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Juego de canicas – 3000 a.C. – Egipto

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En su obra maestra del año 1560, titulada Juegos infantiles, el pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo representa a unos niños de su época entregados al juego: haciendo girar aros, moldeando con arcilla, lanzando bolas, vistiendo muñecas, andando sobre zancos y haciendo puntería con las canicas…, en total unas ochenta actividades. En este cuadro se revela perfectamente que muchos de los juegos hoy practi­cados los disfrutaban ya los niños hace quinientos años, y varios de ellos, uno de los cuales es el de las canicas, formaban parte del juego cotidiano de los pequeños egipcios hace nada menos que 4.500 años. En el caso de las canicas, al igual que en el de muchos juegos de la Antigüedad, es importante diferenciar el destino que le daban los adultos, la adivinación, y el que se reservaba para los pequeños, la di­versión. Y es que muchos juguetes tuvieron su origen en la práctica de los augurios de reyes y tribus, y sólo llegaron a manos de los niños a través de su abandono por los adultos.

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Las canicas, en forma de huesecillos de perros y ovejas, se emplea­ban ya en el Próximo Oriente para propósitos adivinatorios más de mil años antes de que se convirtieran en juguetes. Los arqueólogos deducen esta transformación de un objeto religioso en juguete basándose, en parte, en que se han desenterrado canicas muy antiguas en las ruinas de un templo y también en la sepultura de algún niño. Por consiguiente, se considera que las antiguas canicas para jugar son una serie de piedras semipreciosas y más o menos redondas enterradas con los restos de un niño egipcio alrededor de 3000 A.C., en Nagada.

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En la isla de Creta, los niños minoicos jugaban con canicas pulimentadas de jaspe y ágata, ya en el año 1435 a.C. En el mundo anti­guo, la materia prima de la canica reflejaba a menudo las posibilidades económicas y tecnológicas de una cultura. Para los minoicos, un pueblo avanzado y culto, las canicas de piedra semipreciosa eran corrientes, en tanto que las bolas de piedra corriente y de arcilla eran los materiales de las canicas de los austeros habitantes de las Islas británicas, incluso entre sus clases dirigentes. Otros pueblos todavía más primitivos utilizaban huesos de aceituna, avellanas, castañas y las agallas de los robles. Sin embargo, por toscas que fuesen muchas tribus celtas, sajonas y africanas, los pequeños no tenían límite en lo que se refería a las canicas, juego que se desarrolló independientemente en casi todas las culturas antiguas.

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Las canicas eran un juego popularísimo entre los niños romanos. El primer emperador, César Augusto, bajaba de su litera para unirse al juego de canicas que practicaban los niños en la calle. En la antigua Roma, se fabricaban incluso canicas de vidrio transparente, obtenido a partir de sílice y cenizas. A pesar de los numerosos objetos de mármol encontrados en las ruinas y de las numerosas referencias textuales a este respecto, no se han podido encontrar las reglas de este juego.

Charles Panati

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