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Dos poemas – Fatena Al-gurra

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Dos poemas – Fatena Al-gurra

Me iré lejos, allá donde el desierto me grabe sus him­nos de ago­nía en la palma de la mano y donde las muje­res que per­die­ron su tiempo ante el fuego de arci­lla maqui­llen mis meji­llas con aceite de amor. Me iré hacia ti como un espa­cio que vive en el exi­lio de su cuerpo…

Ardor

Soy hija de marinos que bogan por las costas.
Soy hija de la ola y la memoria.
La última de aquéllos a quienes Sansón cediera su cabello,
Sacudido como una joven virgen,
La última descendiente del fresco y antiguo feminismo.
Abro los brazos y gira el cosmos en sus once direcciones.
Sonrío: me gotea miel desde los vírgenes labios juguetones.
Camino y la tierra pierde su equilibrio,

cuando mi risa cascabelea se escuchan timbres de seísmos.
Volcanes sacuden el sistema de los siete estratos.

Soy hija de la virtud y el ocio
Hija de la pureza y del vicio
Hija de la negrura y la blancura
según mi dedo
las estrellas distinguen los límites de su primera ubicación .
Y si cierro los ojos
hay eclipse de sol hasta que vuelvo a abrirlos y sumergen al mundo
en rayos de color algarrobo.
Si me recojo el pelo
vibra el cosmos devoto, agradecido.

Soy el hoy y el mañana
Su Majestad, coronada en el trono espacial,
si miro de reojo los campos se convierten en trigo y sol verde
y entonces soy el trigo y el sol verde
la primera cosecha
y la última.

Mujer de café

Al viajero le otorga el sabor de la sal
se baña en la magia del ritmo
y su llovizna la lleva a la parada del orden

vierte en su fuego el sopor del instante y el desmayo al llegar
organiza los segundos del reloj de arena
enhebra un balcón de sollozos
ascienden sus vapores al límite de la primera nube
un hombre con sabor a amapola aleja su amargura tras veinte tazas.

Habla con el espíritu de pequeñas teselas
las ordena
y diluye en ellas su epopeya
cuyo aroma adora sus ropajes
hace de ella la imagen del primer embrión
el tótem de sus límites
practica su acto enloquecido
el chillido lo toma hasta ser anulado cuando ella se ondula
ella, que borra de sus pestañas los restos de la primera vez,
es la única capaz, con sabor a café,
de cambiar el desmayo en ascensión.

Antología “Excepto yo” de Fatena Al-gurra. Traducción de Rosa-Isabel Martínez Lillo: El Gaviero Ediciones, 2010.

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