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La desesperación de Noé – Nouri al-Jarrah

Noé - qasyun
Qasyun

La desesperación de Noé

I

De mi tumba que había quebrado una flor en el canto
grité:
mi madre tierra,
la primavera agitó mi letargo
la abeja picó mi labio en el sueño
y la mariposa de los años voló sobre el mármol de mi mano.
Entonces, me levanto
como una grieta en la roca que se eleva del grito del foso.

Soy Noé, mi creador… te llamo desde Qasyun 1,
mi barco se quebró,
mis tablas son destrozos, fragmentos y pedazos
Y la existencia,
es un manojo de ceniza.
¿Es esta Iram 2  que quisiste para mí?
Ruinas de un canto en una cuerda quemada.

¡Soy Noé, mi creador!
Mis rodillas se esparcieron
sobre mi roca
y mis dioses me tiran con los restos del naufragio.

Ya no quedan tumbas en la tierra para nadie.
Volved mañana
¡Oh muertos de amor!,
volved mañana.

II

Damasco se duerme en su nombre,
y brilla en su letargo, la espada.
Escribí mi canto en la semilla del trigo en Qasyun
y en Bab Alfaradis 3 , la eternidad era un huérfano perdido, que
enciende la memoria del verano.
Y la violeta, pregunta a sus hermanos sobre el hermano
que murió;
su sangre era la voz de su hermano
que se mueve en su sangre;
y en el pasado
el hermano aceptó ser el tiempo 4.

Digo a Abel: ¡Despacio!
Mi hermano,
en la grieta de la roca,
vi mi rostro en dos mitades.
Mi sangre está en el canto,
vi mi sangre en el canto partiendo en dos mitades al Cham 5
Barada 6,
montada en un caballo
y en sus cejas asesinadas, la luna de las Gutas 7.

Este es el caballo del Cham
asesinado en un relámpago,
sobre el granito están sus pisadas cortadas
y en el relincho.

Este es el caballo de Cham,
¡Oh Cham!
Abre tus puertas,
Barada está montada en un caballo
y en las barandas llora la ausencia.

Este es el caballo de Cham.
Este es el caballo de Cham.

Vuelve de tu ausencia,
ya no hay horizonte en el horizonte para que te vea.
El mar es ciego.
Y ciego el polvo de la tierra.
Y las arameas, desde la muralla esparcen anémonas en el aire de la muerte…

Los dioses te abandonaron…
La historia solo escribe.
Vuelve de tu apelación.
Ya no hay nadie.

Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido del ocaso.

El camino era el llanto del cantante,
cuando la luna vio su mitad de piedra.

¿Esto soy yo?, dijo el cantante,
o mi imagen, ¿cuándo estaba allí?
Soy la ciudad y la puerta.
Soy la plata del sauce en la acequia.
Soy el hombro roto del cielo
y el mirto que formó los nombres.
Soy el damasceno, y la costa siria es una herida en mi canto…

¿Es este el canto de quien conoce lo oculto,
O es la hora de la destrucción?

III

Dejamos nuestras ropas al tendedero
y te dejamos.
Enciende tu lámpara y ronda como puedas.
Solo encontrarás el tendedero y el sol de nuestras ropas sangrientas.

IV

En su nombre, se duerme Damasco,
pasa en vela la gente,
se disputan
y en su cara
cavan tumbas.
Y para él, secuestran imágenes.

Aquí, la rosa del silencio.
Aquí, la lluvia de ayer.
Aquí, un ruiseñor.
Aquí, un manojo de espinas.
Aquí, la baranda del pasado.
Aquí, un cortejo.
Aquí, la perplejidad de un río.
Aquí, una rama de mirto.
Aquí, niños con una piedra encima:
¡Oh muerte!
¡Muerte!
Sólo te llamo a ti,
porque eres mi enemigo que solo se enamoró de mí
¡Oh muerte!

¿No está satisfecha tu muela de mi cuerpo?

El mártir se duerme de lado, para que el canto descanse un poco…
Su herida en la violeta
es el silencio de la narración,
es el gemido de los idiomas.

Y en cada dos líneas de mi canto, toca mi puerta y pregunta por su madre El Río.
¡Iram!
¿Quién soy yo para morirme sin que la muerte
se harte de mí?

Yo soy Noé,
mi creador…
El cantante se inclina sobre sí y no encuentra las canciones,
Y Damasco que aquí me dejó
Dijo un amante,
La alejaron unas palabras a la sombra de otras.

Treinta años, y mi canción es un pájaro volando en el medio del sueño
¿Acaso soy yo, hoy, o un manojo de nubes?

V

Me ilumino como muerte
y descubres fuego en el fondo del río
que se divierte con las visiones
y el bosque de los caprichos,
manda mi alma temblorosa
en las sensaciones del agua,
y en las direcciones del silencio del día

Como si no tocaras
la sombra
tus manos no se mojaron
y no fuiste allá con alegría.
Como si el pasado
bebiera tu letargo y mi mano
después me dejara solo, sin nadie.

VI

Damasco se duerme en su nombre y la espada brilla en su letargo.
Aquí, la flecha bajó a la rodilla del verano.
Aquí, aquí un castillo cayó de un cielo, cayó en las moharras.
Aquí apareció la visión, y enloqueció el testigo.
Aquí se quemó el talismán, y la muralla se derrumbó sobre de los lanzadores.

El cantante se inclina sobre sí mismo
y no encuentra el río en la canción,
como si te dejara en mi cuento
buscando un comienzo
o un fin.
Como extranjero
los soldados pasan por ti
y los muchachos
del Cham.
Cada muchacho es un meteoro.
Ni el ojo se alegró por él, ni los deseos.

Levantaron las losas de las tumbas de los profetas,
amarraron con el cáñamo de Damasco sus rodillas heridas,
Dijeron a la senda:
aquí está el principio de la creación,
y el último milagro.

Los invasores han descendido, los invasores han descendido.
Los jóvenes salieron del grito de la tierra a su imagen;
se vieron en los pañuelos de las madres.
La luna de los amantes pasó
en la sangre de las palabras.

La madre ojea su cuaderno familiar
y entierra en el sollozo de la cuna,
los nombres que despidió.
Mi luna en Damasco es huérfana
y la lluvia
es la nube de los caminantes hacia su muerte.

En cada dos líneas de mi canto los mártires regresan con otros mártires.

Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido.

VII

Toqué a la puerta de Mohamad,
¿Ya volvió el alma del joven de la tierra del jardín?
La noche es tan larga en el ayer de tu risa…
Y Damasco,
con negro y blanco en las fotos familiares.

Lo invasores han descendido del ocaso.

Digo a un tío,
aquel que pasa el tren por su casa a la salida de Kiwan 8:
llévame a Alhama 9.
Tú caminas,
y yo a tu lado,
tarareas una canción,
para iluminar el camino.
Aquí mi pueblo escaló las noches de la ciudad
y en el deseo del jazmín bajamos la escalera de los recuerdos.

Aquí, una niña paseó su bufanda y me arrojó con el anillo de su idea.
Aquí, la noche esparció los granos de su granada.
Y en la irritabilidad de la luz,
las palabras del día
equivocaron la plata de la muerte.

Y en Rabua, (barrio aledaño de Damasco)
estaba la casa de mi padre.
Una puerta con un pasador:
Su noche dos cipreses en la colina.

Allá, yo vi mi sollozo
De niño en una escalera,
y mi corazón
como luna en la acequia.
Llevadme de mi corazón un poco,
Para descansar el canto…

VIII

Y hoy por la tarde,
en el campo de cráneos,
y los pequeños cuentos
en las cintas
en las trenzas
en el brillo del miedo
y en las palabras que se han quebrado con los dientes.

Los invasores han descendido del ocaso.

IX

Digamos que te había visto en casa de mi madre,
sentado en la silla de noche,
volviendo el color a mi anillo
y al río la seda de las canciones.

Los invasores han descendido del ocaso.
Ya han descendido.

Los invasores han descendido del ocaso
y Damasco me voltea en mi canto
para despertar
y salir por la puerta de una casa lejana,
y caminar preguntando si está lejana mi casa,
y mi memoria nunca llega.

Hice el camino más largo para mis compañeros.

X

Aquí está Qasyun,
aquí las nubes guardaron el nombre de Damasco en el ombligo de la cueva.
Aquí, el silencio paseó a sus hijos.
Aquí está Qasyun.
Aquí, el alba torturó a su amante
y en el dolor del silencio,
durmieron las palabras

Aquí está Qasyun.
Aquí las hendiduras de las rocas, y el letargo del hermano al lado de su nombre.
Aquí está Qasyun.
Aquí el rió sangró el nombre de Damasco
y las anémonas volaron en la grieta de la roca.
Aquí, Allah escribió el Corán,
y en una idea, guardó su secreto.
Ni las espadas de David, ni las tiendas de Kedar 10
ni las bandadas de aves, ni las serpientes,
ni la magia negra,
ni los descoloridos escorpiones en las hendiduras
de la montaña,
ni la sacudida de la tumba en el temblor del terremoto.

Aquí está Qasyun
Aquí los damascenos enterraron al ejército de Cosroes
y en el superficie del río,
sangraron a Hércules,
hicieron llorar al tiempo.

Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido.

XI

En Qasyun, el cantante dijo al aire:
soy la flor del silencio, y la última revelación
de las canciones,
enterré a mi madre y a mi padre,
enterré a la diosa de la lluvia.
En Qasyun,
enterré a mis hermanos más bellos
y a lo que dijo el cantante a la luna.

Yo no soy Sísifo para poder levantar la roca
y dejarla pasar en las caras del sol
me dormí sobre mi sangre
en el patio de la historia.

En Qasyun,
mi sueño me dijo: recuerda el patio de la mezquita omeya,
cuando el sol ligero inspiraba la sombra y guardaba caballeros en la imaginación del niño.
Recuerda la cabeza de Juan el Bautista en un plato,
y de la traidora de los damascenos en el día del rey.
He dormido sobre mi sangre,
Y he visto a mis dioses
en las paredes como fantasmas.
Los siete ríos me lloran y se mueren en los jardines de Damasco.
Vi las gotas de mi sangre en la uva de la sombra,
vi a la princesa Daraya,
inclinándose para recogerme de mi sueño,
para ver a Jesús y mi estrella en sus manos.

Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido del ocaso.

¿Cuántos miles de años vendrán los mongoles y los tártaros y la cruz, y los lamentos después de Cosroes?
Los invasores desaparecen detrás de las máscaras de parentescos y afinidades.

Llevar flores al pie del canto,
es el oficio de las mujeres del Cham.

XII

Llamo a Damasco desde una montaña que se destruyó en mi imaginación.
Déjame una página tuya, una idea sobre ti.
Déjame…
Una ventana en la plancha de la muerte
o una lápida
para que yo vuelva de mi muerte
a mi muerte…

No quedó ningún alminar,
Que anuncie la tristeza de mis dioses sobre mí.

Ya no tienen las palabras ni ruinas de un lamento que me devuelva mi pueblo de las imágenes de la ausencia.

No quedó casa alguna en el callejón del viajero.
No quedó sol en las llaves,
ni la sombra de un viajante.
No quedaron alas en las palabras
para un pájaro.

Las camas filtran sangre.
Y los niños ciegos cosen mortajas.
No quedó ninguna bestia en la naturaleza,
ni un juez en la ciudad.

No quedó trueno en la cueva,
ni horror en los cuentos.
No hay fantasmas en los árboles.
Ni habitante en las puertas.
No quedan abejas en la colmena.
Ni luz en la pregunta.
No hay río en las imágenes.

Y en el aire de la muerte, solo queda del campo de las violetas, la memoria del aire.

XIII

Los invasores han bajado de la puesta del sol.
La madera de la cruz gime en sus carruajes.
Y la tierra Mesías
¡Oh María de Cham!
Deja tu caja en el río
y retírate alejada en el alejamiento…
y espera..
Aquí se durmió el aire libre.
Aquí, ladró la sangre de la noche.
Aquí los invasores cazaron el cielo con sus flechas.
Aquí golpearon con hachas a la diosa de los niños
y rodaron los destinos de una tumba a otra.

Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido del ocaso.

Nouri al-Jarrah

  • Londres, entre el 16 de marzo y el 11 de octubre del 2013

Traducido por Ghadeer Abusneineh


Nouri al-Jarrah nació en Damasco, en 1956. En 1981, se trasladó a Beirut, luego a Chipre y, finalmente, a Londres en donde trabaja, en la actualidad, como periodista. Al-Jarrah fundó la revista literaria Al-Katiba llegando a publicar 15 ediciones. El poeta también es director del centro árabe para la literatura geográfica, institución independiente que se ubica en Abu Dhabi y Londres. El Instituto ha publicado una serie de trabajos relacionados con la literatura de viajes árabes. Ha publicado más de 10 poemarios: El chavalo (Beirut, 1982), Un vaso negro (Londres, 1993) y La subida de abril (Beirut, 1996), entre otros.


Con información de Vallejo & Co.


Notas:
  1. Es la montaña que domina la ciudad de Damasco en Siria. A medida que la ciudad se ha expandido en los últimos años, algunos distritos se han establecido sobre la base de la montaña. Su punto más alto es 1151 metros (3776 pies).
  2. Es una ciudad  que fue destruida  y que se cita en distintos capítulos del Corán es ‘Ad, después de la mención sobre el pueblo de Noé.
  3. Bab al-faradis, es una de las ocho antiguas puertas de Damasco, Siria. Se ubica en la norte de la ciudad. Fue construida en la época romana. Al estar  rodeada de numerosas fuentes de agua y jardines, lo pusieron el nombre, (La puerta de los paraísos). Su segundo nombre es, Bab Al-Amara, se refiere al nombre de un barrio  en la ciudad vieja.
  4. Los dos hermanos se refieren a Caín y Abel, que según algunos historiadores, Abel mató a Caín en la cueva de sangre que se ubica en la montaña de Qasyun en Siria.
  5. Al Cham, en el pasado, se refería a los países del Cham, o sea, la Gran Siria  que integraba a las actuales Siria, Líbano, Jordania y Palestina, ahora Al Cham, es otro nombre de la capital Damasco.
  6. El río de Damasco.
  7. Es una región de la campiña de Damasco. Una vega de tierras cultivables. Es un oasis irrigado principalmente por el río Barada.
  8. Kiwan, es una zona que se ubica en el pie de la montaña Qasyun.
  9. Es una localidad que se ubica en la entrada oeste  de Damasco.
  10. Nombre del segundo hijo de Ismael, (Gén. 25,13; 1 Crón. 1,29), también de una tribu árabe descendiente de él, y del territorio ocupado por ella. Esta tribu se menciona repetidamente en la Biblia y en las inscripciones asirias; en estas últimos el pueblo se llama Qidrai y el país Qidri. Los quedarenos son representados como un pueblo nómada que difiere poco de los modernos árabes residentes del desierto. Vivían en tiendas de campaña, llamadas negras porque, sin duda, como las de los beduinos, eran tejidas con pelos de cabra y de camello, (Jer. 49,29; Cant. 1,4-(heb.5), se reunían en hacerim o campamentos protegidos sólo por un vallado tosco como los aduares de las tribus del norte de África, (Is. 42,11, Heb.). Poseían muchos camellos y muchas otras categorías de ganado, con los que realizaban el trueque con Tiro, (Jer. 49,29; Ez. 27,21); eran un pueblo inquieto, guerreros y arqueros diestros (Sal. 120(119), 5; Is. 21,17).

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