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La ventana murciana del fin del mundo

©Antonio Botías

Es uno de los misterios más profundos de la Región. Tanto, que muy pocos conocen siquiera su existencia. Sin embargo, desde hace muchos siglos, decenas de especialistas han intentado, con mayor o menor éxito, descifrarlo. Se trata de la llamada Ventana de la Aparición, del Santuario de la Vera Cruz de Caravaca, un óculo gótico en piedra de unos 75 centímetros grabado con una gran esvástica central y 42 signos. Ahora, Pablo Alonso Bermejo, medievalista y expertos en simbolismo tradicional, parece haber resuelto el dilema.




La leyenda de la ventana está conectada con la propia de la Vera Cruz. Al parecer, cuando el rey moro preguntó al sacerdote Ginés Pérez Chirinos qué oficio tenía, replicó: «El mejor del mundo». El monarca le ordenó entonces que lo ejercitara y el cura le respondió que necesitaba sus ornamentos sacerdotales, que les fueron entregados. Al instante en que debía comenzar la misa, Ginés advirtió al rey de que le faltaba una cruz. Y, de repente, se abrió un arco en la pared, por donde descendieron dos ángeles con un crucifico que depositaron en el altar. Ese arco se conocería desde entonces como la Ventana de la Aparición.

A comienzos del siglo XVII se derribó la primitiva capilla; pero se recortó la misteriosa ventana, que luego formaría parte del actual santuario, donde aún puede admirarse. Si tenemos en cuenta que la leyenda mantiene que el óculo ya existía en la alcazaba árabe, donde se convirtió el rey moro al contemplar a los ángeles, es lógico concluir que la ventana ya existiría entonces y que para su interpretación era inevitable recurrir a las fuentes islámicas.

Las conclusiones de Alonso son sorprendentes. De entrada, queda demostrado que los 41 signos grabados corresponden a letras de alfabetos muy diversos: el Judaico, Latín, Griego, Siríaco y Cristiano-Maniqueo. Esto es, las lenguas de las diferentes comunidades cristianas en el siglo XIII. A tal extremo llega la complejidad de la ventana que, sin duda, se construyó para que fuera presentada y explicada a gentes de un alto nivel cultural. Por ello, es posible que un personaje como Alfonso X, tan amante de los juegos de palabras -no en vano creó el No-Do del escudo sevillano- podría haber sido halagado con esta ventana en una visita a Caravaca.

Según los nuevos datos que aporta Alonso en su obra La Ventana de Caravaca de la Cruz, la traducción del enigma es el llamado Nombre de Dios, formado por 42 letras, gran misterio para los estudiosos de la época, una serie de letras con cuya pronunciación Dios creó todo lo existente como relata el Génesis. Según fuentes del siglo XII, este nombre estaba encriptado en la llamada Bendición de Aarón del libro bíblico de Números y, curiosamente, se divulgó después como la famosa Bendición de San Francisco: «El Señor te bendiga y te guarde; te muestre su faz y tenga misericordia de ti. Vuelva a ti Su rostro y te conceda la paz. El Señor te bendiga». Acaso tenga relación con la ventana, que fuera franciscano el primer obispo después de la reconquista.

©Antonio Botías

Junto a esta explicación, el óculo aún atesora una síntesis de conocimientos que abarca desde los cielos y estaciones a las constelaciones, del saber aceptado a la Cábala. Frente a esta traducción existen otras, incluso más inquietantes. Por ejemplo, aquellos que defienden el significado esotérico del óculo advierten de que la solución del enigma permanece oculta de forma interesada pues, cuando se traduzca, «caerá el poder del Vaticano». Hay quien asegura que hasta se acabará el mundo.




El mensaje de la Ventana de la Aparición, en cualquier caso, es de carácter ecuménico. Las élites que colaboraron en su construcción y las que la preservaron para el futuro (la Orden de Santiago), conocían el valor y el riesgo de la exposición de los conocimientos vertidos en ella, porque ponían en síntesis y relación aspectos esenciales de las tres confesiones en pugna: Judaísmo, Cristianismo e Islamismo. Por ello, el mensaje se encuentra en clave y tan discretamente ubicado, que ha logrado pasar casi desapercibido durante setecientos años.

Por Antonio Botías
Con información de La Verdad

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