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Palmyra (Siria), la ciudad de la reina Zenobia


De las ruinas que salpican Siria, Palmyra es la más asombrosa, uno de los enclaves arqueológicos más bellos del mundo, el mejor de los conjuntos monumentales de toda la zona, sus ruinas son espectaculares y su grado de conservación muy aceptable. Es la joya de Siria, la capital del desierto, una de las más bellas y extensas ruinas . en otra época ciudad caravanera, un oasis de palmeras y columnas de color de oro en plena soledad del desierto y el romanticismo de un paraje de aquella que osó enfrentarse a todo el Imperio Romano.


Su estratégica ubicación en el camino de Damasco a Mesopotamia y la presencia de un abundante manantial de agua pronto jugó un papel fundamental en la región.

De esta manera, Palmira creció hasta convertirse en un gran centro comercial y cultural, poblado por arameos y árabes de origen nabateo, aquellos mismos que levantaron Petra.

Declarada patrimonio de la humanidad, está situada a 220 Km. de Damasco más o menos tres horas de viaje, por paisajes desérticos hasta donde nuestra vista alcanza.

Recorrerla es una maravilla y aunque el turismo se deja ver, aún no está colmatada como otros lugares de esa marabunta parlante y multicolor que forman los grupos organizados. El Templo nabateo de Bel, (derivación de “Baal”, amo, dios supremo) impresionante y majestuoso nos invita a comenzar por él la visita, enfrente comienza la ciudad y nos da la bienvenida su arqueada Puerta Triunfal, única en su forma de construcción pues comprende dos puertas de tres vanos cada uno, creando un arco entre ellas de 30º.


Aquí empieza la calle columnada, el Cardo Máximus, lo que hoy en nuestros pueblos o ciudades denominamos Calle Mayor o Calle Real, 1.200 m. de travesía en la que nuestro paseo está acompañado por columnas a diestra y zurda, y templos en sus alrededores. El magnífico Teatro lo encontramos al poco de caminar, la fila de columnas y capiteles sólo está interrumpida en su mitad por un enorme Tetrapylon que nos marca el cruce de dos avenidas, nuestra vista no sabe donde mirar,todo a nuestro alrededor es grandioso y desolado, capiteles y columnas caídas a cada paso, frisos por doquier y la calle continúa bajo la mirada complaciente de la fortaleza de Qala´at Ibn Maan que situada en un altozano del horizonte completa la imagen mítica de esta singular reliquia que el tiempo nos ha dejado como regalo.


Al fondo del valle divisamos las necrópolis, también son especiales aquí los enterramientos de las personas pudientes que se hicieron acaudaladas con el tránsito y negocio de las caravanas, no faltando su culto a la muerte, haciendo verdaderos mausoleos que en el horizonte vislumbramos, en forma de torres, con su interior opulentamente ornamentado con piedras talladas de distintos motivos.


Al atardecer una sensación de sosiego impregna el interior de los que paseamos por entre sus restos, el sol atenuado en estas tierras por el polvo del desierto se despide tras las columnas, el color rojo de las últimas horas de la tarde comienzan a dar paso a unos tenues grises color pastel, el espectáculo de colores ha sido perfecto, pero aún nos queda la noche.


El último regalo con el que nos sorprende Palmyra es la noche, después de una cena a base de “mansaf”, plato a base de cordero, arroz y yogurth seco, decorado con cacahuetes y piñones, nos acercamos nuevamente a las ruinas cuyo primer tramo está iluminado artificialmente, pasear en esa soledad bajo los restos de lo que fue una ciudad de 200.000 habitantes sobrecoge, una familia de beduinos cena próxima a la entrada, un autobús multicolor les sirve de hogar, la luna es nuestra aliada y compañera, la noche envuelve todo nuestro rededor, unos operarios del Teatro que están desmontado un concierto de música clásica, dado el día anterior (que pena no haber llegado un dia antes) nos invitan a acompañarles a tomar un té, pero lástima, declinamos su invitación; el paseo es tranquilo, alegre y susurrante, las sombras rodean todo nuestro espacio visual, al fondo todo son columnas negras, la luna nos sonríe por encima de la fortaleza… sólo nosotros rompemos la paz de Palmyra.


Por último sólo recomendar unas cosillas a los que queráis sumergiros en apreciar por vosotros mismos el encanto de esta ciudad, no busquéis otro hotel que no sea el Hotel Zenobia Cham Palace, está situado en el interior de las ruinas, desde él casi se pueden tocar con las manos y es el mejor con mucho de los hoteles que hemos encontrado en Siria.

Otra recomendación, no se os ocurra ir a cenar al ”Venus Restaurant”, comida cara para los precios del país y no estaba tan bien preparada como debía, eso sí, había cerveza y estaba exquisitamente fría para beberla.

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Palmyra (Siria), la ciudad de la reina Zenobia por Pablo Font se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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