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Cantos de Mihyar el de Damasco – Adonis

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Os dije
que he escuchado a los mares
leerme sus poemas,
que he escuchado a la campana
que dormita en las conchas.

Os dije
que he cantado en la boda del diablo,
en el banquete de la fantasía.

Os dije
que he visto en la lluvia de la historia,
en la distancia encendida,
un hada y una casa.
Como navego dentro de mis ojos,
os dije que lo había visto todo
desde el primer paso
por la distancia.

 Adonis es un pionero dentro de la moderna poesía árabe. Es considerado como un rebelde, un iconoclasta que sigue sus propias reglas. Las obras de Adonis han sido estudiadas por el poeta y crítico literario Kamal Abu Deeb, con quien editó la revista Mawakif en Beirut en la década de 1970.

Pese a lo que se ha afirmado, el seudónimo de Adonis no se lo impuso el líder del nacionalismo sirio, Antun Saadeh, sino que fue el propio Ali Ahmad quien lo eligió tras haber visto sus obras rechazadas en varias revistas bajo su nombre real. En 1955, Said estuvo preso durante seis meses por ser miembro del Partido Social Nacionalista Sirio. Tras su liberación, se instaló en Beirut, donde fundó, junto con el poeta Yusuf al-Khal, la revista Shi’r (‘poesía’). A partir de este momento, Adonis abandonó el nacionalismo sirio, para abrazar el panarabismo.

Aquí un excelente análisis de una de las obras más significativas de la lírica árabe contemporánea, por Maritza Requena…

Canciones de Mihyar el de Damasco: el homo viator en la escritura árabe de emigración

 Paul Zumthor en La medida del mundo se refiere al homo viator («hombre del camino») como tema espiritual y literario: “El homo viator, en la existencia concreta, es aquel que «viaja» (…) remite a la idea de caminar, de espacio que queda por recorrer” (162). Los viajeros llevan consigo una voluntad de retorno y durante su vida itinerante no dejan de remitirse a su hogar, en otras palabras, el lugar de origen es habitado en la memoria.

En la cultura árabe, podemos asociar al homo viator con el beduino, cuya esencia es ser nómada, una forma de vida determinada por el desierto. Etimológicamente, la palabra «árabe» se refiere a la acción de trasladarse en forma continua, así la denominación de «árabe» designa a un individuo en constante movimiento.

Canciones de Mihyar el de Damasco (Beirut, 1961) es uno de los primeros libros de Adonis  y refleja, por una parte, la condición existencial del homo viator, y por otra, constituye una metáfora de la inmigración árabe a América a finales del siglo XIX y principios del XX. Por lo tanto, el motivo del viaje adquiere una doble dimensión.

En el primer poema, “No es una estrella”, el personaje Mihyar es presentado como un desterrado. En su condición de exiliado, Mihyar va llegando, es decir, está en permanente desplazamiento, además lleva la tierra en brazos, cargando consigo el lugar y la cultura de origen:

Ese hombre va llegando
como lanza pagana.
Invadiendo la tierra de las letras;
sangrando,
y hasta el sol su sangre levantando.

Con las piedras desnudas vestido.
Rezando a las cavernas.
Ese,
que la tierra ligera
lleva en brazos. (55)

Así estos poemas desarrollan motivos propios de la Literatura Árabe de Emigración (al-Mahyar, literalmente, «lugar de emigración o huida»): el sentimiento de desarraigo, la nostalgia por la tierra de origen y la soledad debido a la partida. La escritura del Mahyar se caracteriza por ser obra de autores expatriados y reflejar las circunstancias del emigrante, como señala Pedro Martínez Montávez en Introducción a la literatura árabe moderna “esta poesía lleva la triple impronta de la nostalgia, del pensamiento y del ansia de libertad”. El texto refleja la compleja condición de marginación sufrida por el emigrante árabe a través de Mihyar, quien vive marcado por su estado errante.

Mihyar representa al ser humano como un homo viator, es decir, un ser que se desplaza permanentemente, cargando siempre consigo su patria en la memoria. Mihyar es el viajero que no retorna, es un emigrante que deja la tierra de origen para no volver.

Figuras de la mitología griega, y que, además, forman parte de la tradición literaria occidental, como Ariadna, Sísifo y Odiseo, aparecen en distintos poemas definiendo el carácter del viaje de Mihyar. En “Tierra sin retorno” y “Odiseo” Adonis se refiere al viaje de Ulises:

Aun cuando retornes,
Odiseo.

(…)

Seguirás siendo historia de andadura.
Seguirás habitando una tierra sin tiempo,
viviendo en una tierra sin retorno. (82)

Sabemos que, al terminar la guerra de Troya, el héroe griego Odiseo emprende el camino de regreso a Itaca y, tras sufrir una serie de aventuras, logra volver a su patria; pero a Adonis le interesa el Odiseo “perdido por aquí y por allá”, aquel que parte, no el que llega. Es la historia de andadura o la marcha sin retorno lo que conecta a Mihyar y Odiseo:

Mi nombre es Odiseo,
y vengo de un país ilimitado
que las gentes transportan a la espalda.
Con mis versos,
perdido por aquí y por allá.
Ahora aquí me tienes:
Seco, aterrorizado.
Ignorando si quedo o si retorno. (83)

En “Nacimiento de sus ojos” Mihyar llama a Ariadna, quien ayudó a Teseo a salir del laberinto del Minotauro, para que también lo guíe en el camino de regreso: “Nacen, / en los ojos perplejos y apagados / que llaman a Ariadna” (57). Por otro lado, encontramos a Sísifo: “En la posesa roca giratoria / que busca a Sísifo, / sus ojos nacen” (57), quien representa el castigo que no tiene fin y también lo absurdo de la existencia, según el planteamiento de Albert Camus en El mito de Sísifo. Cabe preguntarse ¿qué sentido puede tener la vida de Mihyar lejos de su patria? Mihyar como Sísifo está condenado, pero el castigo de Mihyar consiste en un errar constante, en ser un «hombre del camino».

De lo anterior se deriva que la condición de desterrado es también existencial, el hombre es un extraño en esta tierra tal como lo representa El extranjero de Camus. En la escritura del Mahyar hay una búsqueda sin fin de un objeto inaccesible, que es la patria, por lo tanto, es una búsqueda sin sentido y se convierte en un trabajo absurdo. Desde esta perspectiva, el exilio se plantea como un tema existencial.

En su viaje, Mihyar siente profundamente el desarraigo, está “con las manos tendidas / hacia el muerto país” (63). Este sentimiento de extrañeza, tan frecuente en la poesía árabe actual, es lo que Rosa Martínez Lillo ha denominado como gurba. La gurba designa tanto el exilio producto del alejamiento físico como la alienación del individuo, sentirse ajeno, extraño en el mundo, lo cual se relaciona con la condición de extranjero:

Sentimiento que, atendiendo a su sentido lingüístico en árabe, proviene de la raíz “garaba”: “Ponerse (el sol, los astros), irse, partir, alejarse, ausentarse, retirarse…”. Sí, se trata de un “alejamiento”, de cierta “ausencia”, mas, sustancialmente, de un “alejamiento” y “ausencia” personales, interiores, de uno para con uno mismo.

Cierto es que, en principio, el hecho del exilio, de la impuesta distancia física, aumenta en el poeta dicho sentimiento. Otro país, otra realidad externa, otras gentes, otro idioma u otro dialecto…Todo ello, claro, no hace sino provocar en el hombre una “extrañeza” mayor. Pero no siempre el exilio real, el físico y directo, va a desembocar, necesariamente, en un sentimiento de gurba; esto es, no siempre el exilio físico va a conducir al metafísico, al interno, aquel más vinculado a la gurba.

Producto del alejamiento la mayoría de los emigrados se sienten colectivamente árabes en el exilio, es decir, desarrollan un proceso de afirmación del arabismo, el cual se manifiesta en la utilización de la lengua árabe, la conciencia de ser árabes o la definición de la identidad se expresa en la lengua. Si bien Mihyar se siente solo, lejos de su tierra, que es Damasco, capital de la Gran Siria, afirma su identidad en la lengua:

“Habito, enamorado, / en mi voz” (69); en la escritura: “Y amo, / vivo / y nazco / en mis palabras”(67), creando así su propia patria en el exilio, tal como lo manifiesta en “La única tierra”:

Habito estas palabras vagabundas.
Vivo, y sólo mi rostro me acompaña.
Mi rostro:
mi camino.
Con tu nombre.
Contigo, ¡oh, tierra mía! (77)

Mihyar –como Ulises, Eneas, el Cid, Dante, don Quijote– es un personaje marcado por el destino de la peregrinación, por lo tanto, el homo viator se refiere también a la consideración literaria de la vida del hombre como un tránsito: el homo viator es el ser humano visto en su dimensión de pasajero, de peregrino, de ser que se desplaza.

En conclusión, predomina en las Canciones de Mihyar el de Damasco el sentimiento de pérdida sin posibilidad de retorno, asimilable a un primer momento del proceso de inmigración árabe, todavía lejos de la adaptación e integración a la patria de acogida. Adonis reactualiza la aventura de Odiseo y nos revela el carácter itinerante del vivir humano, considerada la existencia como viaje o camino por recorrer. Desde esta  perspectiva, el destierro es una condición humana, no hay retorno, sino sólo historia de andadura.

Por una sola vez, por una última vez,
sueño que estoy cayendo en el espacio.
Que vivo en una isla de colores.
Que vivo como el hombre,
reconciliándome con los dioses ciegos
y los dioses lúcidos.
Por una última vez.


Fuentes citadas:
Adonis, Introducción a la poesía árabe.
Requena Maritza: Canciones de Mihyar el de Damasco: el homo viator en la escritura árabe de emigración.
Adonis: Canciones de Mihyar el de Damasco. Madrid: Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1968. Traducción y prólogo de Pedro Martínez Montávez.
Martínez Lillo, Rosa-Isabel: “Gurba y modernidad en la poesía árabe.” Hoja de Ruta Nº6, abril de 2007.
Martínez Montávez, Pedro: Introducción a la literatura árabe moderna. Madrid:
Almenara, 1974. Capítulo IV: “Literatura del Mahyar”.
Zumthor, Paul: La medida del mundo. Madrid: Cátedra, 1993.

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