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El corrido mexicano y la épica árabe

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Este artículo pretende exponer y estudiar las posibles coincidencias temáticas entre la épica árabe y el corrido mexicano. Teniendo en cuenta las influencias mutuas que hubo entre la épica castellana y la árabe, este trabajo se centra en el análisis de la temática común entre la poesía árabe y la poesía popular y oral mexicana, especialmente el corrido de la Revolución, y que podían haberse infiltrado de Oriente a México a través de la tradición literaria española : por ejemplo, la presencia del caballo como elemento poético y metafórico, la espada y la lanza que se personifican y resultan ser un objeto de especial orgullo para el poeta caballero, o la idea del autoelogio, son temas que aparecen en los dos mundos.

Varios estudios e investigaciones confirmaron los influjos que hubo entre la épica árabe y la castellana, por una parte, y entre ésta y la cultura mexicana, por otra. Ésto me lleva a intentar detectar los posibles rasgos temáticos comunes entre la épica árabe y el corrido mexicano que podían haberse consolidado a través de la épica castellana.

El estudioso Lutfi ‘Abd al-Badi’ [1] nos recuerda con justeza que el ambiente cultural de Castilla en la época, estaba inmerso en el área islámica, en el sentido de que la vecindad y el contacto de Castilla y Al-Andalus determinan razones de convivencia entre musulmanes y cristianos, creando fuertes influjos que acusan un mozarabismo, que tuvo su mayor fuerza expansiva en el siglo X, cuando León y Castilla se pueblan de iglesias mozárabes y cuando se acentúa, en la España cristiana, el sentido musulmán de la vida, como se refleja en la propia figura del conde Sancho García que gustaba de vestirse al modo musulmán.

De esta manera, la cultura árabe, entonces muy superior a la occidental, iba infiltrándose en Castilla. R. Menéndez Pidal señala dos hechos muy importantes en la historia cultural de Occidente, que ocurren en España durante la primera mitad del siglo XII, cuando un juglar de Medinaceli escribe el Poema del Cid, hechos que muestran la fuerza expansiva árabe: un judío converso de Aragón, Pedro Alfonso, traducía al latín del árabe una colección de cuentos orientales, y su obra, titulada Disciplina clericalis, que fue durante varios siglos fuente de inspiración para los cuentistas de todo el mundo occidental. Por las mismas fechas aproximadamente, desde el año 1130 en adelante,el arzobispo Raimundo de Toledo y el arcediano Gundisalvo de Segovia, fundan la conocida escuela de traductores toledana, transfiriendo al mundo europeo el caudal científico árabe ( astronomía, matemáticas, botánica, filosofía …), que asombra a los escolásticos y que determinan una época de oro, dividiendo la historia científica de la Edad Media en dos mitades, una anterior y otra posterior a las traducciones de Toledo [2].

Otra razón para justificar estas influencias mutuas entre la cultura castellana y árabe, es el papel fundamental que desempeñan narradores y juglares en la transmisión de la poesía, en especial de la épica, como expresión de un mundo proyectado hacia el exterior, frente a la intimidad de la lírica. Según Alvaro Galmés de Fuentes, “es muy conocida la importancia de la juglaría musulmana en las cortes, regias o señoriales, de la España cristiana, así como la compenetrada actividad profesional de juglares musulmanes y cristianos” [3].

Naturalmente, la cultura española, y especialmente la literatura en todas sus manifestaciones, llegó a México de manera constante. El caso de la literatura popular y oral es más evidente, así lo subraya Aurelio González Pérez :

Será desde este espacio cultural de los Reyes Católicos en que el Romancero tuvo gran vitalidad, que saldrá la expedición colombina para encontrarse con el Nuevo Mundo en una ruta que seguirán en pocos años muchísimos castellanos, andaluces, extremeños y después asturianos, gallegos y vascos. En el bagaje de estos hombres que buscaban su destino en el continente recién descubierto estaba la Gramática de Nebrija, pero también el Romancero tradicional, transmitido oralmente, y a partir del siglo XVI por la imprenta, en todas sus formas. Los conquistadores, frailes, escribanos y colonizadores llevarán los romances a América en la memoria y en pliegos sueltos y cancioneros [4].

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La capacidad de difusión de los romances ibéricos estuvo siempre presente en los avatares de la historia, y su éxito en tierras americanas constitye una prueba más del valor popular de dicho género, difundido y revitalizado por otras comunidades de origen español y portugués. Galmés de Fuentes señala que “la última gran zona de la expansión de los romances fue obra de la empresa colonizadora llevada a cabo por Castilla y Portugal, los dos pueblos navegantes del siglo XVI. Con los portugueses van los romances a las islas Azores, a Madeira y a América, por un lado, y al Africa atlántica y a la India asiática, por otro. Los españoles llevan el Romancero a las islas canarias y a todo el continente americano, en el que hoy perdura desde los rincones hispánicos de Estados Unidos ( California y Nuevo México ) hasta el extremo meridional de Chile, incluyendo las Antillas, donde su difusión es extraordinaria “ [5].

En definitiva, resulta evidente que la literatura popular española fue llegando a México con las sucesivas oleadas de colonos [6]. De tal manera que el corrido, al pertenecer a este género popular y oral, no resulta ajeno al romance español, ni tampoco a la poesía árabe preislámica y clásica, a mi juicio, en su forma y en su carácter narrativo, por lo menos según esta definición que nos ofrece de él Vicente T. Mendoza: “es un género épico-lírico-narrativo, en cuartetas de rima variable, ya asonante o consonante en los versos pares, forma literaria sobre la que se apoya una frase musical compuesta generalmente de cuatro miembros, que relata aquellos sucesos que hieren poderosamente la sensibilidad de las multitudes; por lo que tiene de épico deriva del romance castellano y mantiene normalmente la forma general de éste, conservando su carácter narrativo de hazañas, guerras y combates, creando entonces una historia por y para el pueblo “ [7].

La invocación a sí mismo: “ yo soy … ”

El poeta árabe tiene una importante condición social en la tribu, considera sus poemas como parte de su patrimonio; la transmisión de sus poemas es oral y su oralidad se refleja en la existencia de las fórmulas elocutivas propias de esta creación-transmisión oral. El poeta árabe combina las armas con las letras, cultiva la poesía, pero también es caballero y guerrero

Uno de los géneros de la poesía árabe preislámica es Al-fajr o el autoelogio. Esta característica es general en toda la literatura caballeresca. La invocación propia se hace para afirmar y dar valor a las huestes. Las palabras yo soy evocan una actitud que lleva al protagonista a individualizarse dentro de su grupo, por una parte, y a presentarse ante el enemigo haciéndose prevaler de sus méritos y de sus éxitos personales o de los de su familia o de su clan [8].

Una de las figuras más emblemáticas de este género de autoelogio es el poeta árabe ‘Abu al-Taieb al -Mutanabbi ( nació en Kufa-Irak en el año 915 ), donde en el poema que propongo a continuación, se queja a su protector el sultán de Alepo, Seif al-Dawla, manifestándole sus virtudes, su coraje, su valentía y su orgullo por ser el mejor poeta y guerrero, a través del yo soy :

Tú, el más justo de los hombres, salvo en lo que a mí toca,

tú representas las disputas, y eres a la vez querella y juez.

Pido refugio a tu justa mirada;

qué tengas en cuenta que la grasa en algunos es puro nervio.

¿Qué provecho saca del mundo, hermano,

quien iguala la luz con las tinieblas ?

Todos habrán de saber, entre los que se juntan en nuestra compañía,

que yo soy el mejor de los ayudantes.

Yo soy aquel cuya buena literatura puede leer un ciego,

y escucha mi bien decir hasta un sordo.

Yo duermo muy tranquilo ajeno a las licencias en mis versos,

mientras velan gentes a las que los errores y las rivalidades arrastran.

Hay un ignorante que, con su pertinaz ignorancia, me hace reír,

pero eso será, hasta que una mano y una boca depredadoras le alcancen.

Si ves que asoman los colmillos del león

no se te ocurra pensar que el león sonríe.

Esa vida es la mía, por la voluntad de su dueño,

yo la he alcanzado con un caballo cuya espalda es sagrada.

Sus dos pies son uno solo y sus manos, una,

y actúan según quieren la palma y el pie.

Como afilada espada he marchado entre ejércitos numerosos,

y cuando al fin daba un tajo, era la bofetada de una ola de sangre.

Caballos, noche y desierto me conocen,

y la espada, la lanza, el papel y la pluma [9].

Del mismo modo que en la poesía árabe, la valentía en la heroicidad mexicana va unida con los conceptos de nacionalismo, el honor y la fama. El héroe en el corrido mexicano tiene un fuerte personalismo y un sentimiento de orgullo, se invoca a sí mismo para revelar sus cualidades de caudillo: es valiente, generoso y sobre todo justiciero:

El valiente de Sau Juan del Río

Soy puro San Juan del Río,

soy valiente y no embustero

y el que no me pueda ver

que me arremangue el sombrero.

 Yo en la noche me he paseado

con mi sarape embrocado,

mi pistola en la cintura

y en mi cuaco bien montado.

…………

Y aunque me vean de parranda

nunca soy hombre rajado,

soy amigo de los hombres

y azote de los malcriados.

 Cuando arranco en mi caballo

con mi reata y mis espuelas

ganas de pelear me dan

para dejarlos sin muelas.

 Yo no soy de los que gritan

cuando ya está uno perdido

me muero en la mera raya

pero nunca soy rendido. [10]

Esta coincidencia temática, en este caso, nos hace pensar, y eso es lo importante, en el proceso existencial de la épica árabe, transferido en alguna medida, al corrido mexicano. Más probabilidad tiene la transferencia de esta característica árabe al corrido mexicano, cuando tenemos en cuenta las afirmaciones de Galmés de Fuentes [11] de que el rasgo del autoelogio árabe aparece en la literatura castellana. En el Poema del Cid encontramos este mismo detalle: el Cid grita su nombre para animar a sus huestes de forma idéntica a como leemos en la literatura caballeresca del mundo árabe:

A grandes vozes llama el que en un buen ora naçió:

¡ feridlos, cavalleros, por amor del criador !

Yo soy Roy Díaz, el Cid de Bivar Campeador [12]

Otra característica común al caudillo en el corrido mexicano y al poeta caballero en la poesía árabe es la habilidad en el manejo de las armas, el amor a la justicia, el rechazo a la tiranía y a los traidores, y sobre todo su nobleza que va inevitablemente unida a un sentimiento profundo de honor.

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El poeta árabe ‘Antara ibnu Saddad ( murió en el año 615 ) puede ser el prototipo del poeta caballero en la época preislámica, es un poeta soberbio, orgulloso y creyente, pero muy apasionado al honor, su poesía es el modelo del autoelogio, en ella se mezclan la generosidad y la nobleza:

Alábame por lo que de mí sabes,

que soy de amable trato, cuando no se me hace injusticia,

y si se me hace, mi réplica es acerba,

amarga de sabor, como el gusto de la tuera.

………..

Mas cuando bebo sólo consumo

mi dinero, e íntegro queda mi honor, sin mella;

y al pasar la embriaguez, mi liberalidad no disminuyo:

son cual sabes mi nobleza y calidad.

¡ Cuántas veces a marido de beldad dejé por tierra,

silbando sus miembros, cual comisura de labio hendido!

Mis manos se adelantaron con rápida cuchillada

y el surtidor de un tajo del color del drago.

¿ No has preguntado a los caballeros, hija de Malik,

Si ignoras lo que de mí no sabes ? [13]

Siguiendo esta misma línea, así nos canta el poeta en el corrido siguiente:

De los Dorados

Soy uno de los dorados

d’ese mi general Villa,

tengo diez grados ganados

pronto seré cabecilla.

……….

De casas grandes yo vengo,

voy camino a las delicias,

paso, te veo y me detengo

para gozar tus caricias.

Soy dorado verdadero

y en Villaldama he nacido,

traigo balaceado el cuero

porque yo nunca he corrido.

Mi carabina y mi yegua

son mis fieles compañeras,

tengo que andar veinte leguas

para matar ratas gueras.

Me regreso pa ‘ mi tierra

adonde quiero morir,

que ya se acabó la guerra,

llegó l’ora de rendir. [14]

La muerte heróica en la épica árabe se manifiesta y se percibe de igual modo que en el corrido mexicano, como comenta Josefina Veglison, en la épica preislámica, lo normal y deseable para un poeta caballero, era morir a manos del enemigo [15], porque al fin y al cabo es un guerrero esforzado y nada temeroso de la muerte, deja ver siempre cierta dignidad ante la muerte, así nos lo expresa el poeta ‘Antara:

Ella se precipitó al hacerme temer la muerte

como si la muerte pudiera no alcanzarme.

Y le contesté: la muerte es una aguada

en la que acabaremos todos por beber.

Guarda tu temor. No te diré que no,

pero debes saber que soy un hombre

que morirá si un día no le matan [16].

La fama es un objetivo esencial en todos los héroes, porque buscan en ella el reconocimiento del pueblo y la inmortalidad por el impacto que deja su memoria. En la poesía árabe, el poeta caballero intenta convertirse en el símbolo del pueblo y en el centro del universo, busca ser idealizado y proyecta su yo soberbio hacia su mundo externo para oponerlo sin reproche a la villanía de un rival sin dignidad y sin gloria; por estos motivos, la única muerte aceptable para ellos es morir en combate.

Para el poeta al-Mutanabbi la vida pierde todos sus sentidos fuera de la lucha, y la mejor muerte que desea es en pleno combate:


Más dulce que el buen vino,

más suave que el bríndis de las copas,

es para mí el manejo de espadas y lanzas

y el encuentro por mi orden de ejército contra ejército.

Morir en el combate es mi vida.

Vivir para mí es extremar la muerte.

Y si algún día un comensal se la escancia

con sus manos, me alegraré aunque sea un hombre débil [17]

En el corrido mexicano el honor del héroe se pondrá a menudo de relieve, y dicho valor comporta fidelidad a la palabra y a la dignidad ante la muerte, en el poema que expongo a continuación, el protagonista pide ser ajusticiado de acuerdo con su valentía:

Del fusilamiento

El reloj marca sus horas,

se llega a la ejecución:

Preparen muy bien sus armas

y tírenme al corazón.

Yo no soy de los cobardes

que le temen a la muerte,

la muerte no mata a nadie,

la matadora es la suerte.

Yo no soy de los cobardes

que manifiestan tristeza,

a los hombres como yo

no se les da en la cabeza [18]


El caballo y las armas:

Como me he referido antes, el héroe en la poesía árabe es el jinete y el caballero, y como tal aparece siempre armado de espada y lanza y montado magníficos caballos. El corcel es considerado como animal noble, participa con el caudillo en las huestes, demuestra valentía y con sus mañas y habilidad contribuye al triunfo de su jinete. En la tradición árabe,el caballo se ha convertido en un elemento poético, y resulta difícil separarlo de la vida y de las aventuras del poeta, así lo describe Imru’ al-Qays:

Y a menudo amanezco, cuando las aves están todavía en sus nidos,

con un caballo ligero, corredor de fieras y recio,

que ataca y se escapa, avanza y retrocede a la vez,

cual peña rocosa que arrastra el torrente desde lo alto[19].

En el corrido mexicano, el caballo tiene el mismo valor para el héroe; su presencia, y sobre todo la consideración que se le da nos remonta a la épica castellana más inicial. Entra, por ejemplo, como objeto de especial interés en el botín, al modo que ya se percibe en los elementos árabes en el Cid estudiados por Galmés de Fuentes : ” El Cid del Poema no es un héroe abstractamente idealizado, vive en su realidad de desterrado pobre, en la que el botín de guerra es también uno de los estímulos y móviles de sus campañas “ [20].

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Galmés cita los versos 2482 al 2491 del Cantar del Cid, donde podemos observar incluidos los caballos :

Sobejanas son las ganançias que todos an ganado;

lo uno es dellos an en salvo.

Mandó mi çid el que en buen ora nasco,

Desta batalla que han arrancado

que todos prisiessen so derecho contado,

E el so quinto de mí çid non foie olbidado.

Assí lo fazen todos, ca eran bien acordados.

Cadiéronle en quinta al çid seyes çientos cavallos,

E otras azémilas e camellos largos

Tantos son de muchos que non serién contados.

De esta manera podemos comprender fácilmente la abundancia de los corridos mexicanos elaborados sobre los caballos, lo que confirma otra vez la similitud entre la épica árabe y la tradición mexicana. La figura del héroe de la Revolución queda delineada con el el caballo, y al modo de la tradición árabe, este animal, en muchas ocasiones, se personifica y usa de sus mañas para que su jinete evite el peligro y la muerte en el campo de la batalla:

De Martín Díaz

¡ Qué vida la de Martín !

¡ Qué vida tan arreglada !

De haberse visto en las balas

y ninguna le pegara.

Sería por las oraciones

que su madre le rezaba.

¡ Corre, caballo alazán,

no se te olviden las mañas ! [21]

Tanto en el mundo árabe como en el mexicano, el héroe impresiona por su atuendo y sobre todo por su caballo, su figura y su descripción alcanza su plenitud con el caballo. Este animal tiene en la vida del caballero o del jinete una imagen sublime. En los versos siguientes, el poeta árabe ‘Imru al-Qays resalta la belleza, la habilidad y la inteligencia del animal:

Es bayo: resbala la crin por medio de su lomo,

como la lluvia sobre lisa piedra:

nervioso y delgado, parece su piafar,

cuando impaciente, el hervor de un caldero;

galopa cuando otros ya, de fatiga,

levantan polvo en el duro hollado suelo;

desmonta de su lomo al mozo ligero

y hace perder sus ropas al corpulento forzudo;

raudo como la bola del niño que hace girar

el vaivén de sus manos a un cordel amarrada;

tiene flancos de antílope, patas de avestruz,

trote de lobo y galope de zorrezno;

costilludo, cubre su trasero de la vista por atrás

con una abundante cola hasta casi ras de tierra, recta,

y su lomo parece, cuando se ladea,

muela de novia o mortero de tuera;

la sangre seca de las primeras presas en su garganta

parece jugo de alheña en peinadas canas [22].

Del mismo modo,el caballo tiene nombre y es sublimado en el corrido mexicano:

El caballo Cantador

Nació bajo de una higuera

su madre fué yegua fina;

le llamaba la Catrina

y a él le puse el Cantador.

…………

Era de pelo retinto,

dosalbo y con un lucero,

muy fachoso y mitotero

y lindo de corazón.

Era lindo mi caballo,

era mi amigo más fiel;

ligerito como el rayo,

era de muy buena ley.

……………

Vizcarra no cayó muerto

mas mi caballo murió;

pero antes de quedar yerto

mis manos acarició [23].

En ambos mundos la complicidad entre el héroe y su caballo es absoluta, y en muchos casos se le adjudican a este animal capacidades casi humanas como la fidelidad, la abnegación y el coraje. En uno de los corridos, el caballo llamado Cuaco llora la muerte de su jinete, y se lamenta por no poder defenderlo:

 De Marcial Cavazos

……………

¡ Qué triste quedó el caballo

cuando Cavazos murió !

Cómo la gente lloraba

el Cuaco también lloró.

La cola meneaba al viento

con aire de árbol llorón,

al perder a su jinete

perdió allí su corazón [24].

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De la misma manera el poeta preislámico ‘Antara nos describe una de sus batallas, en la que pierde su caballo Adhama – el negro-. Los versos siguientes expresan la fuerte compenetración entre los dos, y sobre todo las quejas y lamentos del poeta por no poder salvar la vida de su compañero fiel:

Yo, cuando me usaron de barrera a las lanzas, no me acobardé,

sino que fue angosto el lugar donde avanzar,

y cuando vi llegar a toda la gente,

enardeciéndose, me lancé irreprochable.

Llamaban: ¡ ‘Antara ! y, pareciendo las picas

cuerdas de pozo al pecho de Adhama,

yo sin cesar les embestía con el hoyuelo de su garganta

y su pecho, hasta cubrirlos de sangre:

esquivó el ataque de las lanzas a su pecho,

quejándose con lágrimas y relinchos:

si supiera conversar, se quejaría;

si hablar supiera, me hablaría.

Me han curado el alma y han apartado mi cuita

las palabras de los jinetes: ¡ Venga, ‘Antara, avanza ! [25] .

Entre los corridos mexicanos dedicados a los caballos, y como confirmación a lo mencionado anteriormente, pongo a continuación el de El caballo Prieto Azabache por el interés que presenta, y porque encuentra casi su paralelo perfecto en el poema de ‘Antara que acabo de citar:

El caballo Prieto Azabache

Caballo Prieto Azabache,

¿ cómo olvidarte ?, te debo la vida.

Cuando iban a fusilarme

las fuerzas leales de Pancho Villa.

Aquella noche nublada

una avanzada me sorprendió

y tras de ser desarmado

fui sentenciado al paredón.

Ya cuando estaba en capilla

le dijo Villa a su asistente:

me apartas este caballo

por educado, por obediente.

Sabía que no me escapaba

pero pensaba en mi salvación

y tú mi Prieto Azabache

también pensaste igual que yo.

Recuerdo que me dijeron:

pide un deseo para ajusticiarte.

Yo quiero ser fusilado

en mi caballo Prieto Azabache.

Y cuando en tí me montaron

y prepararon la ejecución,

mi voz de mando esperaste

te abalanzaste contra el pelotón.

Con tres balazos de mauser

corriste herido salvando mi vida.

Lo que tú hiciste conmigo

caballo amigo no se me olvida.

No pude salvar la tuya

y la amargura me hace llorar.

Por esto Prieto Azabache

No he de olvidarte nunca jamás [26].

La espada, al lado del caballo, constituye otro elemento de coincidencia entre la épica árabe y el corrido mexicano. El héroe, en los dos mundos, hace de sus armas un objeto de especial orgullo. No debemos olvidar que, por influencia de la cultura árabe, el Cid llegó a elogiar sus espadas, las personificó y las dio nombres propios [27],

En estos versos del poeta árabe Tarfa ibnu al-‘Abd notamos que la espada aparece inseparable del caballero guerrero, se convierte en un elemento dialogante y es merecedora de su total confianza:

Yo soy el hombre enjuto que conocéis,

ligero como cabeza relampagueante de serpiente;

he jurado no separar de mi costado

una espada de finos bordes, acerada,

sable que cuando con él tomo venganza

ahorra su primer golpe los demás, no cual segur:

digna de confianza, no marra tajo,

si se le dice ” detente ” dice su dueño “ ya basta “:

cuando la gente acude al arma, me verás

invencible, si a su empuñadura llega mi mano [28].

En el México de la Revolución, a veces las armas del momento -pistolas, carabinas …- se sustituyen literariamante por otras del pasado para dar un tono más épico y se las denomina acero o espada metafóricamente:

Han empuñado su acero

como todos lo habrán visto,

dicen: por México muero,

como murió Jesucristo [29].


En los dos mundos, la espada se destaca por el brillo majestuoso que la caracteriza, y es un objeto de alabanza y elogio en el canto de los poetas
:

De la Revolución

¿ Dónde está el jefe Zapata?

que esta espada no brilla;

¿ dónde está el bravo del Norte,

que era don Francisco Villa ?

Fueron líderes primeros

que empuñaron el acero;

hasta subir al poder

a don Francisco I. Madero [30].

El poeta preislámico ‘Antara evoca la espada con una imagen metafórica muy aguda. En los versos siguientes percibe el brillo de la cara sonriente de su amada en el brillo de la espada, que desea besar a la hora de su muerte:

Me acordé de tí cuando las lanzas me alcanzaban

y los puñales goteaban mi sangre;

quise besar las espadas porque

brillaron como el resplandor de tu boca [31].

En el corrido mexicano,el caudillo acostumbra a morir con las armas en la mano:

Dicen que Villa murió

con la mano en el gatillo;

sobre su hombro descansaba

el general Miguel Trillo [32].

El poeta árabe de la época Omeya, Malik ibn al-Rayb al-Mazini, se dedica una autoelogía, al no hallar a nadie que le llore. Pues serán sus propias armas que hagan duelo, su espada y su lanza son, sin duda, los mejores amigos del guerrero:

Me puse a recordar a quienes me llorasen,

pero sólo encontré

que la espada y la lanza me lloraran.

¡ Vosotros dos, amigos de mi marcha !:

ahora, que la muerte ya está próxima,

bajad a la colina, donde pasé mis noches.

Quedaos conmigo hoy o cualquier noche,

mas no os apresuréis,

porque es muy claro ya lo que me pasa.

Trazadme con las puntas de las lanzas

el lecho, y el residuo de mi manto

echad sobre mis ojos.

No envidiéis que la tierra

-¡ bendiga Dios a ambos !-

se me haga aún más ancha.

¡ Cogedme y arrastradme hacia vosotros !

¡ A mí, que antes de hoy,

difícil resultaba conducir ! [33].
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Presencia de la mujer en la guerra:

La mujer árabe de la época preislámica desempeña un papel activo dentro de la tribu. La mujer nómada de Arabia comparte, dentro de la tribu, todas las actividades del hombre. En la guerra acompaña a los guerreros excitándoles con su actitud. Tarik, en la conquista de España, para conseguir la victoria, coloca a las mujeres desveladas en presencia de los guerreros; Hind, la mujer vengadora de los primeros tiempos del Islam, actúa como animadora de los guerreros en la célebre batalla de Yarmuk [34].

Un papel importante le estaba reservado a la mujer árabe …. . ‘Aisa, hija de Abu Bakr, y esposa del Profeta , en una ocasión decía gritando :” Uzman ha sido asesinado inícuamente, y yo os conjuro a vengaros de su sangre “ [35]. De aquí surgió la famosa guerra, llamada del Camello, contra los partidarios de ‘ Ali ibnu Abi-Talib [36]. Siempre que un guerrero o una tribu se despreocupa de cumplir con el deber sagrado de la venganza, es la mujer que se encarga de reavivar los ánimos amortecidos.

Del mismo modo notamos que la valentía de las mujeres está muy presente en la Revolución mexicana. Las mujeres mexicanas acompañan a las tropas y participan en la guerra si es preciso, y en otros casos, la mujer se enfrenta con bravura para vengar a su familia o defenderla, o por motivos de honor.

Catalina H. De Giménez nos define el papel de la mujer en el ejército zapatista: “No debe extrañar, entonces, que en el ejército zapatista tuvieran un papel destacado las mujeres. Hubo mujeres soldaderas como la China de Puente de Ixtla …. o la Generala Emilia Robles…., quien a la muerte de su marido se hizo cargo del batallón que comandaba. Mientras estas mujeres peleaban al lado de las tropas zapatistas, otras espiaban o intercambiaban víveres contra parque y armas en los cuarteles federales“ [37].

En el corrido siguiente vemos cómo la mujer Anselma consigue matar al Capitán para salvar su honor, y sobre todo para vengar la muerte de su hermano Cipriano Guzmán:

Anselma Guzmán

Estaba lavando Anselma a orillas de un manantial.

Pasó cantando la leva

al frente iba un capitán.

……….

Al ver tan linda morena

al capitán le gustó.

Y no le habló por la buena,

a fuerza se la llevó.

Cipriano, hermano de Anselma,

peleó con el capitán,

valiente como una fiera

y no le pudo ganar.

El capitán a balazos

mató a Cipriano Guzmán

y Anselma sobre sus brazos

lo contempló agonizar.

La tropa se había marchado

muy lejos de aquel lugar,

y aquel cobarde malvado

quería su presa gozar.

………..

Rodaron los dos al suelo

la hembra y el criminal,

logró la pistola Anselma

y acribilló al capitán.

……….

Se hincó poquito a poquito.

Después la tierra besó,

soltó su pelo bonito

y luego al viento gritó:

¡ Ya estás vengado hermanito

De este cobarde matón ! [38].

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Conclusión:

Este análisis comparativo entre el corrido mexicano y la épica árabe me hace descubrir, a mi juicio, una multitud de motivos temáticos comunes a las dos epopeyas. Es cierto que algunas de estas características podrían ser consideradas como poligenéticas, nacidas de una manera independiente en cualquier tipo de epopeya, pero otras muchas, en cambio, no serán explicables sin establecer un vínculo de causalidad. De cualquier manera, la confirmación de influjo real de la épica árabe en el corrido mexicano, a través de la épica castellana, habrá de deducirse de la suma de rasgos comunes; pero independientemente de todo esto, el corrido mexicano en su conjunto, y muy especialmente el corrido de la Revolución, representa la máxima expresión de la épica de México y del modo de ser y sentir del pueblo.


Notas:

1] ‘ Abd al-Badi, Lutfi, La épica árabe y su influencia en la épica castellana, Santiago de Chile, 1964, p.88
[2] Menéndez Pidal, R, Poesía árabe y poesía europea, Colección Austral, Madrid, 1955, pp. 38-39
[3] Galmés de Fuentes, A, Epica árabe y épica castellana, Ariel, Barcelona, 1978, p.51
[4] González Pérez, Aurelio, El romancero en América, Editorial Síntesis, Madrid, p.47
[5] Galmés de Fuentes, A, El romancero hispánico, Editorial Everest, Léon, 1989, pp. 29-30
[6] Ramón Damián Balaguer, Miguel, La dimensión épico-literaria del héroe en los corridos de la Revolución mexicana y sus antecedentes en la literatura castellana, trabajo inédito, Universidad de la Manouba, Túnez, 2005.
[7] Mendoza, Vicente T., El corrido mexicano, Colección Popular, México, 1954, p. IX
8] Galmés de Fuentes, A, Epica …., Op. Cit., p.89
[9] Diwan al-Mutanabbi. La traducción es de Montserrat Abumalham -Un. Complutense de Madrid- con algunas modificaciones mías.
[10] Mendoza, Vicente T., Op. Cit., p.314
[11] Galmés de Fuentes, A, Epica …, Op. Cit., p.89
[12] Menéndez Pidal, R., Cantar de Mío Cid, II, Madrid, 1945, p.576
[13] Mu ‘allaqat ‘Antara ibnu Saddad. Traducción de Federico Corriente Córdoba, Las diez mu ‘allaqat, Hiperión, Madrid, 2005, p.151
[14] Mendoza, Vicente T., Op. Cit., pp. 138-139
[15] Veglisón Elías de Molins, J, La poesía árabe clásica, Hiperión, Madrid, 1977, p. 162
[16] Mu ‘allaqat ‘Antara. Selección y traducción de Pedro Martínez Montávez, 15 siglos de poesía árabe, Málaga, 1968
[17] Diwan al-Mutanabbi
[18] Mendoza, Vicente T., Op. Cit., p. 170
[19] Mu ‘allaqat Imru al-Qays. La traducción es mía.
[20] Galmés de Fuentes, A, Epica …., Op. Cit.
[21] Mendoza, Vicente T., Op. Cit., p. 97
[22] Mu ‘allaqat Imru al-Qays. La traducción es de Federico Corriente Córdoba, Op. Cit., p. 103
[23] Mendoza, Vicente T., Op. Cit., p. 364
[24] Ibidem, p. 142
[25] Mu ‘allaqat ‘Antara. Traducción de Federico Corriente Córdoba, Op. Cit., p. 154, con algunas modificaciones mías.
[26] Valdés, Chayito, Corridos de caballos, Orfeón Videovox, 1999
[27] Galmés de Fuentes, A, Epica…, Op. Cit.
[28] Mu ‘ allaqat Tarfa ibnu al-‘Abd. Traducción de Federico Corriente Córdoba. Op. Cit., p. 116
[29] Mendoza, Vicente T., Op. Cit., p. 49
[30] Ibidem, p. 143
[31] Mu ‘allaqat ‘Antara.La traducción es mía.
[32] Mendoza, Vicente T., Op. Cit., p. 68
[33] Martínez Montávez, Pedro , -selección y traducción-, 15 siglos de poesía árabe, Málaga, 1968, p.28, citado por Montserrat Abumalham.
[34] Galmés de Fuentes, A, Romania arábica I, -estudios de literatura comparada árabe y romance-, Madrid, 1999, p.168
[35] Caetani, Leone, Annali dell Islam, Vol. IX, Roma, 1926
[36] Al-Baladuri, Kitab futuh al-buldan, Editorial De Coeje, p. 97
[37] De Giménez, Catalina H., Así cantaban la revolución, Editorial Grijalbo, México, 1991, p.141
[38] Vargas,Chavela, El corrido hablado, Orfeón-Movieplay, 1983.

Por Ridha Mami
Departamento de Filología Española
Universidad de La Manouba (Túnez)

 

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