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Espíritu e historia del Brandy de Jerez

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Al-ambique, (el que gotea)

El Brandy de Jerez está considerado como una de las bebidas espirituosas más nobles del mundo. Historia, cultura, sabor y elegancia convergen en esta joya andaluza.

El cultivo de la vid fue introducido en la zona de Jerez por los fenicios sobre el 1100 a.C, como lo hicieron por toda la cuenca mediterránea, trayendo variedades procedentes de Egipto y Mesopotamia. Ellos fundaron Xera (Jerez) y Gades (Cádiz). La zona de Jerez era una encrucijada de caminos y culturas y sus vinos se sirvieron en mesas griegas, romanas e incluso árabes a pesar de su prohibición coránica.

El descubrimiento del alambique y del alcohol propiamente dicho se atribuye a los chinos. De China pasaría a Egipto y de allí a los árabes que fueron los que lo trajeron a nuestra tierra. Cuando los árabes se asentaron en nuestro suelo se encontraron con una considerable producción de vino de exquisita calidad. Entonces, hacia el año 900, hicieron traer sus alambiques y alquitaras para comenzar la destilación de vinos y obtener aguardientes de vinos, alcoholes y esencias. El fin de la destilación del vino por los árabes era, mayormente, medicinal. No así entre los cristianos, quienes no sólo consumían el vino sino que empezaron también a degustar los destilados del mismo. Y gracias a la larga convivencia entre árabes y cristianos, estos últimos aprendieron de los primeros los secretos de la destilación.



La primera referencia a la elaboración de aguardientes en Jerez la encontramos en el libro de Joaquín Portillo, Noches Jerezanas, en el que se habla por primera vez de la renta del aguardiente, con referencia de fecha de 1580. Dicha renta del aguardiente fue administrada en arrendamiento por el Gremio de la Vinatería entre los años 1795 y 1769, lo que nos confirma la importancia de la misma.

Durante los siglos XVIII y XIX fue incrementándose la destilación para la obtención y comercialización del aguardiente, dirigido sobre todo al Norte de Europa. El mercado principal para nuestros destilados de vino fue Holanda; desde allí se reexportaban nuestros aguardientes, a través de la importantísima Compañía de las Indias, al resto del mundo. Este comercio con Holanda habría de dar como fruto, por muy distintos caminos, la creación de dos palabras clave para nuestro singular producto: Brandy y Holanda.

La palabra brandy es la adaptación inglesa del término original holandés brandewijn, que literalmente significa “vino quemado”. En relación al término holandas, conviene precisar que se denominan así a los aguardientes de vino de baja graduación, destilados en torno a los 65 grados por 100 vol. Son estos aguardientes, las holandas, los que se utilizan primordialmente para el Brandy de Jerez. Su riqueza en substancias ‘no alcohol’ permite conservar los aromas y gustos más sublimes del vino del que se han obtenido.

Respecto al momento exacto en que los bodegueros jerezanos decidieron añejar sus aguardientes en botas de roble y alumbrar el que habría de ser Brandy de Jerez, hay pequeñas discrepancias. No cabe duda de que durante los siglos XVI, XVII y XVIII ya existía la costumbre entre las familias bodegueras y sus relaciones de consumir aguardientes de vino añejados. Una tradición oral atribuye el nacimiento, como negocio, del Brandy de Jerez, a una larga demora en el embarque de un pedido de aguardiente para Holanda; el aguardiente reposó en botas de roble que habían contenido vinos jerezanos, donde se añejó y tomó nuevas calidades de finura y sabor, dando lugar a lo que, en los mercados de habla inglesa, se llamó Spanish Brandy.

Sin embargo, fueron los acontecimientos políticos del S XV los que cambiaron el futuro del vino y el brandy de Jerez: Constantinopla cae en poder de los turcos y el comercio por el Mediterráneo se paraliza; en la misma época los ingleses pierden Burdeos, y se quedan sin la principal fuente de sus importaciones de vino. Es entonces cuando los jerezanos concedieron privilegios exclusivos de distribución a los comerciantes ingleses. Pero fue el saqueo del pirata Drake al puerto de Cádiz en 1587, lo que impulsó el consumo y el prestigio del jerez, ya que capturó 2.900 botas de vino que se vendieron en las tabernas inglesas. Las barricas eran utilizadas después por ingleses y escoceses para envejecer el whisky (aún hoy, las destilerías escocesas compran botas jerezanas para ese uso). Para disminuir los gastos que suponía la inversión, cada año, en la compra de barricas nuevas, los exportadores ingleses construyeron las primeras naves de almacenaje que hoy son las bodegas jerezanas: Domecq, Gordon, Sandeman, Telford, Osborne, Byass, Terry… Y durante los años siguientes, las grandes casas de El Puerto de Santa María, de Sanlúcar de Barrameda y de Jerez de la Frontera van añadiendo a su principal actividad de cosecheros, criadores y exportadores de vinos, esta atractiva aventura del Brandy de Jerez. Y aunque durante algunos años se cometió el fallo de comercializarlo como cognac (o coñac), hoy en día este brandy está perfectamente identificado como Brandy de Jerez y cuenta con un Consejo Regulador que controla su producción y le confiere, como defensa del consumidor, un sello de autenticidad y garantía.

Y es que el Brandy de Jerez se diferencia de otros brandies por tener unas características organolépticas propias y singulares debidas, fundamentalmente, a su tradicional sistema de elaboración, a las características de las botas de madera en las que envejece y, naturalmente también, que, a las propias características climáticas de la exclusiva área geográfica en que se elabora. El Brandy de Jerez es espíritu de vino, en tanto y en cuanto su materia prima es el resultado de la destilación de vino. Como es sabido, la destilación es un proceso absolutamente natural de separación (por calor y frío) de determinados componentes del vino para lograr la evaporación de características que conforman el aroma y gusto de los vinos.



En función del tiempo de envejecimiento del Brandy, nos encontramos con los diferentes tipos de Brandy de Jerez: Brandy de Jerez Solera, con una vejez media de entre seis meses y un año; Brandy de Jerez Solera Reserva, con una vejez media de entre un año y dos años y medio; Brandy de Jerez Solera Gran Reserva, con una vejez media de entre tres años y ocho años, aunque algunas marcas superan los doce años. Además, todas las bodegas conservan, como auténticos tesoros, brandies con más de 50 años de vejez.

Ya saben: cuando disfruten de un Brandy de Jerez se llevan a los labios una copa que contiene un bagaje cultural de más de 20 siglos. ¡A beber con respeto!

Por Margarita Lozano

Con información de Granada Hoy

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