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La deuda de Dante y Federico con la cultura árabe

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La deuda de Dante y Federico con la cultura árabe

Hubo dos cortes de príncipes cristianos ejemplo del rico diálogo que resultó con la España islámica: la de Alfonso el Sabio de España y la de Federico II Hohenstauffen de Palermo. En la Andalucía del siglo 9, el árabe era el idioma universal, aun entre los cristianos. Así, cuando las fuerzas cristianas tomaron Toledo en 1085, la cultura siguió siendo árabe. Los reyes de Castilla y Aragón se casaron con mujeres árabes; entre ellos Alfonso IV, Alfonso VII, y Alfonso el Sabio (1226–1288). Las obras árabes se tradujeron rápidamente al latín en las escuelas de traducción, y no sólo los clásicos griegos, sino también el Corán. Bajo Alfonso, se hicieron traducciones en lengua romana y francés, así como latín. Alfonso estableció una escuela donde el filósofo árabe Muhamed al Riquti educaba a árabes, cristianos y judíos por igual. También fundó una “escuela general de árabe y latín” en Sevilla, donde cristianos y musulmanes enseñaban ciencia y filosofía. Alfonso comisionó a navegantes y astrónomos árabes para que trabajaran con él en las “Tablas alfonsíes”, y fue autor de la “Crónica general de España”. Su Cantigas de santa María también muestra la fuerte influencia árabe.

 Entonces, estaba Hohenstaufen en Sicilia, una cultura árabe cristiana. Desde la conquista de los normandos en 1091, hasta el reinado del Hohenstaufen, todo se asimiló de los gobernantes musulmanes previos, desde el idioma, la arquitectura, la música, la poesía y la ciencia, hasta los hábitos en el vestido. Rogelio de Sicilia introdujo, por los 1140, leyes estrictas para certificar a los médicos conforme los lineamientos de Bagdad. Federico II (1215–1250), cuya lengua natal era el árabe, trajo científicos de Bagdad a su corte, junto con músicos y poetas. Tanto a Federico como a Rogelio II (1101–1154) se les conoció como los “sultanes bautizados de Sicilia”. Su “cruzada” a Jerusalén ofendió al Papado, porque en vez de emprender una guerra para recuperar los territorios, Federico negoció con los musulmanes y dedicó su tiempo a discusiones filosóficas con sus intelectuales. En 1224, fundó la Universidad de Nápoles, siguiendo el modelo de los centros de estudio andaluces. Gracias a un permiso real, la universidad ofrecía un programa en estudios orientales, el cuál aprovechó Tomás de Aquino, entre otros.

Así, las joyas de la cultura árabe fueron admiradas y pulidas en Toledo, Sevilla y Palermo, para transmitirse a aquellos que sentarían la base del Renacimiento florentino. Las dos influencias más significativas en este proceso fueron Ramón Llull y Dante Alighieri. Ambos rechazaban el islam, pero asimilaron la cultura árabe que lo había engendrado.

La deuda de Dante con el islam

Sin embargo, el logro más grande a este respecto fue el de Dante, que fue resultado directo del trabajo de Sevilla y Palermo. En De vulgari eloquentia, su obra medular sobre las lenguas vernáculas, Dante lamentó el hecho de que hubiera otras lenguas superiores al italiano; aunque no las identifica, las únicas otras lenguas en Europa eran el hebreo y el árabe, que estaba mucho más generalizado. De hecho, Dante identificó a los poetas españoles y a los trovadores provinciales, sus parientes literarios, que se formaron en los modelos poéticos árabes, como los mensajeros de una nueva poesía e idioma. El maestro de Dante, Brunetto Latini, como se relata en la Divina Comedia, fue el embajador florentino a la corte de Alfonso, y ahí, después de pasar un tiempo en su rica biblioteca, llena de obras árabes, compuso el El tesoro, una obra que, para Dante, representaba la síntesis del conocimiento científico.

¿Cuál era la relación de Dante con el Islam? El vilipendiado sacerdote cristiano español Asín Palacios, escribió un trabajo extraordinario en los primeros años del siglo pasado acerca de la influencia del Islam —mediada por la Andalucía morisca— sobre Dante. Palacios demostró que el leit motif de la Comedia, la ascensión del hombre (Dante el peregrino) al paraíso, nace de un episodio en la vida de Muhammad (BPD),  descrito en el Corán, que fue el tema de varios poemas árabes.

Lo importante de la relación de Dante con el islam no son los “motivos literarios” o las “influencias”, sino cómo el poeta aborda la cultura árabe islámica con un enfoque parecido al de Llull —cuyos trabajos Dante conocía—, pero más cultivado.

Uno debe ver la Comedia como un diálogo en el que Dante le responde al islam. Si uno piensa hasta dónde la cultura árabe musulmana penetró en la Europa del siglo 13, cuando Dante escribió la Comedia, uno ve que lo hizo de manera consciente como una respuesta —ya de forma negativa, en la reyerta en torno al averroísmo en París, ora positiva, en los logros envidiables de Andalucía y Palermo—, por así decirlo, al islam. Ahí estaba una cultura, una cultura musulmana que había alcanzado una excelencia social y cultural extraordinaria en España y el sur de Italia, y que cobró forma por una perspectiva religiosa del mundo que le transmitiera el Corán, un poema en el árabe vernáculo accesible para la mayoría de los musulmanes, quienes de hecho lo memorizaban. Dante, en su De vulgari eloquentia, declara su intención de escribir una obra poética cumbre, para forjar un vernáculo italiano que constituya la base epistemológica, moral y religiosa de un Estado nacional italiano. ¿Qué mejor medio, entonces, que “citar” un motivo del Corán y transformarlo en la ascensión del peregrino cristiano Dante al paraíso? Así es como Dante demuestra su noción de la superioridad de la perspectiva cristiana del mundo, en términos comprensibles para aquellos formados en una cultura árabe hegemónica.

El tema central de la Comedia es la Trinidad, el concepto que separa al cristianismo del islam. El poema entero, no sólo es trinitario en su forma, sino que el proceso por el cual el peregrino Dante —y así, el lector— progresa desde los parámetros morales e intelectuales del infierno, a través del purgatorio, hacia el paraíso, es la “prueba” de la Trinidad. Es por medio del proceso de autoperfección del peregrino Dante, de su progresiva comprensión de las leyes del universo de Dios, que se gana el acceso al reino de la ciencia, que es el paraíso. El paraíso terrenal (que puede verse como el paraíso del Corán) aparece como una quimera al final del libro del purgatorio y, en oposición polémica a esto, el verdadero paraíso se descubre como el progreso de la mente individual en la comprensión de las leyes del universo de Dios, como ciencia.

El Concilio de Florencia

El poema de Dante fue la influencia más importante sobre el Renacimiento, antes de la convocatoria del cardenal Nicolás de Cusa para el Concilio de Florencia (1438). Incluso en el Concilio, que se realizó en la iglesia de Santa María del Fiore, la pintura que representa la Comedia estaba en una pared para que todos la vieran. Es significativo cómo su poema ofreció el vehículo poético para que la población italiana, no sólo se instruyera, sino se educara en los conceptos fundamentales del cristianismo. No debe pasarse por alto que en la época de Dante la Biblia no estaba al alcance de la población en general; mas la Comedia se convirtió en el texto que se recitaba y comentaba en las iglesias de la Florencia de los siglos 14 y 15, de modo sorprendentemente parecido a la forma en que, al mismo tiempo, el Corán se recitó y comentó entre los musulmanes en otras partes de Europa. La Comedia era el libro de cabecera de Filippo Brunelleschi. Leonardo da Vinci la conocía perfectamente. La Comedia de Dante encarnó y transmitió toda la ciencia árabe, fuera de forma directa o por medio de la obra de arabistas cristianos como Roger Bacon y otros, en la física, la poesía, y la música.

Así, el proceso que se derivó de Llull y Dante en el Renacimiento del siglo 15, bien puede considerarse como un gran diálogo, una “gran fuga”, en donde el tema de la relación entre Dios y el hombre lo desarrollan, contrapuntísticamente, los platónicos de la herencia islámica europea y sus interlocutores cristianos humanistas. Ese debe ser el espíritu del diálogo ecuménico hoy día.

Por Muriel Mirak

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