éxito y popularidad ha obtenido por la variedad de interpretaciones en las puestas en escena. Una obra absolutamente contemporánea, escrita hace pocos años y es a la vez una gran historia trágica, casi una epopeya: la vida de toda una familia, de un grupo de gente, de un pueblo, de una civilización cultural que parece que venga del fondo de los tiempos, para emocionar a quienes la hacen y a quienes la ven.

La soledad, la memoria, el reencuentro con el pasado, la sed de vida y la traición son los ejes de la escritura del llamado Sófocles moderno y tienen mucho que ver con la forma en que Wajdi Mouawad creció y con su traumático destierro, que en su obra se ha traducido en la búsqueda de los orígenes para descubrir quién es uno mismo.

¿Te ha sorprendido la repercusión internacional de Incendios?

Mucha gente se ve reflejada en la obra porque puede fácilmente asemejarse con las experiencias que han vivido en guerras y dictaduras.

¿Tiene que ver con un proceso catártico?

El espectador ve frente a sus ojos una historia que conecta con su situación personal, política, social, cultural; empieza a tener un diálogo directo con sus memorias, ancestros, futuro, ausencias, ese cúmulo de emociones de pronto explotan, haciendo una experiencia colectiva como pudo hacerlo la tragedia griega hace muchos años. No es el horror el tema de mi escritura, ni la maldad. Lo que me interesa es la traición del amor. Mi obra habla del momento en que nos damos cuenta de que ese sentimiento sobre el que nos hemos construido no es verdadero.

¿Todo lo que se da por cierto no lo es?

Mi teoría es que una de las características de nuestra época, es que algo falta, como si hubiéramos sido amputados de algún brazo, pero como pasa con los amputados sigue sintiendo ese miembro como si estuviera ahí, pero no lo tenemos. Es un sentimiento complejo, porque no sabemos definir qué es lo que nos falta hoy, pero algo nos falta ¿Qué es lo que podemos dar por cierto? Nada. No hay nada mas que sensaciones. Surge el sufrimiento, se queda, y luego se va. Entonces la felicidad reemplaza al sufrimiento – sólo eso. Fuera de ello no hay nada. Sin embargo, somos personas perdidas corriendo y aferrándonos a las sensaciones continuamente. Las sensaciones no son reales, sólo los cambios.

¿Descubrir la tragedia fue algo revelador?

Sófocles no deja de repetir que no hay que ser presuntuoso, porque nadie está a salvo de cometer lo inimaginable. Lo que me gusta de los griegos, y en especial de Sófocles, es el sentimiento de la revelación. Posiblemente porque es una cuestión que a menudo me planteo: ¿qué no veo en mí?

¿Sigues pensando que vivimos en un mundo ignoto?

Este mundo espléndido, está sin explorar, es desconocido: el inquilino que vive allí, en la casa que somos, experimenta un profundo temor ante la idea de abandonar la habitación en la que se guarnece; Somos casas habitadas por un inquilino del que no sabemos nada.

¿Eres mas escritor que director de escena?

Se ha hablado mucho de la forma, de la manera como trato y cuento las historia, pero muy poco de la escritura. Es algo extraño para mí porque lo que me interesa más es la escritura, la poesía de la lengua.

¿Que pretendes con cada espectáculo?

Reencontrar, y gracias a los artistas, una vida a la vez sabia y salvaje.

¿El teatro es el único espacio en el que la palabra no ha perdido su valor?

En un mundo occidental donde reina una creciente irresponsabilidad ante las palabras y los símbolos, el teatro puede, como cualquier otra forma de belleza, volverse un espacio donde el despertar aún es posible, donde todavía es permitido escapar, juntos, espectadores y actores, de la somnolencia de lo cotidiano: intentar despertarnos de nuestra vida adormecida.

Por Oriol Puig
Con información de: El Diario

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