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Ruy Sánchez y la escritura mágica del cuerpo

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Una mujer obliga a su marido a crear un jardín imaginario cada noche. Si el relato la satisface, esa noche los dos harán el amor, de lo contrario, el hombre tendrá que esperar por otra nueva oportunidad al día siguiente.

“El esposo está amenazado de muerte erótica, como Sherezade estaba amenazada de muerte si no provocaba la emoción en el sultán con un nuevo cuento”, relata en entrevista Alberto Ruy Sánchez.

Vital, con la sonrisa pronta, el escritor culmina el trabajo de varios años con “Quinteto de Mogador” (Alfaguara, 2015), donde se reúnen los cinco libros que muestran los distintos parajes en los que abreva el deseo.

“Para mí lo más importante era la parte viva, no son solamente ciudades imaginarias lo que cuento. La protagonista le dice a su marido sólo vamos a hacer el amor si me cuentas cada noche un jardín de Mogador, pero no puedes inventar los deseos de esos jardines”.

“Es un jardín pensado como ese lugar donde la gente invierte sus deseos con tal intención y pasión que se vuelve un jardín extravagante, transformado por el deseo. Ella cree que si él lee los deseos del mundo se va a convertir en un mejor lector de los deseos en el cuerpo de ella. Pero en realidad a mí no me importa que este hombre se convierta en un buen amante, sino en un buen contador de historias”, dice entre risas.

¿Por qué dedicar décadas de escritura a crear estos jardines que, a la manera de las “Ciudades Invisibles de Ítalo Calvino”, se erigen como bastiones de la imaginación? Se le cuestiona al escritor. Después de unos minutos, hojea el libro y, como respuesta, comienza a leer uno de sus pasajes finales.

“Escribo para bailar, porque bailar es la otra escritura mágica del cuerpo. Escribo para conocer, para explorar dimensiones de la realidad que sólo la literatura penetra”.

“Escribo para extender mi cuerpo, mis sentidos. Escribo para proponer nuevos ámbitos en este mundo. Escribo para provocar la aparición ritual de la poesía. Escribo para dialogar con los muertos. Escribo también para hablar con los vivos. Escribo para ejercer el placer inmenso de comprender. Escribo por deseo. Escribo por rabia. Escribo para ser odiado y para ser amado. Escribo más aún para ser deseado”, comparte con la voz que se usa para seducir a la amada, pero también al lector.

Ruy Sánchez, quien echa mano del asombro para eregir los vergeles de Mogador, considera que la imaginación es algo material, “es como un árbol cuyas hojas están en el aire, pero sus raíces están en el cuerpo”, sentencia.

“Estamos muy acostumbrados a pensar que lo que importa es lo que tocamos, lo que sentimos. La gente nos dice ‘deja de soñar,’ pero qué es el deseo si no es imaginación que te mueve a transformarte, a querer ser un buen periodista, un buen padre, un buen hijo. Todo eso es deseo y su material es la imaginación”.

El novelista tiene 63 años, pero aparenta una edad menor. Hecho que atribuye a que ha tenido la suerte de enamorarse muchas veces. “Eso rejuvenece”, expresa entre risas.

Para el también ensayista “Quinteto de Mogador” es una invitación a hurgar en nuestros propios deseos, pero también en la cultura árabe que vive en la sangre de los mexicanos. Una herencia tan longeva que puede rastraerse en nuesta lengua.

“Mogador es un lugar de mestizaje. Es un sitio real, pero al mismo tiempo es el lugar del deseo, donde la gente se ha mezclado, donde no importa solamente de dónde eres, sino qué estás haciendo”, concluye.

Por Sylvia Georgina Estrada
Con información de Zócalo

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