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La Nakba como fenómeno político y mediático – Pedro Brieger y Julieta Avalos

La Nakba como fenómeno político y mediático
La Nakba como fenómeno político y mediático

 

Surgimiento del término

 

El primer y principal relator de la Nakba es el investigador sirio, Constantine Zurayk que publica el 05 de agosto de 1948 su libro “Ma´na al Nakba” (el significado del desastre). Este libro no tiene mucha difusión por fuera del círculo de algunos intelectuales árabes y tampoco se convierte en la “versión oficial” del relato palestino de lo sucedido en 1948.

Según Nur Masalha, la palabra Nakba es posteriormente incluida en la obra del historiador palestino Arif Al Arif : “… (que) utilizó el término en su monumental obra de 1958-1960 al-Nakba: nakbat Bayt alMaqdis wa-l-firdaws al-mafqud, 1947-1952 (El desastre: el desastre de Jerusalén y el paraíso perdido, 1947-1952)” (14).

Hay que tomar en cuenta que una parte de la documentación histórica –incluidos documentos secretos y manuscritos que dan cuenta de la Nakba palestina- se encuentra en manos del Estado de Israel y son protegidos por leyes israelíes con el argumento que cualquier documento que vaya contra los intereses nacionales no se hará público. Cabe mencionar que los archivos y numerosas bibliotecas privadas y públicas palestinas fueron saqueados por las fuerzas israelíes tras la salida de las tropas británicas.

A la expulsión de la población originaria también le ha seguido la creación de una versión oficial de los hechos que Ilán Pappé ha denominado “memoricidio”. Pappé desarrolla este punto en su artículo “Los fantasmas de la Nakba”. Allí cuenta que “como niño judío nacido en Haifa a principios de la década de los cincuenta, nunca me topé con el término Nakba, (…) La Nakba hizo su aparición por primera vez durante mi paso por el instituto. En mi clase había tres alumnos palestinos israelíes, y juntos participábamos en excursiones guiadas por la ciudad de Haifa y sus alrededores. En aquel entonces, todavía quedaban en el casco viejo de la ciudad restos de la Haifa árabe: edificios hermosos, mezquitas, iglesias, y los restos de un mercado cubierto que fue destruido por los israelíes en 1948. (…)

Pero en aquellos días, aún quedaba en pie un buen número de casas árabes algo estrujadas entre edificios modernos construidos en cemento. Los guías que nos llevaban en las excursiones escolares se referían a este conjunto de casas como Hirbet El-Cheij, haciendo una vaga referencia a una casa árabe que habría sido construida en un periodo sin identificar. Mis compañeros de clase palestinos murmuraban entre dientes que se trataba de casas de la época de la Nakba de 1948; pero no se atrevían a retar a sus profesores, ni daban más explicaciones. (…)

Cuando volví a Israel en 1984 para iniciar mi carrera académica, descubrí el fenómeno de negación de la Nakba en el entorno que me rodeaba. Un fenómeno que, de hecho, formaba parte de otro aún más amplio consistente en excluir por completo a los palestinos del discurso académico local. Todo esto era particularmente evidente (y desconcertante) en el campo de los estudios de Oriente Medio donde yo había iniciado mi carrera académica.

Hacia el final de la década de los ochenta, como resultado de la primera Intifada, la situación mejoró (en cierto sentido) con la introducción de los palestinos en el ámbito de los mencionados estudios como un objeto de estudio legítimo (…). En consecuencia, el punto de vista de los académicos israelíes borró la Nakba como acontecimiento histórico, impidiendo que investigadores y académicos cuestionasen la negación” (15).

Resulta relevante mencionar que el factor de los refugiados palestinos permite abordar el funcionamiento de esa memoria oral que sostiene y retransmite los acontecimientos de la Nakba. A su vez, ese exilio al que fueron obligados los palestinos los llevó a diferentes partes del mundo y funcionó como una caja de resonancia de sus propias voces que relatan lo vivido en y por la Nakba.

La transmisión de los palestinos, vivir para contarlo

Dada la magnitud de la Nakba y la destrucción de una sociedad preexistente, los palestinos, en un primer momento, no escribieron su propia historia. Los afectados transmitieron la experiencia de lo sucedido de generación en generación por vía oral. Desde el punto de vista académico el tema de la validez de la utilización de fuentes orales genera debates, pero es imposible negar las masacres perpetradas en las aldeas palestinas y el registro que los afectados por estas masacres han tenido y han transmitido oralmente.

A través del discurso se posibilita la reconstrucción de los hechos históricos que han intentado eliminarse de la “versión oficial” de la fundación del Estado de Israel. Por esta razón es pertinente abordar fragmentos del relato de los expulsados plasmados en diversos escritos académicos.

El trabajo de Nafez Nazzal recoge el testimonio de un habitante de la aldea Al-Birwa, en el año 1972. Alí Fayyad afirma: “…cuando arribé allí, no había Al-Birwa. La aldea fue destruida y los pocos árabes que se quedaron habían sido transferidos a otros pueblos. Los judíos habían construido un nuevo poblado en el lugar de nuestra aldea” (16).

En el trabajo de Hadeel Hunaiti “Arabes de Jahalin: de la Nakba al muro” publicado en el 60º aniversario de la Nakba se recogen diferentes testimonios de campesinos. Entre varios destacamos el siguiente:

“Cuando ellos [los soldados] llegaron al pueblo escapamos. Aquellos que fueron capaces de tomar sus tiendas, se las llevaron con ellos y los que no eran capaces de hacerlo huyeron con sus hijos para salvar sus vidas (…) Un día, los Judíos se apoderaron de nosotros y ocuparon Bir Saba’. Las últimas tribu en ser expulsada fueron Jahalin, Hamula Dawahik y Salamat aproximadamente en 1949 – 1950” (17).

En la misma línea argumentativa pensamos oportuno citar las palabras de un refugiado palestino, pronunciadas en el año 2008 para el documental de conmemoración de la Nakba emitido por el canal de televisión Al Jazzera. El palestino Omar Al Natour pregunta y se pregunta: “desde 1948 a 2008 han pasado 60 años. He estado viviendo como un muerto, sin hogar, sin país, sin armas, sin derechos. Estoy triste, ¿Es justo hacerme vivir 60 años de tristeza?”(18)

La negación

Suele afirmarse que la historia la escriben los que ganan y en este caso se confirma la regla. Los creadores del Estado de Israel negaron sistemáticamente la expulsión de los palestinos y los medios de comunicación occidentales, los más influyentes a escala mundial, se encargaron de retransmitir la historia de los israelíes que dice que los palestinos se fugaron por órdenes de los países árabes y que no existió expulsión de ningún tipo. Esta versión se convirtió en hegemónica en los medios de comunicación occidentales que distribuyen y controlan más del ochenta por ciento de la información que circula. Desde entonces se ha difundido hasta el hartazgo la versión que los palestinos se marcharon impulsados por las ordenes que transmitían las radios árabes indicándoles hacerlo.

Moshe Sharet, primer ministro israelí entre 1953 y 1955 afirmó “La huida masiva árabe de Israel y territorio ocupado -es el efecto directo de la agresión árabe desde fuera … El hecho cierto, sin embargo, es que si no fuera por la intervención de los estados árabes, habría sido una medida contundente de local aquiescencia árabe en el establecimiento del Estado de Israel, y por ahora, la paz y la prosperidad razonable habría reinado en todo el territorio para el disfrute de los judíos y árabes por igual” (19).

Se ha intentado instituir que los árabes se marcharon, sin embargo numerosos investigadores han refutado esta versión de las “supuestas ordenes”.

El historiador Walid Khalidi, uno de los fundadores del Instituto de Estudios Palestinos de Beirut asegura que “El 15 de mayo la Agencia Noticiosa Árabe informa que las radios árabes anunciaron tres declaraciones del alto comité. La primera urge a los miembros del Consejo Musulmán Supremo, los funcionarios de las cortes y los Waqfs musulmanes, los imanes y los servidores de las mezquitas que continúen sus deberes, la segunda declaración solicita a los funcionarios del departamento de la cárcel que continúen sus tareas, la tercera solicita a todos los funcionarios árabes que permanezcan en sus puestos. Seguramente esta es una manera muy extraña de ordenar la evacuación del país” (20).

El principal obstáculo para la creación y mantenimiento del Estado judío en Palestina era y sigue siendo la presencia de una población autóctona que continúa apegada a su tierra. La negación de la Nakba -en consecuencia- está en estrecha relación con la negación de Palestina y de los palestinos, por parte de los diferentes gobiernos israelíes. El empeño en negar la expulsión y el despojo reside en que “si esta es Palestina y no la tierra de Israel, entonces ustedes son conquistadores y no labradores de la tierra; ustedes son invasores. Si esta es Palestina, entonces pertenece al pueblo que vivía acá antes de que ustedes llegaran” (21).

El paradigma propagandístico pro israelí fue cuestionado por numerosos investigadores palestinos. Sin embargo, la irrupción de los “nuevos historiadores” israelíes posibilitó un quiebre con la versión “oficial israelí” y esto, a su vez, tuvo un impacto en el imaginario colectivo europeo y norteamericano” (22).

Ya no eran los palestinos los que argumentaban que habían sido expulsados ahora también lo decían académicos israelíes. Como lo explicó el historiador Maxime Rodinson, contrarrestar el armado de la propaganda israelí no era una tarea sencilla: “Cuando empecé a publicar mis textos – decía Rodinson- prácticamente ninguna otra voz socavaba el consenso de la opinión occidental. Las tesis israelíes eran casi universalmente reconocidas como que expresaban la “verdad verdad”, la realidad objetiva. Ningún editor se atrevía a publicar un libro que las pusiera en duda, ningún diario autorizaba artículos contrarios a esta versión de los hechos” (23).

A su vez, Ilán Pappé –uno de los representantes de esta nueva corriente- afirma que no es que el movimiento sionista, en la creación de su Estado-nación, libró una guerra “trágica pero inevitable” que condujo a la expulsión de “partes de la población indígena”. Más bien es al revés: el objetivo era la limpieza étnica del país, el movimiento creo su nuevo estado, y la guerra fue la consecuencia y el medios para llevarlo a cabo” (24).

El objetivo sionista de despoblar Palestina de sus habitantes originarios no terminó con la creación del Estado en 1948 ya que se intentó borrar de la faz de la tierra cualquier vestigio de esa existencia previa.

Edward Said sostiene que: “en la mayoría de los lugares, la misma palabra “Palestina” es negada o, de alguna manera, es objeto de discriminación jurídica, política, social y cultural (a menudo injuriosa) (sin embargo) cada palestino comparte con todos los otros palestinos una historia de desposeimiento y, lo que no es menos importante, una historia de lucha decidida (25).Los palestinos han incorporado a su memoria colectiva el desalojo masivo y destrucción de sus aldeas pero la negación de la Nakba y la expulsión en la sociedad israelí forma parte de una negación primordial. La exclusión del desalojo palestino en gran parte del discurso académico israelí se comprende en tanto la memoria colectiva de la sociedad israelí se construye a partir de la negación. La Nakba como acontecimiento histórico fue borrado. Al ser cuestionado por los nuevos historiadores se interpeló a la sociedad israelí y al discurso “oficial israelí”, poniendo de manifiesto la paradoja de un movimiento que afirma ejercer la liberación nacional pero lo hace a expensas de otro pueblo.


Notas

(14) Masalha, N. El problema de los refugiados palestinos sesenta años después de la Nakba
(15) Pappé, Ilán. Los Fantasmas de la Nakba
(16) Nafez Abdullai- I Nazzal, The Zionist occupation of western Galilee, 1948
(17) Hunaiti Hadeel, Arab Jahalin, from the Nakba to the wall [en línea]
(18) Omar Al Natour en documental Al Nakba [en línea]
(19) Moshe Shertok, United Nations, Departament of Public information [en línea]
(20) Kalidi, p. 75.76
(21) Said y otros. “Documentos Especiales El perfil del pueblo palestino”, Estudios Palestinos, Año I, Nº 3, 1983, p. 220.
(22) Brieger, P. “Israel: Nuevo Pensamiento crítico en las Ciencias Sociales” Revista del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina Año 9, Nº 16, dic-mayo 1999.
(23) Rodinson, M. “¿Por qué Palestina?” Estudios Palestinos , Nº 1 julio-Septiembre 1984, p.69
(24) Pappé Ilán, Historical Truth, Modern Historiography, and Ethical Obligations: The Challenge of the Tantura Case [en línea]
(25) Said y otros, p. 260


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