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Palestina, joya del mundo árabe

Fragmentado política y geográficamente entre la Franja de Gaza y Cisjordania, el estado palestino guarda en su territorio lugares sagrados, que a pesar del conflicto se ha consolidado como un atractivo destino turístico.

©El Espectador
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En medio de uno de los conflictos armados más complejos de la historia sobrevive una joya del mundo árabe: Palestina, un estado fragmentado política y geográficamente entre la Franja de Gaza y Cisjordania. Por los efectos de la ocupación militar israelí, ninguno de estos territorios tiene aeropuertos. A Cisjordania, que fue nuestro destino, se llega a través de Israel o Jordania y en ambos casos las fronteras están controladas por el ejército de Israel.

“Bienvenidos a Israel”, decían los soldados, pero todos sabíamos que estábamos entrando a Palestina, un territorio conocido por sus grupos de resistencia armada, pero desconocido por su riqueza cultural. Un país donde inevitablemente se mezclan el turismo político, espiritual e histórico. Durante un buen rato, por las ventanas del bus solo se ve un enorme desierto.

Poco a poco comienzan a dibujarse las siluetas de los camellos, algunos campamentos de beduinos y mezquitas que se camuflan en la arena. La última parada fue en Rammallah, la ciudad principal, donde al comienzo nos sentimos desorientados en medio de una metrópoli con un comercio boyante, convulsos mercados árabes y taxis marca Mercedes Benz.

Al interior de la ciudad –con barrios lujosos y en continua construcción- uno no se imagina que está en un país azotado por la guerra y cuya economía depende en su mayoría de la cooperación internacional. Un taxista de turbante nos llevó, gratis, hasta la principal atracción: la tumba de Yasser Arafat, el líder de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), quien falleció hace ocho años, después de estar sitiado por el ejército de Israel en la Mukata (hoy sede de la Autoridad Nacional Palestina ubicada en Ramallah).

Familias de todos los rincones de Palestina llegan para dejar flores en el mausoleo de su mítico mártir. Las imágenes de Arafat, con su pañuelo tradicional, inundan las calles de Cisjordania y son aún el principal referente de la lucha por la autodeterminación del pueblo palestino. En la noche nos sentamos en la terraza de Eiffel Sweets, en el centro de Rammallah, a comer Backlavas, tomar café árabe (con cardamomo), fumar narguile, escuchar los cantos de mezquitas lejanas y charlar con algunos transeúntes.

Los palestinos, a diferencia de los árabes en otras latitudes, no ven a los turistas solo como consumidores, sino como una vía para comunicar su realidad al mundo exterior, a donde no pueden ir por estar encerrados entre un muro gris de alrededor de 700 kilómetros de largo (casi tres veces más que el muro de Berlín), construido por Israel desde 2002. Nuestro siguiente destino fue Jericó, en el ardiente desierto de Judea. Es una de las ciudades más antiguas de la tierra y el asentamiento humano más profundo del planeta (300 metros bajo el nivel del mar).

Jericó, con sus calles desoladas por el calor del verano, yace frente al inmenso Monte de la Tentación, el lugar bíblico donde Jesús ayunó durante 40 días después de su bautizo en el río Jordán. En uno de los teleféricos más largos del mundo llegamos hasta el monasterio griego-ortodoxo de Quarantal, tallado en el siglo VI sobre la piedra de las laderas la montaña. Allá, en un místico silencio, viven los monjes contemplando desde sus balcones cómo el vasto desierto llega hasta las orillas del mar muerto. Peregrinos del mundo llegan a diario para orar en la roca donde Satanás tentó a Jesús para que rompiera su ayuno. Otros tantos llegan a comprar joyas en las ‘Tiendas de la tentación’ y comer aceitunas y queso de cabra mientras el sol se esconde en lo que, a la luz del crepúsculo, parece un mar de fuego.

Belén, destino ineludible, es la ciudad más visitada de Palestina. Miles de religiosos, antropólogos, historiadores y turistas, llegan a la Iglesia de la Natividad, construida en el siglo cuarto sobre la gruta donde se supone que nació el mesías cristiano. El lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el año pasado, es simple, sin mucha ornamentación y con algunos agujeros de bala en las paredes, que recuerdan cuando francotiradores israelíes mataron a siete palestinos armados que se escondían en el disputado monumento en 2002.

Muchos turistas que vienen en un tour comprado desde Israel, ni siquiera saben que están en territorio palestino. La ciudad alberga otra cantidad de lugares como el Milk Grotto -una iglesia franciscana levantada sobre la gruta donde la familia de Jesús se refugió mientras los romanos asesinaban a todos los recién nacidos de la ciudad-; las ruinas del palacio de Herodes, una variedad de mezquitas y talleres donde los palestinos tallan souvenirs sobre madera de olivo, el árbol insignia de su país.

A pocos metros de la Iglesia de la Natividad está el muro que encierra a Palestina y que en Belén serpentea a pocos metros de las viviendas. Los turistas más curiosos caminan junto a esa barrera de hormigón, convertida en una colorida exhibición de graffitis, murales, galerías fotográficas, mensajes de amor y dolor y hasta obras del artista inglés Banksy. Hay un restaurante que se llama The Wall y, durante el pasado mundial de fútbol de Sudáfrica, proyectaban los partidos sobre el muro. Todo un tejido social de los palestinos dibujado sobre la vergonzosa pared que los encierra.

La última de nuestras paradas fue Hebrón, una ciudad al sur de Cisjordania. Allá está la tumba de Abraham, el segundo lugar más sagrado para los judíos y el cuarto para los musulmanes. Por ser los descendientes de Abraham Isaac (de donde viene el judaísmo) e Ismael (de donde viene el Islam), el lugar se considera originario de ambas corrientes. Para entrar a la tumba, luego de pasar un checkpoint israelí, los judíos toman un camino y los musulmanes otro. La edificación es mitad mezquita y mitad sinagoga y a la tumba del profeta la adoran desde una ventana los judíos, de corbata y sombrero, y desde otra los adeptos al islam, de túnica y turbante. Ambos, técnicamente, son hermanos.



Lugares de interés

•Domo de la Roca: fue construido en el año 687 y es considerado el tercer lugar más sagrado para la religión islámica. Se encuentra en el barrio musulmán de la ciudad antigua amurallada de Jerusalén Oriental. En su interior yace la piedra sobre la cual se dice que Muhammad ascendió al cielo y por fuera está decorada con finos mosaicos. Las murallas son en mármol.

•Basílica de la Natividad: está a un costado de la plaza de la Natividad, en Belén. La primera iglesia se construyó en el siglo IV y la actual en el año 530, por orden del emperador Justiniano. Adentro está una pequeña gruta en donde se cree que nació Jesús. Está decorada con velas y 15 lámparas de aceite.

•Monasterio de Mar Saba: se encuentra en medio de las ciudades de Belén y Jericó. Fue construido en el año 483 por San Saba, un santo que nació en Turquía y que luego de visitar Tierra Santa se volvió ermitaño. La magnificencia de esta estructura es impresionante y en su interior hay libros y manuscritos de gran valor histórico.

•Basílica del Santo Sepulcro: es el sitio más sagrado del mundo cristiano. Fue construida por el emperador Constantino en el año 335. Una de las tradiciones más representativas es la ceremonia de apertura de sus puertas cada mañana, por parte de una familia palestina musulmana que guarda las llaves.

•Murallas de la ciudad antigua de Jerusalén Oriental: esta imponente construcción evidencia la grandiosidad de la arquitectura árabe islámica. Tiene 43 torres y 11 puertas inmensas, de las cuales siete se encuentran actualmente abiertas.
Prefijo telefónico: 972

Moneda: Nuevo Shéquel

Diferencia horaria: +7

Idioma: Árabe

Clima: Entre noviembre y mayo hay bastantes lluvias. La temperatura promedio es de 15 °C.

Qué comer: la gastronomía se caracteriza por tener muchos aromas y sabores. Uno de los platos más populares es el falafel, bolitas fritas de garbanzos machacados. El Shawarma, delgadas lonchas de cordero, es otra receta representativa.

Transporte: además de los buses o taxis, una gran alternativa es alquilar carro.

Fuente: El Espectador

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