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Schopenhauer y el Gulistán de Sa’di por Felipe Llanas Moreno


Debo a la lectura de las obras de Arthur Schopenhauer (Danzig, 1788- Frankfurt, 1860) el fatalismo pesimista que acusan varias de mis opiniones y conceptos personales, cosa que no resulta extraña dado el talante de las ideas del filósofo alemán. Su desprecio a la hipocresía y falsedad del mundo son bien expuestos en sus libros. Sin embargo, hay un gusto por la vida, una pasión que se esconde tras de sus aversiones y amarguras aparentes. En 1813, después de doctorarse e instalarse en Weimar, conoce al orientalista Frederik Mayer, quien lo inicia en el estudio de la India. Este encuentro con Oriente sería de suma importancia para el filósofo, ya que no son pocos los expertos que consideran que mucho de la práctica filosófica de su sistema de pensamiento corresponde a la de un budista occidental.

Es su libro “La sabiduría de la vida” obra capital. En el desentraña, expone lo que el considera falsedades y apariencias de una vida mundana y estúpida, limitada por el miedo, atenazada por la ignorancia y con fuertes resabios del dominio eclesiástico recién comenzado a combatir en Europa. Es un libro lleno de citas inteligentes, pertinentes, que no ha perdido su vigencia a pesar del embate avasallador de la ciencia y la tecnología que pervive en nuestros días. Tal obra es compuesta por su autor alrededor de 1836, y está inspirado en el “Oráculo Manual”(1647) de Baltasar Gracián (Aragón, 1601- Tarazona,1658). Como finalidad del libro, Schopenhauer se propone, y nos propone, tomar ciertas medidas para lograr llevar una vida más placentera, más plena. En el capitulo V, denominado “Parénesis y Máximas, al inicio, criticando nuestra ansia desmedida de felicidad, el pensador alemán cede la palabra al poeta persa Sa’di , quien en su obra “El Gulistán” deja para la posteridad el siguiente epígrafe:


“¿Has perdido el imperio del mundo? No te aflijas, eso no es nada. ¿Has conquistado el imperio del mundo? No te regocijes; eso no es nada. Dolores y venturas todo pasa, pasa al lado del mundo; eso no es nada.” (De la trad. al alemán de Graf al español por Eduardo González Blanco).

Para alguien educado a la manera occidental del sufrimiento y el dolor, de la atrixión, y de la infantil y arrogante importancia personal, el impacto de la citada reflexión es considerable.

Por tanto, debo también a Schopenhauer el descubrimiento del Gulistán de Sa’di, poeta persa.

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Su nombre completo fue Musharif al-Din Ibn Muslih (c. 1215-c.1292), conocido como Sa’di  y nacido en Shiraz. Quedó huérfano a muy corta edad y tuvo que trasladarse a Bagdad para concluir sus estudios. Tuvo una vida vagabunda y estuvo en Asia Menor, Siria, Egipto y peregrinó a la Meca. Por si mismo asegura que fue prisionero de los cruzados y que visitó Kashgar y la India. Habiendo vuelto a Shiraz en 1256 presentó al año siguiente al gobernador local su poema didáctico “Bostan”, o prado oloroso, compendio de experiencias. Poco después (1258) compuso el “Gulistán”, o Rosaleda, colección de anécdotas con sentido moral en prosa y verso, que rezuman comprensión y tolerancia hacia el hombre. Ambas obras fueron muy populares en todo el mundo musulmán. La serena gracia poética, la delicadeza exquisita y la sabiduría vivencial de Sa’di se pueden apreciar cabalmente en el siguiente poema contenido en el Gulistán:


CONTEMPLANDO A LA AMIGA.


La vida es buena y mejor al borde de las ondas.

El vino parece mejor que el canto del ruiseñor,

y que gusto es dormir cerca de un jazmín florido.

La flauta es dulce junto a una amiga perfumada.

Renuncio al arpa y a los cantos del músico

y prefiero charlar con mi amante querida.

No te vuelvas para contemplar la llanura

porque es más agradable tu fiel amiga.

Como las mallas de una armadura, sus cabellos

trenzados y rizados, vencen con su gracia

las ondulaciones de la ola bajo el viento.

Sa’di, ¿te das cuenta de lo que vale tu amiga

sin haber pensado por ella? Es más agradable

tener lo que queremos cuando lo hemos buscado.

(Trad. H. Massé/José Luis Martínez.).

Hermanado con su celebre antecesor Omar Khayyam (c.1015-c.1123) en la deliciosa descripción del placer sensual, adereza sus expresiones con una casi imperceptible enseñanza filosófica,confundida con el entramado narrativo, de evasión evocativa; evasión muy comprensible si se tiene en cuenta la dominación, por ése tiempo, del imperio mongol; hegemonía plena de anarquía y miseria, lo que libera también en Sa’di, un misticismo de resistencia.


El saber y sentir humanos poco tienen que ver con las fronteras y las formas de gobierno, con la política. Ambos obtienen su trascendencia en la elevación intelectual que permite, sin distingos ni prejuicios, alcanzar en un momento y casi sin el concurso de algún otro esfuerzo, el cenit existencial en éste mundo, mediante el goce vivencial, desdeñando a la muerte como condición sine qua non para tal efecto. En su espíritu albergaron tal concepción Schopenhauer y Sa’di, maestros a los cuales rindo tributo de agradecimiento y a quienes me encomiendo merced a estas breves líneas que acaban aquí.

F.LL.M. Agosto de 2011.

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