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Declaración de independencia de Palestina – 15 de noviembre de 1988

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Un día como hoy pero de 1988, el Consejo Nacional Palestino proclamó en la ciudad de Argel, Argelia, la declaración de Independencia de Palestina

En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.

Sobre la tierra de las tres religiones monoteístas de la humanidad; sobre la tierra de Palestina; nació el pueblo árabe palestino, creció y se desarrolló su presencia humana y patriótica a través de una relación orgánica ininterrumpida entre el pueblo, la tierra y su historia.

Con una firmeza ejemplar en el espacio y el tiempo, el pueblo árabe palestino construyó resueltamente su identidad nacional, inclusive logrando alcanzar niveles inimaginables, después, en su defensa ante las invasiones, los designios de fuerzas foráneas y ante el poder de seducción especial que emana del pasado luminoso y ancestral de este lugar inminente en el que se juntan y se cruzan los poderes y las civilizaciones. Todo esto conjuró para privar al pueblo de su independencia política. Sin embargo, el vínculo imperecedero entre Palestina y su pueblo, preservó el carácter de la tierra y el genio nacional de su población.

Alimentado por una larga serie de civilizaciones y de culturas, inspirado en su rico patrimonio espiritual y material, el pueblo árabe palestino aumentó a través de la historia su propio desarrollo, en una inquebrantable unión entre el hombre y su tierra, y sobre los pasos de los sucesivos profetas sobre esta bendita tierra alzó de las iglesias y de las mezquitas las alabanzas al Creador y celebró la compasión y la paz. Y generación tras generación, el pueblo árabe palestino se sacrificó incesantemente en la valiente lucha por la liberación y por la Patria. ¿Pues, cuál ha sido la firme cadena que ha contenido las rebeliones de nuestro pueblo, sino la encarnación de nuestra voluntad nacional de independencia?

Cuando, en el curso de los tiempos modernos, se proclamó un nuevo orden de valores y normas justas para todos, fue nuestro pueblo el que quedó excluido del destino común de todos los demás pueblos, por una alianza hostil de poderes foráneos y locales. Una vez más la justicia por sí sola se rebeló insuficiente para dirigir la historia del mundo.

Y así se abrió la gran herida palestina a una dolorosa contradicción: el pueblo que fue privado de su independencia y cuya patria fue sometida a una nueva ocupación, fue calumniado con la difusión de la falsedad de que “Palestina era una tierra sin pueblo”. Y a pesar de esta falsedad histórica, la comunidad internacional en el Artículo 22 de la Carta Fundamental de la Liga de las Naciones de 1919, y el Tratado de Lausana de 1923, reconocieron que el pueblo árabe palestino -al igual que los otros pueblos árabes que se separaron del Imperio Otomano- es un pueblo libre e independiente.

A pesar de la injusticia histórica inflingida al pueblo árabe palestino, que resultó en su dispersión y que lo privó de su derecho a la autodeterminación derivada de la Resolución 181 (1947) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que partió a Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, es sin embargo, esa Resolución la que todavía da las condiciones de legalidad internacional que garantizan el derecho del pueblo palestino a la soberanía y la independencia nacional.

La ocupación de Palestina y de partes de otros territorios árabes por las fuerzas israelíes, la usurpación y la expulsión de sus hogares ancestrales de la mayoría de los habitantes de Palestina, se logró en etapas mediante el uso del terror sistemático; aquellos palestinos que quedaron como un vestigio subyugados en su patria, fueron perseguidos y forzados a perder las características de su vida cultural y nacional. Así fueron violados los principios de la legalidad internacional y desfigurada la Carta de las Naciones Unidas y sus resoluciones, que reconocen los derechos nacionales del pueblo árabe palestino, incluyendo el derecho al retorno, a la autodeterminación, a la independencia, y a la soberanía sobre su suelo patrio.

En el corazón de la patria y en las alambradas del exilio, cercano y lejano, el pueblo árabe palestino nunca flaqueó y nunca abandonó su firme convicción en sus derechos al retorno y a la independencia. La ocupación, las masacres y la dispersión no lograron mermar la firme conciencia palestina en su propia identidad nacional y política, mientras que los palestinos avanzaban con su destino sin desviarse y sin inclinarse. Y la identidad política emergió más consolidada y fuerte de los largos años de prueba y de lucha; y la voluntad nacional colectiva labró para sí una encarnación política: la Organización para la Liberación de Palestina, su único y legítimo representante, reconocida por el conjunto de la comunidad internacional, así como por organismos regionales e internacionales.

Sosteniéndose en la dura roca de la convicción de la validez de los derechos inalienables de los palestinos, y sobre el consenso nacional árabe y la legalidad internacional, la O. L. P. dirigió las campañas de su gran pueblo, moldeado en una unidad y voluntad indivisibles, en sus triunfos, aún cuando sufría masacres dentro y fuera de su hogar nacional. Y así la resistencia palestina clarificó y se elevó alcanzando la conciencia árabe e internacional, logrando para su lucha palestina una inusitada prominencia entre los movimientos de liberación en el mundo.

La masiva rebelión palestina, la Intifada, que ahora se intensifica ampliándose sus espacios, así como la firme resistencia en los campos de refugiados fuera de la patria, han elevado la certidumbre de la verdad y los derechos palestinos a niveles más altos de comprensión y de evidencia. Finalmente ha caído el telón en torno a toda una época de prevaricación y de negación. La Intifada ha puesto sitio a la conciencia oficial israelí, que por mucho tiempo ha dependido exclusivamente del mito y del terror para negar la existencia palestina. Debido a la Intifada y a su irreversible impulso revolucionario y la acumulación de fuerzas provenientes de cada posición nuestra, la historia de Palestina alcanza uno de sus momentos más decisivos, al reafirmar, el pueblo palestino, definitivamente, sus derechos inalienables y su ejercicio sobre su suelo patrio.

En virtud de sus derechos naturales, históricos y jurídicos, ganados por derecho propio por las sucesivas generaciones que se han sacrificado en defensa de la libertad y la independencia de su patria; en cumplimiento de las Resoluciones adoptadas por las Conferencias Cumbres Árabes y en base a la autoridad conferida por la legalidad internacional encarnada en las Resoluciones de las Naciones Unidas desde 1947; y afirmando en representación del pueblo palestino sus derechos a la autodeterminación, a la independencia política y a la soberanía sobre su territorio.

El consejo Nacional Palestino, en el nombre de Dios y en nombre del pueblo árabe palestino, proclama el establecimiento del Estado de Palestina sobre nuestro territorio palestino, con Jerusalén como su capital (Al Quds Al Sharif).

El Estado palestino es el Estado de los palestinos donde quiera que se encuentren. En él buscan desarrollar su identidad nacional y cultural colectiva y disfrutan en su seno de una completa igualdad de derechos. En él se resguardarán sus convicciones políticas y religiosas, así como su dignidad humana por medio de un sistema de gobierno democrático y parlamentario, basado en la libertad de expresión, y en la libertad para organizar y formar partidos. El derecho de las minorías será celosamente respetado por las mayorías, y las minorías deben respeto a las decisiones de las mayorías.

El ejercicio del gobierno se basará en los principios de justicia social, igualdad y no discriminación en el ejercicio de los derechos públicos de hombres y mujeres, ni en función de color, de la raza y de la religión. Se regirá así mismo por una Constitución que asegure el imperio de la Ley y la existencia de un poder judicial autónomo. De este modo, estos principios no permitirán alejamiento alguno de la consagrada tradición cultural y espiritual palestina de tolerancia y convivencia religiosa que ha tenido a través de los siglos.

El Estado palestino es un Estado árabe, parte integral e indivisible de la Nación Árabe, compartiendo con ella la misma civilización y patrimonio así como las aspiraciones de liberación, progreso, democracia y unidad. El Estado palestino afirma su obligación de guiarse por la Carta de la Liga de los Estados Árabes y su empeño por fortalecer el trabajo común árabe, y formula un llamado a sus compatriotas árabes para consolidar y fortalecer el proceso de emergencia de nuestro Estado y a movilizar sus potencialidades y a intensificar esfuerzos para poner fin a la ocupación israelí.

El Estado de Palestina proclama su compromiso con los principios y propósitos de las Naciones Unidas y de la Carta Universal de los Derechos Humanos. Así mismo, proclama su compromiso con los principios y con la política del Movimiento de los No Alineados.

El Estado palestino se proclama amante de la paz, y adhiere a los principios de coexistencia pacífica. Se unirá a todos los Estados y pueblos en la búsqueda de una paz permanente basada en la justicia y en el respeto de los derechos de modo que el potencial humano esté al servicio del bienestar, y que se pueda mantener una honesta competencia por la excelencia de modo que la confianza en el mañana cancele el miedo al futuro, para todos aquellos que son justos o se tornan convencidos de la justicia para todos.

En el contexto de su lucha por la paz, en la tierra del amor y de la paz, el Estado palestino formula un llamado a las Naciones Unidas para que asuman sus responsabilidades sobre el pueblo árabe palestino y su patria. Llama a todos los pueblos y Estados amantes de la paz y de la libertad a que lo asistan en la búsqueda de sus objetivos, para que le brinden seguridad, para aliviar la tragedia de su pueblo y para ayudarlo a poner término a la ocupación israelí de territorios palestinos.

El Estado palestino afirma su convicción en la solución por medios pacíficos de los conflictos regionales e internacionales, acorde con la Carta y las resoluciones de las Naciones Unidas; sin perjuicio de su derecho propio a defender su integridad territorial y su independencia. A la vez que rechaza toda amenaza, el uso de la fuerza, la violencia y el terrorismo, y su uso contra su integridad territorial y su independencia política, así como rechaza el uso de tales medios contra la integridad territorial de otros Estados.

Por ello, en este día sin par, 15 de noviembre de 1988, estando ante una nueva aurora, con todo honor y modestia nos inclinamos ante el espíritu sagrado de nuestros mártires, palestinos y árabes, a través de cuyo sacrificio puro por la patria, nuestro cielo ha sido iluminado y nuestra tierra revitalizada. Nuestros corazones se levantan y se irradian con la luz que emana de la muy venerada Intifada, y de aquellos que han portado el estandarte de la libertad, de nuestros niños, nuestros viejos, nuestros jóvenes, nuestros prisioneros, detenidos y heridos, todos aquellos cuya ligazón con nuestro sagrado suelo se confirma en el campo, en la aldea, en el pueblo. Rendimos especial tributo a la brava mujer palestina, guardiana de la vida, custodia de la perenne llama permanente de nuestro pueblo. A las almas de nuestros mártires, al conjunto de nuestro pueblo árabe palestino, a todos los hombres libres y honorables del mundo, les prometemos que nuestra lucha continuará hasta que termine la ocupación y hasta que se afirmen los fundamentos de nuestra soberanía e independencia.

Llamamos a nuestro gran pueblo a unirse en torno a la bandera palestina, para defenderla y amarla, de modo que siga siendo por siempre el símbolo de nuestra libertad y dignidad en la patria, que es la patria libre de un pueblo que siempre será libre.

 En nombre de Dios, el Compasivo,  el Misericordioso.

 “Dí: oh Dios, Señor del reino,

Tú das el reino a quien tú lo desees,

Y privas del reino a quien desees.

Tú exaltas a aquel que deseas, y rebajas a quien deseas;

En tu mano está el bien;

Tú eres poderoso sobre todas las cosas”.

Es la palabra verdadera del Dios Todopoderoso.

Argel, Argelia, a 15 de Noviembre de 1988

 Declaración de Independencia de Palestina

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