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Tienes que ir a Líbano, debes hacerlo

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Tienes que ir a Líbano, debes hacerlo

Probablemente has escuchado noticias sobre Medio Oriente cientos de veces y aún no has entendido el origen de tantos conflictos. Pero cómo vas a comprenderlos cuando están relacionados con religiones que no compartes o que profesas de una forma distinta, con países que no conoces y que en el mejor de los casos logras ubicar en un mapa.




Lo anterior no es una regla, pero es comprensible que la idea de entender los conflictos de Medio Oriente, en su magnitud, con una historia que viene de siglos atrás, termine agobiando a más de uno. ¿Qué religión, qué pueblo, qué política tiene la razón?, y después de hacerte estas preguntas, terminas sintiéndote más incapaz de responderlas, pero algo tienes cierto, la guerra, las muertes, el uso indiscriminado de las armas, entre otras cosas, no son cosas que apruebes. Te conmueve ver la imagen de un niño en la televisión, perdido en medio de estructuras derribadas por cañones y gente corriendo por la calle tratando de salvar la vida. Te conmueve ver a la mujer que se alza en un grito porque le han matado a su hijo, apenas un adolescente.

La verdad es que te gustaría estar más interesado de lo que realmente estás, quisieras sinceramente comprender lo que sucede no solo en Medio Oriente, sino en el mundo entero, o cuando menos en tu propio país. Pero seamos honestos, sientes que la vida te coge a prisa todo el tiempo, te gusta leer –particularmente literatura– pero tienes que tratar con los problemas de la vida diaria y entre más tratas sientes que menos puedes. Pues bien, “En el verano, la tierra”, de Carlos Martínez Assad, encontrarás no solo una obra literaria, sino una novela que te permitirá comprender en suma los orígenes de los conflictos en Líbano, a la vez que encontrarás la historia de un mexicano de ascendencia libanesa que, en los años setenta, emprende un viaje a la tierra de su abuelo: “Tienes que ir a Líbano, debes hacerlo”, para descubrir su identidad, para reconciliar los recuerdos de su abuelo con su presente, pues “nuestro presente es tan limitado que bueno es añadirle un pasado, a falta de poder añadirle un porvenir” [Marguerite Yourcenar].

Así, con nostalgia y un amor familiar, el de su abuelo, quien representa el pasado mítico, el viaje se convierte en una travesía del entendimiento con un pueblo ancestral. Y es que la novela intercala la voz del protagonista con la de su abuelo, quien relata la historia de cómo llegó exiliado a México, los albores de la Revolución, y cómo se estableció en un país que suponía tan distinto al suyo, al tiempo que narra la historia de los pueblos cristianos maronitas, musulmanes y judíos. No te sorprenda si en este viaje te enamoras, si estando en París conoces a la Maga, o en este caso a Alina, y en algunos momentos distingues la vena de Rayuela. No te sorprenda, porque la novela es tan abundante en historias –entre estas la relación sentimental que nace entre el nieto y Alina, su compañera de viaje– y mitos confabulados que conforman una narración rica que no pretende deslumbrarte con sapiencia, sino con el propio candor de las palabras y de los lugares descritos: “Sentirás el pasado en los añosos olivos cargados de aceitunas, en los retorcidos sarmientos de las vides que crecen sin parar y cuyas uvas son las más dulces que habrás probado.” En ella confluyen historias maravillosas, como la de la mujer de Anubis que “vestía la noche sobre su cuerpo esbelto”, la del sacrificio de Faride o la del persa Jerjes, quien construyó un puente efímero con “seiscientos setenta y cuatro barcos fenicios unidos de borda a borda” para que pasaran las tropas y evitaran la expansión de los griegos.




 En el verano, la tierra es un viaje por el pasado del abuelo exiliado, por la historia de los pueblos que están siendo destruidos, porque “la ignorancia les impidió ver el florecimiento de una cultura exquisita”, y por la reconstrucción de una historia de vida a través del entendimiento humano “de un problema [lamentablemente] sin solución”. No te sorprenda tampoco, que la siguiente vez que escuches una noticia sobre la guerra en Medio Oriente le prestes más atención y que esta novela mueva tus emociones por un pueblo del que quisieras saber todavía más.

 Por Perla Holguín

Imagen: Portada del libro “En el verano, la tierra”, de Carlos Martínez Assad.
Con información de Ghandi

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