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Cisneros y la quema de los manuscritos granadinos

quema manuscritos

Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una delicadeza únicas en el mundo.

Federico García Lorca

Si uno preguntara al clásico “cualquiera,” a finales de 1492, cuál había sido el acontecimiento de mayor envergadura durante el año, no habría mencionado el viaje de Colón y menos el descubrimiento de América.

Colón no volvería hasta el año siguiente. Lo que había encontrado eran unas islas, unos indígenas analfabetos, el tabaco.

Faltaban años para que alguien se diera cuenta de la existencia de un nuevo continente, con la retrospectiva reinterpretación y glorificación del viaje colombino.(1)

Ni, a finales de 1492, se hubiera considerado el destierro de los judíos(2) como el hecho que definiera el año.

Sí fue una catástrofe para ellos, quienes se consideraban los dueños primitivos de la península, capital mundial del judaísmo medieval y sitio donde su cultura llegó al nivel más alto desde los tiempos bíblicos.(3)

El deseo de volver a sus tierras bíblicas, el sionismo, nació como consecuencia de su experiencia hispana.

Los sefardíes conservan su identidad nacional, y a veces regional (“soy catalán”), hasta hoy.

Necesitaría otro ensayo el señalar los muchos paralelos entre el Israel actual y la España medieval.

Posiblemente, visto desde la perspectiva de cinco siglos, el destierro o forzada conversión de los judíos, los administradores y profesionales de la España cristiana, fue el más definitivo para España de todos los sucesos del año 1492.(4)

Pero el gran acontecimiento, en la opinión de todos los españoles y europeos que no eran judíos, fue la caída de Granada, acaecida, además, en la simbólica fecha del 2 de enero.

Fue el final de una época, una meta de siglos finalmente lograda. Según la historia oficial, un peligro había sido extirpado.(5)

Ya España era una.(6)

Granada, no Sevilla, fue la ciudad del año 1492. Fue la nueva capital de España.

Sin la conquista (7) de Granada, no se hubiera procedido al destierro de los judíos, medida tomada por Isabel en la misma ciudad.

Sin su conquista, los Reyes no hubieran patrocinado el viaje de Colón, también decidido en la misma ciudad de Granada adonde vino Colón a entrevistarse con ellos.

Allí están enterrados Fernando e Isabel, como también su hija Juana y el asesinado marido de ésta, Felipe el Hermoso. Carlos V construiría en Granada su palacio.

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A pesar de la importancia cultural e histórica de Granada en aquel momento, ha habido un silencio sepulcral respecto a su protagonismo en los preparativos para 1992.

El final de la “Reconquista,” considerado durante siglos como el acontecimiento más glorioso de la historia de España, apenas se conmemora.

Qué paradoja, cuando incluso los agentes de viajes recomiendan una visita a Granada al turista que quiera escaparse de las actividades del 1992.

Se trata de un cambio de perspectiva notable: el dejar no sólo de celebrar sino incluso de mentar el hecho que para los españoles contemporáneos definiera el traído año de 1492.

La conquista de Granada es hoy, evidentemente, menos celebrable que el viaje de Colón.

No es bien conocida la Granada que conquistaron Fernando e Isabel.(8)

Resulta difícil encontrar material sobre ella: en el Diccionario de historia de España de la Revista de Occidente ni hay un artículo sobre el Reino de Granada.(9)

Su verdadera historia ha sido ocultada con falsificaciones, como las del influyente Pérez de Hita.

Para medir el alcance de la pérdida, tenemos que acudir a datos diversos y dispersos.

La ciudad de Granada era, en 1492, la mayor, la mejor situada, la más productiva y la más culta de España.

Se ve hoy con mayor facilidad, acaso, en la arquitectura.

¡Qué contraste entre la Alhambra–el único sobreviviente de los muchos palacios granadinos–y la modesta residencia de los reyes castellanos, el Alcázar de Segovia! (10)

Mayor contraste todavía con el Palacio de Carlos V, para construir el cual se derrumbó una parte de la Alhambra (11): sin color, sin poesía en las paredes,(12) sin agua, sin jardines.

La verdadera antítesis de la Alhambra, el frío Escorial.

La Granada nazarí fue muy elogiada por los primeros visitantes cristianos después de su conquista.

Según Jerónimo Münzer, en la Alhambra–de la cual no queda, ni por mucho, todos los edificios y revestimientos que él vio–”es todo tan magnífico, tan majestuoso, tan exquisitamente obrado, que ni el que lo contempla puede cerciorarse de que no está en un paraíso, ni a mí me sería posible hacer una relación exacta de cuanto vi….

No creo, en fin, que en Europa se halle nada semejante.”(13)

Granada fue una ciudad refrescada y purificada constantemente por el rumor del agua limpia que corría por las escaleras, las calles, los jardines y las casas.

Quedan todavía, a la vista de todos, unos restos de aquel sistema, celebrados por autores modernos, enamorados de su murmullo.(14)

De sus muros permanecen sólo unos inmensos, aislados y melancólicos arcos.(15)

Granada fue la última representante de la gran civilización hispanoárabe.

De la riqueza de su medicina “a la que aquella raza fue siempre y con gran provecho muy aficionada,” según comenta Gómez de Castro infra, queda el testimonio de muchos códices, único campo de su sabiduría cuya sobrevivencia se facilitaba.(16)

La complejidad de los azulejos geométricos, inspiración del matemático y artista gráfico Escher,(17) nos recuerda y documenta su riqueza matemática y filosófica.

Elaboraban la seda y se vestían de ella, y exportaban delicados tejidos y frutos secos.

Se jactaban de tener la lengua más hermosa del mundo, y el secretario del rey tenía que ser también un calígrafo.

Las cartas diplomáticas se redactaban en verso,(18) y los manuscritos se escribían con tintas de variados colores.

Un manuscrito elaborado sólo en negro sería plebeyo y despreciable.(19)

Los títulos de las obras que sobreviven son poéticos: El collar de la paloma, un manual de amor; El perfume del jardín (Naf.h al-.T-ib), una historia; Las banderas de los campeones, una antología poética.

La enciclopedia granadina de Ibn al-Kha.t-ib, incomprensiblemente sin traducir hasta la fecha, se titula El círculo (I.h-a.ta), es decir, lo que incluye todo.

Su abreviación, El centro del círculo.

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Lo que no tenían los granadinos eran las fuerzas militares para defenderse de los ataques cristianos, y fue por esta falta, y no por intrigas palaciegas, que Granada fue sangrada por tributos hasta su extenuación y caída final.(20)

Para los refugiados en África del Norte fue y es todavía el paraíso perdido.(21)

García Gómez la llamó “la última y sabrosísima gota del Islam español.”(22)

Tan poco ortodoxa era su civilización hedonista, tan dada al consumo del prohibido vino que la Alhambra tiene una Puerta del Vino para su entrada.

“Su meta en la vida,” dijo María Soledad Carrasco, “era dar belleza a cada objeto, y gozo a cada hora.”(23)

La opinión del granadino Federico García Lorca de la conquista de Granada fue la siguiente:

“Fue un momento malísimo, aunque digan lo contrario en las escuelas. Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una delicadeza únicas en el mundo.”(24)

No me parece forzar los hechos el atribuir nuestro deficiente conocimiento de la civilización granadina, y los frecuentes comentarios sobre su supuesta decadencia,(25) al gran estrago de sus manuscritos por Cisneros.(26)

Fue el vencimiento definitivo, para que no quedara ni el recuerdo de lo que había sido.

Claro que ha habido otras quemas de manuscritos en la historia del mundo.

La gran mentira de la historia popular magrebí es el atribuir la caída de al-Andalus solamente a los ataques cristianos, e ignorar cómo el califato, y en especial sus bibliotecas y su cultura,(27) fueron destruidos por los puritanos almóhades, venidos del sur.

Pero no conozco ejemplo de parte de gente más culta.

Tampoco he encontrado otro ejemplo de hoguera de manuscritos no sólo importantes por su contenido, sino por su valor estético e incluso material.

El acto, celebrado no en 1492 sino a raíz de la prohibición del Islam en 1499-1500,(28) simboliza el fin de la civilización hispano-árabe y el de la Reconquista mucho mejor que la entrega de la ciudad a Fernando e Isabel.

Fue Cisneros quien comenzó el proceso que llevaría, un siglo después, al destierro de los moriscos.

La quema, controvertida desde el mismo acto de perpetrarla según las fuentes indican, está bien documentada.

La descripción más antigua, inédita hasta 1913, es la del notario e íntimo de Cisneros, Juan de Vallejo:

Para desarraigarles del todo de la sobredicha su perversa y mala secta, les mandó a los dichos alfaquís tomar todos sus alcoranes y todos los otros libros particulares, cuantos se pudieron haber, los cuales fueron más de 4 ó 5 mil volúmenes, entre grandes y pequeños, y hacer muy grandes fuegos y quemarlos todos; en que había entre ellos infinitos que las encuadernaciones que tenían de plata y otras cosas moriscas, puestas en ellos, valían 8 y 10 ducados, y otros de allí abajo.

Y aunque algunos hacían mancilla para los tomar y aprovecharse de los pergaminos y papel y encuadernaciones, su señoría reverendísima mandó expresamente que no se tomase ni ninguno lo hiciese.

Y así se quemaron todos, sin quedar memoria, como dicho es, excepto los libros de medicina, que había muchos y se hallaron, que éstos mandó que se quedasen; de los cuales su señoría mandó traer bien 30 ó 40 volúmenes de libros, y están hoy en día puestos en la librería de su insigne colegio y universidad de Alcalá, y otros muchos añafiles y trompeticas que están en la su iglesia de San Ildefonso, puestos, en memoria, donde su señoría reverendísima está sepultado.(29)

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Con la obra inconclusa de Vallejo a mano, Álvar Gómez de Castro, discípulo de Cisneros, acabó la primera biografía del arzobispo.

Ofrece algunos detalles nuevos:

Alegre por el éxito Jiménez y estimando que debía aprovecharse una ocasión tan favorable, y extirpar radicalmente de sus almas todo el error mahometano, no se detenía ante el parecer de quienes juzgaban más prudente ir quitando poco a poco una costumbre inveterada; pues pensaba que este método era aplicable en asuntos de poca importancia, y en los que no se ventile la salvación de las almas.

Así que, con facilidad, sin dar un decreto y sin coacción, logró que los Alfaquíes, dispuestos en aquella época a hacer todo tipo de favores, sacasen a la calle los ejemplares del Corán, es decir, el libro más importante de su superstición, y todos los libros de la impiedad mahometana, de cualquier autor y calidad que fuesen.

Se reunieron cerca de cinco mil volúmenes, adornados con los palos de enrollar; los cuales eran también de plata y oro, sin contar su admirable labor artística.

Estos volúmenes cautivaban ojos y ánimos de los espectadores.

Pidieron a Jiménez que les regalase muchos de ellos; pero a nadie se le concedió nada.

En una hoguera pública fueron quemados todos los volúmenes juntos, a excepción de algunos libros de Medicina, a la que aquella raza fue siempre y con gran provecho muy aficionada.

Tales libros, librados de la quema por el mérito de arte tan saludable, se conservan actualmente en la Biblioteca de Alcalá.

Hasta este momento había marchado realmente sobre ruedas el programa de nuestro Obispo.(30)

Quema de manuscritos
Quema de manuscritos

Otros añadieron después otros datos, aprovechando muy posiblemente fuentes hoy perdidas.(31)

El biógrafo Alcolea, por ejemplo, especifica que algunas encuadernaciones estaban adornadas con perlas.(32)

Todavía otros intepretan las palabras de Vallejo y Gómez de Castro, señalando las características artísticas de estos manuscritos que cautivaron ojos y ánimos: “códices con deliciosas iluminaciones…hojas perfumadas.”(33)

Ensalzadores de Cisneros (protagonista en el siglo XVII, como la reina Isabel en el XX, de una fracasada campaña de canonización) han aumentado imaginativamente el número de manuscritos quemados a figuras imposibles, pero bastan los “cuatro o cinco mil,” cantidad, dicho sea de paso, imposible de reunir en ninguna ciudad castellana.

Nadie ha negado que se quemó un mínimo de 4.000 códices y rollos, grandes y pequeños, que cautivaron los ojos y ánimos de los espectadores.(34)

Sobre el contenido de la hoguera estamos en terreno más difícil.

Naturalmente se quemaron Coranes y obras religiosas, una terrible ofensa a los musulmanes.(35)

Pero no sólo destruyó Cisneros Coranes, algunos valiosos artísticamente, sino también “todos los otros libros particulares,” “todos los libros de la impiedad mahometana, de cualquier autor y calidad que fuesen.”

No es difícil entender cómo la poesía, que habría incluido poesía mística (sufí),(36) se quemara por considerarse parte de la impiedad mahometana.

Tampoco se salvarían las obras históricas, siendo los reyes, en la civilización musulmana, figuras religiosas y representantes de Allah.(37)

La andaluza fue una civilización escritora y lectora, conocida entusiasta de la poesía y de las memorias e historias.(38)

Consta la excelencia de la cultura granadina hasta casi el momento de la conquista.(39)

La desaparición casi total de su literatura del siglo XV sugiere que contribuyó generosamente a la hoguera.(40)

Los libros que Cisneros no quemó–los de medicina–son los que están relativamente bien conservados.(41)

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Cisneros, por otra parte el mismo que impuso en España después de siglos de resistencia el nefasto celibato clerical,(42) es por ende uno de los más grandes criminales de la cultura española.

Lo que hizo, no lo hicieron los moros con los manuscritos visigodos en Sevilla.(43)

No lo hicieron tras sus conquistas de Toledo y Sevilla ni Alfonso VI ni Fernando III.

Cervantes nunca se atrevió a describir, en ninguno de los muchos viajes de sus personajes, la ciudad de Granada.

Pero es posible que aluda a esta quema en la de los manuscritos de Grisóstomo: el destruirlos fue, según Vivaldo, “fuera de todo razonable discurso.”

Al menos podrían servir “de ejemplo, en los tiempos que están por venir, a los vivientes, para que se aparten y huyan de caer en semejantes despeñaderos” (Don Quijote, I, 13).(44)

A esto–conservar los manuscritos granadinos como mal ejemplo–Cisneros no se arriesgaría.

Se hubiera sentido tan inseguro, que la mera existencia de los manuscritos le habría amenazado.

No vaciló en recurrir a la fuerza y a la tortura para estimular la conversión.(45)

Pero aun valiéndose de tales medidas, la evangelización que quería hacer entre los granadinos, existiendo dichos manuscritos, sería o muy difícil, o imposible del todo.(46)

Rematando la tragedia, el acto de Cisneros serviría de inspiración para otro acto mayor de debilidad.

Me refiero a la quema de los libros mayas por Fray Diego de Landa, también franciscano, quien comenzara su carrera eclesiástica en el convento de Cisneros, el de San Juan de los Reyes en Toledo.

Para facilitar o hacer posible la conversión de los mayas, siguió el ejemplo del arzobispo de Toledo.

En sus propias palabras: “Usaba también esta gente de ciertos caracteres o letras con las cuales escribían en sus libros sus cosas antiguas y sus ciencias, y con estas figuras y algunas señales de las mismas, entendían sus cosas y las daban a entender y enseñaban.

Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosas en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena.”(47)

Con aquellos libros desaparecieron para siempre fuentes básicas de la historia y de la cultura de su civilización, la más escritora de la América precolombina.(48)

Para acabar esta discusión del influyentísimo Cisneros, celebrado como erasmista y como protector de religiosas,(49) Jeremy Lawrance ha señalado recientemente cómo rechazó, en la preparación de su Biblia políglota complutense, las contribuciones del filólogo Nebrija.(50)

Aunque no podemos saberlo directamente, los datos externos sugieren que fue también el intolerante e impaciente Cisneros, confesor y consejero de la reina a partir de 1492, quien le recomendó el todavía elogiado destierro de los judíos.(51)

La decisión fue una sorpresa, según todas las fuentes, pues hasta entonces las relaciones entre Fernando e Isabel y los judíos habían sido relativamente amistosas.(52)

La más importante de las fuentes antiguas, el ya citado Memorial de Juan de Vallejo, confuso de cronología en varias ocasiones, atribuye a Cisneros el nombramiento de Torquemada como Inquisidor.(53)

Con todo, señala con orgullo el influjo de Cisneros sobre Isabel en el asunto:

“Consejándole siempre a la serenísima reina doña Isabel, nuestra señora, de gloriosa memoria, la salud de su ánima y bien y pro de sus reinos, viendo cuán arraigada estaba la herejía en estos sus reinos, y cuán pocos verdaderos cristianos había, y que la ley judaica siempre prevalecía, el benditísimo padre provincial, como verdadero padre y siervo de Dios, aconsejó a su alteza que hiciese inquisidor general al muy reverendo y devoto padre el prior de Santa Cruz, del monasterio de la ciudad de Segovia, de la orden de Santo Domingo, persona muy santa, doctísima en estos reinos, y de gran autoridad y religión, que vivía en su tiempo. Y se echaron entonces todos los judíos destos reinos de Castilla; y desde aquel tiempo anda la santa Inquisición hasta agora, y está ya casi toda España limpia desta ley y herética pravedad por el buen consejo de aquel santo varón y por su causa a servicio de Nuestro Señor Dios” (pp. 8-9).

Lo que señala confusamente Vallejo está confirmado por la exacta coincidencia del nombramiento de Cisneros como confesor y el edicto de destierro.

El confesor anterior, el tolerante y paciente Talavera, nada entusiasta del mesianismo franciscano y colombino por más señas, fue reemplazado por Cisneros en 1492.(54) De una carta de Pedro Mártir del 11 de marzo sabemos que Talavera había sido designado para el arzobispado de Granada.

El 5 de abril Mártir contesta a otra que le informa del nombramiento de Cisneros para desempeñar el cargo dejado por aquél.(55)

El edicto de destierro lleva la fecha del 31 de marzo.

Me entristece y duele ser quien, al analizar estos hechos trágicos, tacha a un supuesto héroe de criminal cultural.

Pero el hacerlo puede llevar–así espero–a una paz más amplia, a cicatrizar una herida que, tapada, sólo se pudre.

La justicia y la honradez también lo requieren.

No se me va de la cabeza la imagen de las bellas hojas sahumadas convertidas en humo.

Recuerdo y sigo el ejemplo del heroico Giner de los Ríos, a quien cito por el conducto de mi maestro Juan López-Morillas:

“Una historiografía rigurosa debe…servir de base a la ejemplaridad de la historia, a la lección implícita en ella, que es, por de contado, prescriptiva, terapéutica, pues no cabe duda de que Giner, asqueado por la mitografa de la `España grande,’ hace mayor hincapié en los vicios que en las virtudes de la casta hispánica. Ni que decir tiene que quien a ello se aplique sabrá que emprende una labor ingrata; pero es una labor insoslayable si se quiere acabar con `el imperio de la leyenda en nuestra historia.'”(56)

Por Daniel Eisenberg
Publicado en el Journal of Hispanic Philology en 1992

Notas

1. Marcel Bataillon, “The Idea of the Discovery of America among the Spaniards of the Sixteenth Century,” in Spain in the Fifteenth Century 1369-1516, ed. Roger Highfield (New York: Harper and Row, 1972), pp. 426-64, en la p. 428

2. En “El Nunca dimittis del patriarca Ribera,” en su El problema morisco (desde otras laderas) (Madrid: Libertarias, 1991), pp. 196-318, Francisco Márquez Villanueva describe el término “expulsión” como parte de una “estrategia ofuscadora: un neologismo culto destinado a postergar de primera intención el castizo destierro” (p. 290).

3. En España se inauguraron los estudios de filología hebrea; se hizo el primer diccionario de la Biblia; se detectaron por primera vez los dos autores del libro Isaías. Hubo un renacimiento de literatura en lengua judía, muerta desde tiempos bíblicos, y se la usó por primera vez para poesía profana, refinada y sensual. Sobre ello el artículo “Jews, Sephardic,” en la Encyclopedia of Homosexuality (New York: Garland, 1990), y el libro de Frederick Bargebuhr, The Alhambra (Berlin: de Gruyter, 1968).

4. Véase Shlomo Ben-Ami, “El alma se empobreció,” ABC, 6 de enero de 1992, “Los análisis,” p. xviii.

5. La caída de Constantinopla, acompañada de crueldades turcas bien difundidas en relatos cristianos, llenó la Europa cristiana de terror. Pero a pesar de las sentidas súplicas granadinas a los turcos de ayudarles en la quijotesca empresa de reconquistar España para el Islam, Granada repesentó poco peligro para Castilla. Para el mundo musulmán, al-Andalus fue causa perdida desde hacía muchos años, y nadie vendría de fuera para salvarla.

6. Evidentemente, faltaba Portugal para rematar la unidad peninsular. En aquellos tiempos en que las fronteras y las lenguas significaban menos que los reyes, la autonomía portuguesa no parecía tan permanente a los castellanos como nos parece ahora. Portugal formaría parte de España de 1580 a 1640, y aun antes de esta fecha autores portugueses–el más famoso hoy, Montemayor–usaban el castellano para la composición literaria.

El error más grave tras esta actitud, sin embargo, fue el de concebir a los granadinos como no hispanos, como “los otros.” “En este momento ya no puede hablarse de dominación árabe en España, sería un grave error calificar a estos granadinos de los siglos XIV ó XV como extranjeros en la Península; aquellos conquistadores árabes o africanos, llegados a al-Andalus en los siglos anteriores, se habían fundido totalmente con la población `nativa,’ producto a su vez de otras tantas invasiones, y en el momento en que se forma el Reino Nazarí de Granada, como último reducto del Islam en al-Andalus, tanto la nueva dinastía como sus súbditos son tan hispanos como aquellos otros que vinieron del Norte a expulsarles.” (Celia del Moral Molina, “Notas para el estudio de la poesía árabe-granadina,” Miscelánea de estudios árabes y hebraicos 32-33.1 [1983-84], 55-94, en la p. 70.)

7. “Todo lo dicho creo que justifica que el término adecuado [para describir la caída de Granada] sea el de conquista…. El utilizar el término reconquista supone una carga ideológica” (Cristina Segura Graíño, “La conquista del Reino de Granada,” Ideal, 2 de enero de 1992, suplemento, p. xliii).

8. La mejor introducción científica es el libro de Rachel Arié, L’Espagne musulmane au temps des Narides (1232-1492) (Paris: E. de Boccard, 1973), quien ofrece una buen repaso de su literatura en “Algunos aspectos del paisaje cultural andaluz en tiempos de los na.sríes,” Jábega [Málaga], 55 (1987), 15-26; también Celia del Moral Molina, “Notas,” ya citado, y “Tawriyas en el reino Nazarí,” Miscelánea de estudios árabes y hebraicos, 34-35.1 (1985-86), 19-59 (no he podido ver todavía su tesis, “Literatos granadinos en el Naf.h al-.t-ib de al-Maqqar-i,” editada en microfilm por la Universidad de Granada, 1986). El valioso libro de L. P. Harvey, Islamic Spain, 1250-1500 (Chicago: University of Chicago Press, 1990), reseñado por mí en BHS, en prensa, es principalmente una historia política y diplomática. Sin traducir está The End of the Moorish Empire in Spain and the History of the Moriscos [Nih-ayat al-Andalus] de Muhammad Abd Allah Inan, 2ª ed. (Cairo, 1958). Una visión novelesca de los últimos años de la Granada nazarí, basada en la novelesca y bien documentada vida del geógrafo León el Africano, se halla en Leo Africanus de Amin Maalouf (París: Jean-Claude Lattès, 1986), trad. Peter Sluglett (New York: W. W. Norton, 1989), trad. María Teresa Gallego Urrutia y María Isabel Reverte Cejudo (Madrid: Alianza, 1988). No he visto todavía Granada de los nazaríes de Antonio Gala (Barcelona: Planeta, 1992), aparecido después de redactar estas líneas. El libro de Luis Seco de Lucenas Paredes, La Granada nazarí del siglo XV (Granada: Patronato de la Alhambra, 1975), es un estudio geográfico.

9. Dirigido por Germán Bleiberg, 2ª ed., Madrid: Revista de Occidente, 1968-69. Se esconde y infravalora el artículo colocándolo bajo el nombre de la familia real, “Nazarí.” La más reciente Enciclopedia de historia de España, dirigida por Miguel Artola (Madrid: Alianza, 1988-en prensa), es aun más hostil a las minorías y disidentes.

10. “Parece la residencia de verano de los reyes granadinos, con sus patios regados por arroyos, con los laureles que le dan fresca sombra, y con las espléndidas vistas, superiores a toda descripción, que se disfrutan desde sus miradores y suspendidos jardines, la visión fantástica de un poeta que ha penetrado por encanto en el mundo de las realidades. Quien nunca ha pasado una tarde de primavera en el Generalife, no puede decir que ha visto la creación en su completa magnificencia. Aquella soledad idílica; aquella sombra apacible de los granados; el perfume que de mil y mil rosales trasciende; y la vista de aquel edén florido en la más hermosa región de la tierra; un valle de los Alpes bajo un cielo de los trópicos, con riquísima vegetación meridional; todo esto llena el alma de un dulce y religioso pasmo, cual si penetrase en el reservado y santísimo templo de la naturaleza.” (Adolf Friedrich von Schack, Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia, trad. Juan Valera [Madrid: Hiperión, (1988)], p. 430.)

11. Sobre las alteraciones hechas por Carlos V en la Alhambra, véase Emilio García Gómez, Foco de antigua luz sobre la Alhambra desde un texto de Ibn al-Ja.tib en 1362 (Madrid: Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 1988), Apéndice 2.

12. Emilio García Gómez, Ibn Zamrak, el poeta de la Alhambra, discurso de recepción (1943) en la Real Academia de la Historia, reimpreso, sin el exordio y la contestación de Miguel Asín Palacios, en sus Cinco poetas musulmanes, 2ª ed. (Madrid: Espasa-Calpe, 1959), pp. 169-271; librito aparte por Granada: Patronato de la Alhambra, 1975 (no visto). También Poemas árabes en los muros y fuentes de la Alhambra, editados y traducidos en verso, con introducción y notas, por Emilio García Gómez (Madrid: Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 1985).

13. Jerónimo Münzer, “Viaje por España y Portugal en los años 1494 y 1495,” versión del latín por Julio Puyol, BRAH, 84 (1924), 32-119 y 197-279, en la p. 88. “Jerónimo Münzer…, Pedro Mártir…, el flamenco Antoine de Lalaing en 1502, el veneciano Andrea Navagero en 1526, el sevillano Pedro de Medina…emplean superlativos que traducen la profunda impresión que les ha dejado la ciudad del Darro” (Antonio Luis Cortés Peña y Bernard Vincent, Historia de Granada. III. La época moderna. Siglos XVI, XVII y XVIII [Granada: Don Quijote, 1986], p. 18). Cortés Peña y Vincent facilitan los datos bibliográficos de Pedro Mártir y Medina, aunque cabe añadir que el Epistolario de Mártir ha sido traducido al castellano por José López de Toro (Madrid, 1953-57). No tengo los de Lalaing, pero el pasaje de Navagero, junto con otro de Lucio Marineo Sículo, se hallan en el libro de Francisco J. Simonet, Descripción del reino de Granada sacada de los autores arábigos 711-1492 [1872; reimpr. corregida y augmentada, Amsterdam: APA-Oriental Press, 1979], pp. 233-48.)

14. “El ruido del agua que murmulla se mezcla con el ronco zumbido de cien mil cigarras o grillos cuya música no se silencia nunca y que forzosamente te recuerda, a pesar de la frescura del sitio, las ideas meridionales y tórridas. El agua brota por todas partes, bajo los troncos de los árboles, a través de las rendijas de los viejos muros. Cuanto más calor hace, más son abundantes los manantiales, pues es la nieve lo que los alimenta. Esta mezcla de agua, de nieve y de fuego, hace de Granada un clima sin comparación en el mundo, un verdadero paraíso terrenal.” (Théophile Gautier, citado por Ian Gibson, En Granada, su Granada… Guía a la Granada de Federico García Lorca [Barcelona: Plaza y Janés, 1989], p. 87). “Los árabes…hicieron de Granada–antología de aguas–un paradisíaco laberinto de surtidores, cascadillas, acequias y azarbes, azudes y azacayas, escalerillas de agua, cauchiles, pilarillos, albercas y aljibes.” (Granada, paraíso cerrado y otras páginas granadinas [Granada: Miguel Sánchez, 1971], p. 52.) Lo que no se sabe es el grado hasta el cual el esplendor urbanístico de la Granada nazarí refleje los diseños de sus fundadores, los judíos sefardíes; veánse los artículos “Granada” y “Jews, Sephardic” en la Encyclopedia of Homosexuality, ya citada. El artículo “Granada” se publicó en traducción castellana en Entiendes…?, N.º 13 (junio-julio-agosto 1990), pp. 18-19.

15. Los más impresionantes, de los sobrevivientes, son la Puerta de Elvira y la hoy conocida como la Puerta de las Granadas, con árboles creciendo por donde pasó la calzada. Sobre la geografía de la Granada nazarí, véase Luis Seco de Lucena, Plano de Granada árabe (1910; reimpr. Granada: Don Quijote, 1982), Miguel Lafuente Alcántara, El libro del viajero en Granada, 2ª ed. (1849; reimpr. Granada: Don Quijote, 1986), el libro de Seco citado en la nota 8, y David Gonzalo Maeso, Garnata al-Yahud, 2ª ed. (Granada: Universidad de Granada, 1990).

16. Para una introducción a la ciencia andaluza, la más avanzada de Europa en el siglo XI, poco asimilada por los cristianos conquistadores, véase Juan Vernet, “The Legacy of Islam in Spain,” en Al-Andalus. The Art of Islamic Spain, ed. Jerrilynn D. Dodds (New York: Metropolitan Museum of Art, 1992), págs. 173-87, en las págs. 181-87.

17. Escher, artista de paradojas y de engaños perspectivistas, de moda en la actualidad entre científicos norteamericanos, ha sido el artista de este siglo más influido por el arte hispanomusulmán. “A trip to Spain in 1922 inspired Escher to devise mathematical theories that classify and explain periodic designs. Fascinated by the `great intricacy and geometric artistry’ of ceramic tiles in the Alhambra, the fourteenth-century Islamic palace in Granada, he began to seek rules that govenred such patterns” (Constance Burr, “Visions of Symmetry,” Humanities, January-February 1992, pp. 16-19, en pp. 16-18). Sobre los diseños de Escher, véase Doris Schattschenider, Visions of Symmetry: Notebooks, Periodic Drawings, and Related Works of M.C. Escher (New York: W.H. Freeman, 1990).

Sobre la matemática de los azulejos de la Alhambra, véase María Teresa Pérez Sordo y Pablo Nestares Pleguezuelo, Tramas geométricas en la decoración cerámica de la Alhambra (Granada: Universidad de Granada, 1990).

18. Un ejemplo fácilmente accesible, acompañado de una traducción al inglés, se halla en Hispano-Arabic Poetry: A Student Anthology, ed. James T. Monroe (Berkeley: University of California Press, 1974), pp. 376-89.

19. Harvey llama al uso de tintas de diferentes colores para las vocales “an ancient practice” (Islamic Spain, 1250-1500, p. 80). El autor de un estudio de la ilustración coránica deja para el final los manuscritos maghrebíes (andaluces o derivados de su cultura). Llama a su civilización “one of the most outstanding of these little [Islamic] worlds…. The calligraphic and illuminative arts of Western Islam are, to say the least, in no sense a disappointment when compared with its architecture; and this, in general opinion, is one of the wonders of the world.” (Martin Lings, The Quranic Art of Calligraphy and Illumination [New York: Interlink Books, 1987], p. 203.)

20. Esta posición está documentada en Harvey, Islamic Spain.

21. “Granada…está viva en la mente magrebí, en las estrofas de los poemas de los escritores de Marruecos, Argelia y Túnez; vibra en los sones de sus músicas, está presente en la traza de los patios de sus mezquitas, huele en las flores de sus jardines, susurra en el murmullo de sus fuentes. ¡Garnata!: la palabra mágica suena, va rodando de labio en labio, atraviesa el tiempo de las generaciones y hasta hoy, finales del siglo XX, sigue encandilando las imaginaciones magrebíes como si fuera el nombre de un paraíso perdido, de un jardín encantado que ya no existiera más que en el ensueño” (Alfonso de la Serna, “La otra Granada,” Ideal, 2 de enero de 1992, suplemento, p. xiv). Hay algún dato más en el estudio de Paloma Díaz-Mas, “La mención de Granada en los romances sefardíes de Marruecos,” en Literatura hispánica. Reyes católicos y descubrimiento. Actas del Congreso Internacional sobre literatura hispaica en la epoca de los Reyes Católicos y el Descubrimiento, ed. Manuel Criado de Val (Barcelona: Promociones y Publicaciones Universitarias, 1989), pp. 191-200, y otro ejemplo en Walter Starkie, Don Gypsy. Adventures with a Fiddle in Barbary, Andalusia and La Mancha (London: John Murray, 1936), p. 44. En los romances estudiados Granada es exótica, misteriosa, esplendorosa y lejana.

22. Citado por María Jesús Rubiera Mata, Ibn al-^Yayy-ab, el otro poeta de la Alhambra (Granada: Patronato de la Alhambra, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1982), p. 15.

23. “Their quest in life was to impart beauty to every object, and joy to every hour” (María Soledad Carrasco, The Moorish Novel, [Boston: Twayne, 1976], p. 26).

24. Treinta entrevistas a Federico García Lorca, selección, introducción y notas de Andrés Soria Olmedo (Madrid: Aguilar, 1989), pp. 251-52. Se trata de la última entrevista a Lorca. En unos dos meses moriría en Granada, asesinado. Sobre su asesinato, que a pesar de varios libros está lejos de entenderse, véase mi “Unanswered Questions about Lorca’s Death,” Angélica [Lucena], 1 (1990), 93-107.

25. Por ejemplo, Ross E. Dunn, The Adventures of Ibn Battuta, A Muslim Traveler of the 14th Century (Berkeley: University of California Press, 1986), p. 285: “The Nasrid cultural achievement was not intellectually or aesthetically innovative. Rather it was a final exquisite reaffirmation of the literary and artistic heritage of Islamic Spain.” “Ya no habrá cenizas que avivar. La Granada nazarí no conocerá ningún momento de plenitud poética” (José Manuel Cuenca Toribio, Andalucía: historia de un pueblo (…a.C.-1984), 2ª ed. revisada y ampliada [Madrid: Espasa-Calpe, 1984], p. 271). “Aquella poesía granadina era ya un género crepuscular” (Miguel Ángel Ladero Quesada, Granada: Historia de un país islámico (1232-1571), 3ª ed. [Madrid: Gredos, 1989], p. 120). “Ya se ha dicho todo [¿?] sobre el reino de Granada. Su carácter arcaizante y decadente…” (María Jesús Rubiera Mata, Bibliografía de la literatura hispano-árabe [Alicante: Universidad de Alicante, 1988], p. 63). Estas actitudes parecen remontar a la posición de García Gómez (Ibn Zamrak, p. 14): “Su literatura es, por lo general, arcaizante: glosas de glosas, comentarios, erudición; reiteración, en poesía y prosa de arte, de tópicos y clisés precedentes.”

26. Hay un repaso de la historiografía sobre Cisneros en José López de Toro, Perfiles humanos de Cisneros (Trayectoria de una biografía (Madrid: Real Academia de la Historia, 1958), pp. 11-24, y más superficialmente en las introducciones a las obras de Vallejo y Gómez de Castro, citadas infra, y en la a Dos tratados históricos tocantes al Cardenal Ximénez de Cisneros de Baltasar Porreño (Madrid: Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1918). Para bibliografía más reciente, pueden verse los siguientes estudios publicados en las Actas del I Encuentro de Historiadores del Valle de Henares, Guadalajara, noviembre 1988 (Alcalá: Institución de Estudios Complutense, Fundación Marqués de Santillana, Centro de Estudios Saguntinos, 1988): María del Carmen Álvarez Márquez, “El Cardenal Cisneros y la Universidad de Alcalá de Henares” (pp. 33-48); José García Oro, “La documentación pontificia de la Universidad Complutense en el período fundacional” (pp. 275-88); y José Luis Gerona Llamazares, “Apunte psicobiológico sobre fray Francisco Jiménez de Cisneros” (pp. 299-308).

27. Sobre la destrucción de bibliotecas musulmanas, de las cuales sólo una pequeña parte fueron destruidas por cristianos, véase Ruth Stellhorn Mackensen, “Moslem Libraries and Sectarian Propaganda,” American Journal of Semitic Languages and Literatures, 51 (1934-35), 83-113. Señala en particular la importancia de la bibliofilia de al-Hakam II, imitada por todo el califato, y su destrucción bajo Almanzor. No he visto Julián Ribera y Tarragó, Bibliófilos y bibliotecas en la España musulmana (Zaragoza, 1896).

28. No se conoce la fecha exacta, aunque parece probable que fue en enero o febrero de 1500. Los acontecimientos de 1499-1500 están mejor explicados en Harvey, Islamic Spain, aunque se hallan más detalles, junto con la máxima defensa de Cisneros, en l trabajo del redentorista Luis Fernández de Retana, Cisneros y su siglo (Madrid: El perpetuo socorro, 1929-30), Capítulo X, “Los moriscos,” y en el del franciscano Juan Meseguer Fernández, “Fernando de Talavera, Cisneros y la Inquisición en Granada,” en La inquisición española. Nueva visión, nuevos horizontes, ed. Joaquín Pérez Villanueva (Madrid: Siglo XXI, 1980), pp. 371-400 (véase p. 388 para las fechas pertinentes). Según Francisco Márquez Villanueva, “La consagración de mezquitas y las conversiones forzadas constituían flagrantes violaciones del documento de capitulación, que hasta entonces había sido respetado escrupulosamente” (Investigaciones sobre Juan Álvarez Gato, Anejo 4 del Boletín de la Real Academia Española [Madrid: Real Academia Española, 1960; reimp. con Addenda, 1974], p. 303).

29. Memorial de la vida de Fray Francisco Jiménez de Cisneros, ed. Antonio de la Torre y del Cerro (Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1913), p. 35. He modernizado la ortografía. Sobre Vallejo, véanse las págs. xvi-xx de la introducción de Torre.

30. De las hazañas de Francisco Jiménez de Cisneros, trad. José Oroz Reta (Madrid: Fundación Universitaria Española, 1984), págs. 99-100. El original latino se encuentra con más facilidad en las pp. 927-1156 del primer tomo de los Hispaniae illustratae (Frankfurt, 1603), microfilmado en la Hispanic Culture Series, Rollo 209. Sobre la obra, Antonio Alvar Ezquerra, “Alvar Gómez de Castro y la historiografía latina del siglo XVI: La vida de Cisneros,” en El erasmismo en España, ed. Manuel Revuelta Sañudo y Ciriaco Morón Arroyo (Santander: Sociedad Menéndez Pelayo, 1986), pp. 247-64. Sobre Gómez de Castro, P.E. Russell, “Secular Literature and the Censors: A Sixteenth-Century Document Re-Examined,” BHS, 59 (1982), 219-25.

31. Quisiera saber lo que dice sobre la quema el deteriorado (y muy necesitado de rescate transcriptivo) manuscrito original de la obra de Gómez de Castro, accesible a Alcolea y mucho más detallado que el texto publicado. (Sobre el estado y contenido de dicho manuscrito, véase la introducción de Oroz, pp. 12-13, y Marcel Bataillon, Erasmo y España, trad. Antonio Alatorre, 2ª ed. [México: Fondo de Cultura Económica, 1966], p. 1, n. 1.) Otra fuente no accesible, cuyo paradero no está señalado en las fuentes consultadas, es “un comentario autógrafo de Florián de Ocampo, historiador del rey, que le habían enviado a Vergara, cuando pensaba escribir la Vida del Cardenal” (Oroz, p. 11).

32. Citado por Simonet, El cardenal Ximénez de Cisneros y los manuscritos arábigo-granadinos (Granada, 1885), p. 14, n. 1.

33. Luys Santa Marina, Cisneros, 3ª ed. (Buenos Aires: Espasa-Calpe Argentino, 1945), pp. 77-78.

34. No entiendo cómo el biógrafo de Isabel la Católica, Tarsicio de Azcona O.F.M.Cap., aunque no la niega, pueda calificar esta quema de “no confirmada por la documentación” (Isabel la Católica. Estudio crítico de su vida y su reinado [Madrid: Católica, 1964], p. 553).

La Mora de Úbeda conservó el recuerdo de un libro sacro musulmán destruido para hacer de él “papeles de niño” (citado por Luce López-Baralt, Huellas del Islam en la literatura española. De Juan Ruiz a Juan Goytisolo [Madrid: Hiperión, 1985], p. 137).

35. “A esto queda reducido el terrible auto de fe: a la quema de un montón de libros llenos de groseras y fanáticas supersticiones, basadas en la necia filosofía Coránica” (Fernández de Retana, I, 242; cursiva en el original).

36. Sobre el sufismo granadino, véase E. Lévi-Provençal, “Le voyage d’Ibn Ba.t.t-u.ta dans le royaume de Grenade (1350),” en Mélanges William Marçais (París: Maisonneuve, 1950), pp. 205-22, en las pp. 216-21. Según las noticias de Ibn Ba.t.t-u.ta, llegaron a Granada ermitaños sufíes de los más lejanos rincones del mundo islámico: Granada fue un centro sufí. Emilio de Santiago Simón estudia El polígrafo granadino Ibn al-Ja.tib y el sufismo (Granada: Diputación Provincial y Departamento de Historia del Islam de la Universidad, 1983). Según Harvey, Islamic Spain, pp. 29-31, el reino nasrí tuvo un “comienzo sufí”; el último erudito de al-Andalus independiente, al-Maww-aq, fue un sufí (L. P. Harvey, “The Literary Culture of the Moriscos 1492-1609. A Study Based on the Extant Manuscripts in Arabic and Aljamía,” tesis doctoral inédita, Magdalen College, Oxford, 1958, p. 137). Las “congregaciones religiosas” mencionadas por un viajero de 1466 tienen que haber sido sufíes (G. Levi della Vida, “Il regno di Granata nel 1465-1466 nei ricordi di un viaggiatore egiziano,” Al-Andalus, 1 [1933], 307-34, en la p. 321). También es un dato la extensión del sufismo en Marruecos, bien documentado posteriormente: Asín Palacios describió Marruecos como “un inmenso convento sin clausura” como resultado de sus “innumerables cofradías religiosas.” (Ibn Masarra y su escuela. Orígenes de la filosofía hispanomusulmana, en sus Obras escogidas [Madrid: Instituto Miguel Asín, 1946], p. 167. Discutiré en breve el influjo de este libro en Manuel de Falla en “Noches en los jardines de España,” JHP, 17.)

Los sufíes persas, fuertemente influidos por el andaluz Ibn al-`Arab-i (1165-1240), nos dejaron una riquísima literatura. (The Drunken Universe. An Anthology of Persian Sufi Poetry, trans. Peter Lamborn Wilson and Nasrollah Pourjavady [Grand Rapids: Phanes Press, 1987]; poemas de Ibn al-`Arab-i en Casida de amor profano y místico, estudio y traducción de Vicente Cantarino [México: Porrúa, 1977].) Toda la poesía del sufismo hispánico posterior a Ibn al-`Arab-i ha desaparecido.

37. “¿Qué quemó Cisneros? Sospecho que todo cuanto pudo encontrar…. `Todos los libros de la impiedad mahometana’ podría incluir muchísimo, algo como la mitad de lo que se escribía en lengua árabe” (carta de L.P. Harvey, 5 de octubre de 1988).

38. Al-Andalus ha sido llamado la sede de la poesía arábica (véase Rudolph Kayser, The Life and Time of Jehudah Halevi [New York: Philosophical Library, 1949], p. 24). “Entre todos los ramos de la cultura arábigo-española el más favorecido fue la poesía” (D[arío] C[abanelas, O.F.M.], “Islam en España,” Diccionario de historia de España, II, 511-15, en la pág. 515). Hay un buen panorama de la historiografía hispanoárabe en el artículo “Cronistas musulmanes” de S[oledad] G[ibert], Diccionario de historia de España, I, 1035-38.

39. Según un viajero de 1466, “[Granada] es punto de reunión de personajes ilustres, de poetas, de sabios y de artistas; están en ello [sic] los mejores hombres de nuestro tiempo.” (G. Levi della Vida, p. 321, citado según la traducción publicada por Claudio Sánchez Albornoz, La España musulmana, 4ª ed. [Madrid: Espasa-Calpe, 1974], II, 574.) “It was possible on the eve of the Reconquest of Granada to attain in that city a high standard of Muslim scholarship…. The reputation of Granada as a centre of learning was by no means destroyed” (Harvey, “Literary Culture,” pp. 135 y 137). “Esperamos haberles convencido de que la cultura hispano musulmana en tiempos de los na.sríes de Granada no era una cultura moribunda” (Arié, “Algunos aspectos,” p. 24). “Temas nuevos no los hay, pero los que ya existían, los que crearon sus antepasados inmediatos, son tallados y pulidos con una exquisitez tal que podrían considerarse verdaderas muestras de orfebrería” (Moral, “Notas,” p. 71).

40. “El siglo más cercano a nosotros es del que menos sabemos” (Rubiera Mata, p. 63). En todas las antologías y estudios generales de la poesía hispanoárabe, la nazarí ocupa pocas páginas, por faltar materiales. Sólo ocupa 13 de las 416 páginas del libro de Alois Richard Nykl, Hispano-Arabic poetry and its relations with the old Provençal troubadours [Baltimore: s.e., 1946]). En cuanto a historias, para el siglo XV, “Las fuentes árabes escasean hasta lo imprescindible, y hay que recurrir a las cristianas” (Diccionario de historia de España, II, 1152); lo mismo en el artículo “Granada,” de Robert Hillenbrand, en el Dictionary of the Middle Ages, ed. Joseph R. Strayer, V (New York: Scribner, 1985), 651-53, en la p. 653. También Inan, p. ii (“We could hardly find any important Moslem sources about the events of the Fifteenth Century”), Harvey, Islamic Spain, p. 229, y Antonio Malpica Cuello, “El castillo de Zagra y el alfoz de Loja a fines de la Edad Media,” Homenaje al Profesor Juan Torres Fontes (Murcia: Universidad de Murcia–Academia Alfonso X el Sabio, 1987), pp. 959-73, en las p. 959 y 960 n. 2.

41. En opinión de José López de Toro, el no quemarse los manuscritos de medicina “atenúa en mucho la gravedad de su acción” (p. 44). Señala dicho autor que posteriormente Cisneros hizo traer desde Orán a España manuscritos tanto de astrología como de medicina (p. 43).

Existe un documento de 1511 en el cual Fernando el Católico, por boca de su hija Juana, se refiere a la falta de cumplimiento completo del decreto de recogida y quema, de la cual se salvaron, según el documento, “los libros de medicina e filosofía [ciencia] e crónicas” (Fernández de Retana, I, 242). Al contrario de la opinión de Simonet (Cisneros, p. 28), este documento confirma indirectamente la destrucción de la literatura (poesía, adab) y de las memorias e historias.

42. Henry Charles Lea, History of Sacerdotal Celibacy in the Christian Church, 4ª ed. (Londres: Watts, 1932), p. 342. Alvar Gómez de Castro, De las hazañas de Francisco Jiménez de Cisneros, ed. José Oroz Reta (Madrid: Fundación Universitaria Española, 1984), p. 44: “él había empezado a tratar con la reina con sumo empeño para que, lo que ya en otro tiempo se había intentado por nuestros reyes y que tan sólo en muy pequeña parte se había llevado a cabo, procurara que por medio de varones selectos y probos se llevara a cabo la corrección de costumbres [conducta sexual] y volviera la antigua disciplina a todos los monasterios del reino, tanto de varones como de mujeres. Se quejaba de que en todas partes se había debilitado la pureza del monacato primitivo, sobre todo entre sus frailes menores, los cuales si al principio habían tenido una muy estrecha y santa disciplina, más tarde al corromperse y degenerarse habían caído en una indisciplina muy grande y deshonrosa.”

43. Simonet hace un contraste entre el “benigno” decreto de los Reyes Católicos y el “bárbaro decreto” del califa Omar, según el cual se incendió la Biblioteca de Alejandría (Cisneros, pp. 23-28 y 36-40). Según la erudición moderna, la Biblioteca de Alejandría desapareció siglos antes de la llegada del califa Omar a Egipto. Véase Elmer D. Johnson, History of Libraries in the Western World, 2ª ed. (Metuchen, New Jersey: Scarecrow, 1970), pp. 59-60.

44. Otra posible alusión cervantina: la ocurrencia de Sancho Panza de traer sus eventuales súbditos a España y venderlos (Don Quijote, I, 29), parece una alusión a la conocida actitud de Colón hacia los indianos, protestada por la reina Isabel. En palabras de Ricardo Herren, Colón fue “un esclavista entusiasta” (La conquista erótica de las Indias, 2ª ed. [Barcelona: Planeta, 1991], p. 58).

45. “Algunos que estaban rebeldes y pertinaces en aquella su mala secta, los mandaba hacer prender y echar en cadenas y prisiones, hasta que venían en conocimiento y de su voluntad pedían el agua del bautismo y se volvían cristianos…. Este caballero [Zegrí Azaator, después Gonzalo Fernández Zegrí] lo tuvo…más de 20 días en cadenas e con guadafiones, y le hacía dormir de noche en el suelo en la prisión que estaba, y le hacía regar el dicho suelo en que estaba ladrillado, y le maltrataba su persona. Y ya a cabo de tantos días, estando el más pertinaz, que no aprovechaba cosa ninguna con él, inspirado por el Espíritu Santo, dijo…que…quería ser cristiano, porque Alá se lo había aquella noche revelado” (Vallejo pp. 33-34).

46. En las palabras de Gómez de Castro, citadas arriba, “Este método [el no quemar los manuscritos] era aplicable en asuntos de poca importancia, y en los que no se ventile la salvación de las almas.” “Era preciso destruir…los alcoranes y otros libros muslímicos conservados por los moros y moriscos de Granada…para conseguir o afianzar la conversión de aquellos naturales,” según Simonet (Cisneros, p. 3). Para él, la civilización granadina fue “atrasad[a] y groser[a]…que, como en todo país musulmán, nunca pasó los límites de la barbarie” (p. 6). La destrucción de los manuscritos fue, para Simonet, “digna de grande alabanza y encomio” (p. 15); “quemó lo que debió quemarse en obsequio a la unidad católica y política de nuestra nación” (p. 32). La granadina era “una civilización…groseramente sensual y materialista” (p. 42); “la desaparición de [la literatura arábiga] no puede achacarse a la intolerancia de los cristianos conquistadores, sino al escaso valor intrínseco y real de aquella literatura” (p. 33). “Los árabes y berberiscos…no introdujeron en nuestra península ningún género de artes ni conocimientos útiles y…el esplendor artístico, literario y científico que llegaron a alcanzar en algún período de su larga dominación, lo debieron a la enseñanza e influencia de los cristianos sometidos” (p. 6).

En opinión de Simonet, “si algún yerro se cometió en esta cuestión por nuestros Monarcas de aquel tiempo, fue sin duda un yerro generoso: el de haber intentado la conversión y asimilación de aquellos súbditos, siempre obstinados en sus errores, y no haberles expulsado desde el principio, en beneficio del verdadero pueblo español, que hubo de sufrir por más de un siglo los efectos de su furor y el espectáculo de sus abominaciones” (citado por Rafael G. Peinado Santaella, “¿A quién pertenecía Granada?” Ideal, 2 de enero de 1992, suplemento, p. xxix).

Sobre el fracaso de la conversión, aun llegada la segunda mitad del siglo XVI, véase Nigel Griffin, “`Un muro invisible’: Moriscos and Cristianos viejos in Granada,” en Mediaeval and Renaissance Studies on Spain and Portugal in Honour of P.E. Russell (Oxford: Society for the Study of Mediaeval Languages and Literature, 1981), pp. 133-54. Eran frecuentes las quejas de que el clero que debía “instruir a los que la Inquisición estaba persiguiendo por su ignorancia” no poseía la calidad necesaria. (Véase Miguel Ángel de Bunes, Los moriscos en el pensamiento histórico [Madrid: Cátedra, 1983], p. 98.)

47. Relación de las cosas de Yucatán, por el P. Fray Diego de Landa, introducción y notas por Héctor Pérez Martínez, 7ª ed. (México: Pedro Robredo, 1938), p. 207. También en la Historia natural y moral de las Indias del P. José de Acosta, quien es dudoso que conociera la Relación de Landa, inédita hasta fecha reciente: “En la provincia de Yucatán…había unos libros de hojas a su modo encuadernados o plegados, en que tenían los indios sabios la distribución de sus tiempos, y conocimiento de plantas y animales, y otras cosas naturales, y sus antiguallas; cosa de grande curiosidad y diligencia. Pareciole a un doctrinero que todo aquello debía de ser hechizos y arte mágica, y porfió que se habían de quemar, y quemáronse aquellos libros, lo cual sintieron después no sólo los indios, sino españoles curiosos, que deseaban saber secretos de aquella tierra. Lo mismo ha acaecido en otras cosas, que pensando los nuestros que todo es superstición, han perdido muchas memorias de cosas antiguas y ocultas, que pudieran no poco aprovechar. Esto sucede de un celo necio, que sin saber, ni aun querer saber las cosas de los indios, a carga cerrada dicen, que todas son hechicerías.” (Ed. P. Francisco Mateos, en Obras del P. José de Acosta, BAE, 73 [Madrid: Atlas, 1954], p. 188. Le agradezco a Álvaro Félix Bolaños esta referencia.)

48. “La civilización maya es una de las más antiguas de América y de las más florecientes del Nuevo Mundo, habiendo superado en algunos aspectos a la mexicana e incaica; puede compararse dignamente en otros a las antiguas culturas orientales, y aun en algún respecto con las culturas clásicas. Su historia es, sin embargo, muy poco conocida, por la pérdida de sus manuscritos” (R[amón] E[zquerra], “Mayas,” en el Diccionario de historia de España, II, 974). Diego de Landa “llevó a cabo un famoso auto de fe en Maní, con las ceremonias habituales del Santo Oficio…. Por creer supersticiosos e idolátricos hizo quemar, además de muchos ídolos, objetos y antigüedades, numerosos libros mayas, haciendo desaparecer irreparablemente las fuentes de la historia y la cultura del país” (R[amón] E[zquerra], “Diego de Landa,” en el Diccionario de historia de España, II, 656). Para un resumen no técnico de los estudios mayas en la actualidad, véase Arthur Allen, “Unriddling the Glyphs,” Lingua Franca, November-December 1992, pp. 52-58.

49. En su Teresa of Avila and the Rhetoric of Femininity (Princeton: Princeton University Press, 1990), Alison Weber señala la “democratización evangélica” y feminismo religioso de Cisneros (pp. 21-23, 25-26). Ronald E. Surtz, en su The Guitar of God. Gender, Power, and Authority in the Visionary World of Mother Juana de la Cruz (1481-1534) (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1990), págs. 1-5, señala que en el “ambiente mesiánico” de la España de Cisneros y los Reyes Católicos, Cisneros protegía y visitaba a las alumbradas, las mujeres visionarias. Fue erasmista, y su secretario Juan de Vergara “es, probablemente, el mayor defensor de Erasmo dentro de España” (Alvar, “Alvar Gómez de Castro y la historiografía latina,” p. 249).

50. Jeremy Lawrance, “Humanism in the Iberian Peninsula,” The Impact of Humanism in Western Europe (London: Longman, 1990), págs. 220-58, en las págs. 252-53. Lawrance interpreta esta actitud como el rechazo español no sólo del filólogo Nebrija sino también del humanismo, que después llevaría al destierro de Vives y a la negación de Erasmo de pisar el territorio español. Sobre el trabajo de Nebrija, Joseph Perez, “Actualité de l’humanisme,” en Hommage a Claude Dumas. Histoire et création, ed. Jacqueline Covo (Lille: Presses Universitaires de Lille, 1990), pp. 103-12, en la p. 106: “Nebrija prétendait s’occuper de la Bible en simple grammairien, disait-il modestement; il voulait seulement apporter des corrections mineures en matière d’orthographe ou d’accentuation, ou encore tirer au clair le sens de quelques mots. Mais ce travail d’apparence technique remet en cause le sense même de la Bible.” También José Luis Abellán, El erasmismo español (Madrid: Espasa-Calpe, 1982), pp. 85-87.

51. Unos sostienen que el destierro “fue una insigne torpeza, históricamente considerada, porque restó pujanza a España en general, erradicando a una población laboriosa y hábil desde muchos puntos de vista: pero hay defensores de la tesis contraria, por muy costoso que fuera el sacrificio” (Julio Caro Baroja, en Cambio 16, 30 de marzo de 1992, p. 62). “Yo no estoy tan seguro de que estos hechos sean un lastre histórico y no algo que se vuelve al futuro” (Joseph Perez, citado en “Franco manipuló a los Reyes Católicos,” Cambio 16, 21 de octubre de 1991, págs. 126-27, en la pág. 126; véase también “El hispanista Joseph Perez recibe el premio Nebrija de la Universidad de Salamanca,” El sol, 3 de julio de 1991, reproducido en el Boletín cultural, 111, julio-agosto de 1991, pp. 8-9). “La decisión de los monarcas españoles, no fue impopular, ni tan desacertada, por necesaria” (Saturnino Colina Munguía, “La expulsión de los judíos,” Campus [Granada], marzo de 1992, pp. 52-53, en la p. 53; hubo respuesta de Sultana Wahnon, “¿Fue necesaria la expulsión de los judíos?” Campus, septiembre de 1992, pp. 4-5).

En opinión de Luis Suárez Fernández, “Tortura a los historiadores siempre la pregunta de hasta qué punto fue buena o perniciosa esta decisión. En nuestros días, cuando la mayoría comparte el principio de que la fe no es un bien deseable sino cosa que pertenece a la conciencia y práctica individuales, esto no se comprende: hemos llegado a establecer–personalmente no lo creo así–que la pluralidad es buena” (ABC 6 de enero de 1992, “Los Análisis” p. viii, cursiva mía). En el artículo “Isabel” en el Diccionario de historia de España, opina que: “La expulsión, injustificada, no fue realmente un grave perjuicio” (II, 494). En el artículo “Judíos” del Diccionario de historia de España, José María Casciara, descrito como sacerdote y discípulo de García Gómez, defiende la expulsión y acepta la validez del supuesto sacrificio del “Niño de la guardia” (II, 607). (Sobre el “Niño de la guardia,” véase Yitzhak Baer, Historia de los judíos en la España cristiana, trad. José Luis Lacave [Madrid: Altalena, 1981], II, 621-38, y el estudio introductorio de Lope de Vega Carpio, El niño inocente de la guardia, ed. Anthony J. Farrell [Londres: Tamesis, 1985], reseñado por Albert Sicroff, JHP, en prensa.)

“Vamos a defender la política de las expulsiones…. Legalmente, no existen judíos españoles…. Son extranjeros en la península…. Esto es lo que quieren los judíos. Que el experimento haya fracasado después de quince siglos justifica perfectamente la conducta y la decisión de los Reyes Católicos, ya que ellos y el país estiman que la unidad religiosa es la base de la unidad nacional” (Bernardo Blanco González, ed., Diego Hurtado de Mendoza, Guerra de Granada [Madrid: Castalia, 1970], pp. 54-55; cursiva mía). “La avaricia…hoy caracteriza al pueblo judío dondequiera que existe” (Miguel Herrero García, Ideas de los españoles del siglo XVII, 2ª ed. [Madrid: Gredos, 1966], p. 625).

52. “The commonly held myth is that Fernando and Isabel…were evil fanatics who hated Jews and that is why they expelled them. Nothing is farther from the truth. We know perhaps more about them than any other medieval rulers, and nothing in their character or in the fully documented relations with Jews gives the slightest support to such a belief.” (Norman Roth, “1992 and Its Mythology: A Warning,” Jewish Spectator, Spring 1991, pp. 26-30, en la p. 26.)

Coinciden las fuentes en que Isabel fue más promotora de la expulsión que Fernando. Un análisis judío contemporáneo de estas acciones, subrayando los vínculos entre los judíos y Fernando y la separación entre los reyes sobre la cuestión, es la crónica de Elijah Capsali, traducido en The Expulsion 1492 Chronicles. An Anthology of Medieval Chronicles Relating to the Expulsion of the Jews from Spain and Portugal, ed. David Raphael (North Hollywood, California: Carmi House, 1992), pp. 7-17.

53. Como señala el editor Antonio de la Torre, “El nombramiento de inquisidor general a favor de fray Tomás de Torquemada es muy anterior a la fecha en que Cisneros llegó a ser confesor de la reina” (p. 8).

54. “Recomendaba también [Talavera] leer públicamente en alta voz en lengua vulgar de los moros las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento…, y daba su permiso para publicar libros con algunos formularios de Misas y algunas secciones de los Evangelios, traducidos al árabe…. Sin embargo, …[Cisneros] sostenía que era indigno y casi rayaba en sacrilegio, arrojar las margaritas delante de los cerdos” (Gómez de Castro, pp. 104-05). Talavera fue llamado “santo” por los moros (José López de Toro, Perfiles humanos de Cisneros (Trayectoria de una biografía) [Madrid: Real Academia Española, 1958], p. 52) y denunciado a la Inquisición–el primer arzobispo a ser denunciado–por herejía y maurofilia apenas muerta Isabel. Sobre él, es fundamental el ya citado libro de Márquez Villanueva, Investigaciones sobre Juan Álvarez Gato, Capítulo 4 y Addenda en la pág. 514. Para la bibliografía más reciente sobre Talavera, véase Ladero Quesada, p. 385, y Richard H. Popkin, “Jewish Christians and Christian Jews in Spain, 1492 and After,” Judaism 41 (1992), 248-67, at pp. 256-57, quien señala que Talavera “was considered the most pious Christian of the time” (p. 256, n. 36, cursiva en el original); “allí [Granada] estableció entre los clérigos modo de vivir tal que, según Sigüenza, mostró se podía poner en ejecución la República de Platón o el Orador de Cicerón (J[usta] de la V[illa], en Diccionario de historia de España, III, pp. 726). También sobre los dos confesores, y sobre el proceso de herejía de Talavera, que terminó con un dictamen de inocencia del Papa, Pedro Miguel Lamet, Yo te absuelvo, majestad: confesores de reyes y reinas de España (Barcelona: Temas de Hoy, 1991), pp. 36-74; un resumen de Francisco Javier Martínez Medina, “Fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada,” Ideal, 2 de enero de 1992, suplemento, pp. xlvi-xlvii.

55. Estos datos de Juan Meseguer Fernández, “El Cardenal Cisneros en el epistolario de Pedro Mártir de Anglería,” en Homenaje a Pedro Sainz Rodríguez (Madrid: Fundación Universitaria Española, 1986), III, 495-509, en la pág. 500 y Antonio de la Torre, “Cisneros, confesor de la reina,” Hispania [Madrid], 1 (1940), 43-51, en la pág. 45.

56. Juan López-Morillas, “Francisco Giner y la `leyenda nacional,'” in Studia Hispanica in Honor of Rodolfo Cardona, I (Madrid: Cátedra, 1981), pp. 31-39, at p. 39.

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Cisneros y la quema de los manuscritos granadinos por Daniel Eisenberg se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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