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La ornamentación en el arte islámico

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El principal condicionamiento del arte islámico es que se trata del arte de una religión, por lo que arte y fe están estrechamente entrelazados. El Profeta Muhammad (s.w.s) en el siglo VI de nuestra era sentó las bases de una religión revelada monoteísta que trajo como consecuencia la creación de un sistema político, el Imperio Islámico, que llegó a abarcar desde el Indo hasta el Ebro. Se trata de una concepción religiosa en la que un dios único, Alláh, es el único ser que existe por si mismo y es el único que permanece. No es de extrañar que con una concepción de la naturaleza en la que las cosas no existen por si mismas, no se tenga la necesidad de imitarla, y predomine la estilización y lo geométrico, un gusto por la representación de lo inanimado. El Profeta Muhammad (s.w.s) en sus enseñanzas recomendó que no se representasen hombres o animales, sentando así una de las bases axiomáticas de este tipo de arte, esencialmente opuesto al naturalismo. No aparece la figuración en el arte religioso y contamos con escasos ejemplos en el civil (Fuente de los Leones del Patio de los Leones de la Alambra de Granada)

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La ornamentación va a constituir uno de los principios estéticos básicos del arte islámico, superponiéndose a la estructura del edificio, ocultándola, ya que la pobreza de materiales es frecuente en este tipo de arquitectura, lo mismo que las estructuras muy simples, que quedan totalmente recubiertas por una decoración rítmica, repetitiva, basada en series de un mismo motivo.

Proliferaron los arcos ornamentados, como por ejemplo los de la ampliación de la Mezquita de Córdoba realizada por el Califa Al-Hakam II en la segunda mitad del siglo X, en la que se colocan delante de la Mansura dos grandes pantallas de arcos polilobulados entrelazados, o los de la Alfajería de Zaragoza, etc.

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También las cubiertas constituyen un destacado elemento decorativo, tanto las de madera, como las abovedadas, con una gran variedad de formas: de crucería, gallonadas, caladas, etc. Recordemos la del mihrab de la Mezquita de Córdoba, por ejemplo.

Además de los elementos arquitectónicos decorados, los motivos ornamentales más usados son tres: la caligrafía, empleando la escritura cúfica (recta) o la najsí (curva) que, repitiendo versículos del Corán, recorre las superficies arquitectónicas; la decoración vegetal, aunque estilizando enormemente los elementos naturales, geometrizándolos y repitiéndolos simétricamente, lo que se denomina ataurique; y la lacería, el elemento geométrico, consubstancial al Islam, ya que en su prolongación infinita refleja la indivisibilidad divina, con formas circulares, poligonales y estrelladas.

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Aparece frecuentemente el mocárabe, alvéolo prismático o esférico (semejante a estalactitas) producido por la subdivisión de trompas, que mediante una constante repetición, cubren las bóvedas, los intradoses de los arcos, etc., suponiendo puramente una solución ornamental, con nula función tectónica.

La luz y el agua también juegan un importante papel decorativo, por lo que proliferan estanques, fuentes, y diversos motivos que la reflejan, como espejos o que las dejan entrever como las celosías, por ejemplo.

Debemos mencionar también la decoración a base de mosaicos, mármoles, estucos, pintura de laca sobre madera, cerámica y azulejos, de la que el arte otomano nos ha dejado importantes muestras, como por ejemplo en la Mezquita Azul o la de Suleymaniyé.

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