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Israel y sus nuevos, falsos amigos racistas


“Desde hace un tiempo, Tel Aviv agasaja a extraños personajes. Desde el Tea party al ultraderechista holandés Geert Wilders”. Ian Buruma, compatriota de éste, teme que los israelíes se hayan comprado la “guerra del Islam contra occidente”.

En diciembre, a la sazón, una banda de extremistas europeos “recorrió colonias judías ilegales en Cisjordania. Tras definirlas como parte del terruño bíblico, las pusieron a la vanguardia en la lucha contra los musulmanes”. Curiosamnete, varias de las agrupaciones en gira incluyen en sus plataformas ataques a los judíos, secuelas del racismo anterior a la II Guerra Mundial (tiempos de lasho’á).

Uno de sus voceros es “Heinz-Christian Strache, jefe del partido Libertario austríaco, de cuño neonazi. Su correligionario belga, Filip DeWinter, milita en el mismo partido flamenco que apoyaba al rexista Léon Degrelle durante la ocupación alemana”. Para disimular el pasado –apunta Buruma-, hoy dicen defender “valores judeocristianos contra los avances delislamofascismo”.
Por supuesto, “quienes critican las políticas israelíes, sean de derecha o izquierda, acostumbran remarcar que antisionismo no es antisemitismo. Por lo mismo, ser amigo de Tel Aviv no es igual a serlo de los judíos. Richard Nixon, verbigracia, no se fiaba de esos bastardos pero admiraba enormemente a Israel”. La contradicción molestaba a su eminencia gris, el judío alemán Henry Kissinger. Similar duplicidad ha sido común en los regímenes militares latinoamericanos y aún lo es en África subsahariana.
En Estados Unidos, “los abogados del sionismo intransigente incluyen fundamentalistas evangélicos, profundamente convencidos de que los judíos no conversos están condenados al castigo divino”. ¿Lo mismo les sucederá a los recientes anfitriones de aquella delegación ultraderechista?
Esos nuevos amigos, por cierto, “aprueban el uso indiscriminado de la fuerza militar, el nacionalismo étnico o religioso y la opresión a los palestinos. Impacientes por imponer en sus propios países regímenes de base racista, Strache, Wilders, DeWinter y otros ven en Israel un modelo adecuado. Pero Europa occidental lo repudia desde hace mucho por sus ecos nacionalsocialistas”.


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